Cine Emberá por la igualdad

Actualizado
  • 01/03/2018 01:00
Creado
  • 01/03/2018 01:00
A través de filmes de bajo presupuesto, jóvenes indígenas proyectan la realidad de diferentes grupos aborígenes del país para crear conciencia en la sociedad

Identidad , una metáfora audiovisual que representa la pérdida de las costumbres tradicionales en las comunidades indígenas de Panamá, es la apuesta de dos jóvenes cineastas de la cultura Piriatí Emberá en el Festival de Cine Pobre Panalandia, que se lleva a cabo hasta el 3 de marzo.

Por medio de imágenes y sonidos —el documental no cuenta con diálogos— , en poco más de tres minutos, el director Iván Jaripio y la directora de arte Tatiana Olea sintetizaron de una forma impactante la pérdida de la cultura, el lenguaje y la cosmovisión, tanto en su comunidad como en otras poblaciones indígenas: Una mujer emberá que personifica la cultura indígena aparece rodeada por la madre naturaleza, pero a medida que comienza la tala, que aparecen las maquinarias y la gran ciudad, la mujer va perdiendo la pintura de su cuerpo e incluso su vestimenta. Una forma de desvanecer su esencia.

‘El mensaje es para las comunidades que están perdiendo la cultura, el Gobierno que afecta a los pueblos indígenas y la gente que nos discrimina',

IVÁN JARIPIO

CINEASTA EMBERÁ

El corto, que en 2017 ganó la primera edición del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos Bannaba Fest 2017 y que ha sido seleccionado para muestras en Malasia y Estados Unidos, surgió por una experiencia de Iván cuando vino a la capital a trabajar para comprar una cámara de $1,200. ‘Estuve ocho meses y sentía que estaba perdiendo los conocimientos de mi cultura. Pensé que eso también le podía estar pasando a otras personas de mi comunidad y que quizás estamos perdiendo la identidad porque ya no le estamos prestando importancia', dice.

El detrimento de la cultura que vive su comunidad y la discriminación de la sociedad fue otro motivo para rodar el documental. ‘Nos afectó mucho cuando fuimos trasladados de las comunidades donde vivían nuestros abuelos en Bayano, por la construcción de la hidroeléctrica, a un lugar donde fuimos rodeados por los campesinos. Ellos nos llenan la mente de ideas, como que estamos en una baja categoría y no estamos en el supuesto desarrollo del resto de Panamá', explica Tatiana.

Con la introducción de la educación, la religión e incluso el modelo de vivienda de bloques, fue cambiando la manera de pensar de los aborígenes.

‘Queríamos adoptar otro sistema para ser aceptados afuera; en los [años] 90 dejamos de pintarnos porque al salir de la comunidad la gente se burlaba mucho de nosotros y hasta las mujeres dejaron de usar la paruma. Es tanta la discriminación que hace que los jóvenes busquen otra manera de vestirse', agrega Olea.

Tanto Iván como Tatiana reconocen que es poco probable cambiar del todo la realidad y volver a la época en que su gente vivía de la tierra, las mujeres desnudaban su torso para embellecerlo con collares y todos se pintaban el cuerpo con jagua. ‘Lo que queremos hacer con el audiovisual es rescatar lo poquito que queda, ir guardándolo, mostrándolo y enseñarle a la comunidad que aunque cambie su forma de vestir, la esencia siempre debe permanecer. Puede venir mucha influencia de afuera, pero nosotros somos los que decidimos si la perdemos o no', subraya Tatiana.

En Panalandia los cineastas ya han presentado varios trabajos: en 2016 el corto Arimae fue seleccionado para ser mostrado y resultó ganador del premio del jurado (una beca para un taller en Cuba, sobre producciones de bajo presupuesto). Iván fue a la Escuela de Cine y Televisión de Cuba y participó en este taller.

Ambos jóvenes consideran que el festival ha sido una ventana para llevar un mensaje a la sociedad. ‘Queremos sensibilizar a las personas para que no afecten tanto a nuestra cultura, que no nos lleven ideas que nos afecten, no nos discriminen. Es una forma de decir que nos respeten porque todos somos seres humanos, tenemos los mismos derechos y estamos buscando ser aceptados en la sociedad', sustenta Jaripio.

Jaripio y Olea conocieron el mundo de las cámaras a través de un taller de creación audiovisual que Wakiponi Mobile, una organización de Montreal (Canadá), organizó en su comunidad en 2013. Coinciden en que el cine también les permite alzar la voz para luchar por los derechos humanos de los pueblos indígenas.

Así pasó, por ejemplo, con el documental Nuestro hogar , que realizaron en 2014. ‘En nuestro territorio se estaban metiendo los campesinos y ya teníamos una demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Quisimos filmarlo y en abril de ese año, cuando se iba a dar la última audiencia en Costa Rica, se presentó el video como prueba de que se estaba dando la problemática y que el Gobierno no lo estaba atendiendo. En diciembre de 2014, la Corte falló a favor nuestro', expresa Iván.

Con la cinta Arimae —que retrata la problemática de la comunidad con el mismo nombre en la provincia del Darién a la cual le estaban quitando su territorio—, y los esfuerzos en conjunto, también se logró que el Gobierno les titulara nuevamente la tierra.

Pero no es suficiente. Los jóvenes planean organizar el Primer Festival de Cine Indígena en su comunidad, para seguir contando sus historias y creando conciencia.

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