¿Y dónde están los cines?, las carcasas del séptimo arte

Actualizado
  • 29/10/2020 00:00
Creado
  • 29/10/2020 00:00
Pese a la ola de estrenos cinematográficos en plataformas digitales que brindan una experiencia 'personalizada', las salas de cine tradicionales no dejan de luchar por su retorno a la vida habitual de la sociedad panameña. En esta edición recordamos la historia de los primeros cines del istmo y su impacto en el consumo y producción del séptimo arte nacional e internacional
Teatro Aurora. Los primeros teatros de proyección cinematográfica compartían el escenario con otras artes como danza, teatro y música, aportando a la diversificación cultural.

Las salas de cine se han convertido en áreas cerradas, casi abandonadas, en unos cuantos meses de pandemia por el nuevo coronavirus, lo que hace que recordemos con nostalgia las visitas semanales o mensuales a un nuevo estreno cinematográfico, las citas con amigos o pareja y las emociones a flor de piel al escuchar el sonido estéreo, o sentir los diversos aromas encontrados permanentemente desde el recibidor de los establecimientos.

El cine se ha convertido en un destino local necesario y al que nos hemos acostumbrado como sociedad, siendo una infraestructura y arte presente en todo el mundo, por lo que se hace pertinente recordar aquellos teatros donde la gran pantalla se hizo conocida en nuestro país, desde su auge en el siglo XX hasta las franquicias existentes en la ciudad y provincias actualmente.

En 1905 el primer teatro de proyecciones, llamado Aurora, abrió sus puertas en el suelo istmeño, según recopilan el historiador César Del Vasto y el cineasta Edgar Soberón Torchía en el libro Breve historia del cine panameño (Ediciones Librería Cultural Panameña, 2003), el cual estaba entre las calles sexta y cuarta en San Felipe.

Cinco años más tarde, en 1910, el teatro cine Sarah Bernhardt –nombrado en honor a la famosa actriz francesa– abrió sus puertas. Este fue considerado el primer cine que pavimentó el camino hacia el estilo actual de las salas de cine en Panamá, según indica el sitio web histórico Panamá Vieja Escuela. Pese a ser estos los primeros teatros que presentaban filmes, las proyecciones cinematográficas llegaron por primera vez al istmo en 1897, principalmente a la ciudad de Colón, donde según historiadores el mago sueco John Balabrega Miller (fallecido el 12 de junio de 1900 en Brasil) llegó el 13 de abril de aquel año y realizó la primera proyección en carpa de circo, utilizando un vitascopio, instrumento de proyección de gran popularidad inventiva en la época.

Administrados al principio por extranjeros con experiencia en la ocupación de proyectistas, los cines que fueron apareciendo con el tiempo compartían el escenario del séptimo arte con diversos artistas, desde la danza hasta el teatro y las orquestas sinfónicas, sin embargo, en 1915 aparecieron algunas 'carteleras', como en un ejemplar de la época de La Estrella de Panamá en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero, que mencionaba los cines Alhambra, Amador, Variedades y Aurora; mientras que en 1920 se inauguran el teatro El Dorado, el teatro Cecilia (que antes era un cabaret) y el teatro América, los cuales se incluyeron en las columnas de cine de La Estrella de Panamá.

Más de 71 teatros de cine fueron creados en el istmo, entre los que están algunos de los más famosos y recordados por la población panameña: teatro Lux, Alhambra, Tívoli, Vista Hermosa, autocine Olímpico y el reconocido teatro Bella Vista.

Las diversas carteleras anunciaban en los diarios nacionales los filmes de mayor importancia, sus horas de función y artistas estelares.

El Bella Vista fue construido en 1950 e inaugurado en 1951, y fue de referencia en la ciudad capital porque recibía las primicias de las películas, tenía comodidades y una amplitud de espacio que permitía una mayor afluencia de espectadores, por lo que quedó inmortalizado en la historia de los cines panameños al ser una importante infraestructura.

Este recinto fue hogar del séptimo arte panameño hasta que en la década de 1990 cayó en decadencia y en 2013 fue demolido completamente.

En la mayoría de los cines ubicados en la ciudad de Panamá, los precios por entrada oscilaban entre 50 y 75 centavos, llegando hasta un dólar por las películas más importantes, mientras que en teatros ubicados en la ciudad de Colón, los precios eran desde 25 hasta 75 centavos cubriendo las funciones desde las 11:00 a.m. hasta las 11:00 p.m.

También había cines de élite ubicados en la Zona del Canal, tales como el teatro Balboa, Margarita, Ancón, Diablo, Cocolí Heights y Cristóbal.

Buena afluencia

En las décadas de 1960 y 1970 la sociedad panameña asistía a los cines con gran regularidad, según indicó Del Vasto en su obra, y los teatros Lux, Bella Vista, Savoy, Ópera y Metro eran algunos de los más conocidos en la ciudad y que figuraban en las páginas de los periódicos con anuncios de estrenos de películas estelarizadas por importantes figuras de la industria del séptimo arte de la época: Audrey Hepburn, Ingrid Bergman o Humphrey Bogart.

Durante una época, el teatro Variedades se convirtió en el segundo más importante después del Teatro Nacional.

Con la llegada de una nueva década, llegó a su vez un nuevo mercado: el de los autocines. El autocine Olímpico y el Pacífico fueron inaugurados, y la afluencia de espectadores fue aumentando, así como la apreciación del séptimo arte que venía del extranjero. Sin embargo, durarían un poco más de 10 años hasta la llegada del VHS y el betamax. Según Del Vasto: “El betamax mató los autocines y el VHS las salas de cine”.

Proyección nacional

Para la década de 1940, algunas infraestructuras ya estaban establecidas y con visitantes, pero la creación de cinematografía nacional aún era inexistente, excepto por algunos filmes políticos e históricos sobre la construcción del Canal, filmados 30 años antes.

En 1946, de la mano del cineasta Carlos Luis Nieto, llega el primer mediometraje titulado Al calor de mi bohío, el cual retrataba la historia de una joven campesina “que, asombrada por la vida en la ciudad, decide marcharse con su amado a la metrópoli”, como reseña el sitio web Cinema 23.

Tres años más tarde, el largometraje Cuando muera la ilusión (1949) del cineasta Rosendo Ochoa, fue estrenado en el teatro Presidente, lo que logró un acercamiento a la reflexión del cine en Panamá, en un momento en que este arte no se consideraba una industria viable por parte del sistema financiero nacional. Pese a ser filmes de relevancia cultural, los archivos se perdieron a mediados del siglo XX.

Con el pasar de los años, entrando a la década de 1970, algunos cineastas panameños se destacaron por impulsar la búsqueda de una identidad cinematográfica en el país, tomando como temas la brecha entre lo urbano y lo rural, la controversia política y el imperialismo estadounidense en territorio panameño.

De esta necesidad por contar historias nacieron diversas producciones nacionales como: Underground Panamá (1969) de Carlos Montúfar Jr., Canto a la patria que ahora nace (1972) de Enoch Castillero y Pedro Rivera, El verdadero protagonista (1979) de Ernesto Holder (este acerca de las negociaciones entre Estados Unidos y Panamá con respecto al Canal) y Alma de bohemio (1988) de Aby Martínez y Jorge Cajar junto a Tambo Jazz (1992) de Gerardo Maloney, como representación cultural de la música latina.

Con varios títulos más que fueron estrenados hasta la década de 1990, la cinematografía panameña daba sus primeros pasos esporádicos hacia la creación de una industria que ha tomado fuerza y reconocimiento en los últimos años. Pero su crecimiento ha sentido la falta de aquellos teatros y cines nacionales que debían ser sus hogares y ya no están.

Las nuevas salas

Tras la llegada del nuevo milenio, la desaparición de los más de 70 cines y teatros populares dio lugar al establecimiento de salas de cine apadrinadas por franquicias extranjeras como Cinemark y Cinépolis, que actualmente lideran el mercado cinematográfico en el país con más de 150 salas de cine en el país, así como la inclusión de nuevas compañías como Royal Films y Nova Cinemas, que actualmente se han concentrado en cuatro de las diez provincias del país, según cifras de la empresa de investigación de mercados, Central América Data.

Si bien la desaparición de las edificaciones no significa que la industria cinematográfica nacional vaya a desacelerarse, sus huellas dejan espacio para recordar una vida pasada, enterrada bajo nuevos edificios y marquesinas, que no ha gozado de la preservación merecida por su gran impacto en la evolución del entretenimiento nacional.

Ahora, con la reapertura de las salas de cine (al 50% de su capacidad como lo indica el Decreto Ejecutivo No. 1142 de 7 de octubre de 2020), en medio de medidas de bioseguridad y mascarillas, se hace necesario recordar la experiencia incomparable de estos lugares que han expandido emociones y vivencias por más de un siglo.

Si ahora plataformas digitales de streaming como Netflix, Hulu, HBO Max o Disney Plus se han apoderado de la atención de los cinéfilos, las salas de cine tradicionales deberán seguir luchando por permanecer como el destino seguro de la sociedad panameña.

Estas salas en 2017 registraron una afluencia de más de 6 millones de asistentes, según datos de la compañía United International Pictures (UIP).

La experiencia de estar frente a la gran pantalla no se podrá replicar en casa, y en un futuro postpandemia regresar a las butacas será también parte de la historia del séptimo arte.

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