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Con lágrimas en los ojos, igual que aquel 3 de septiembre del 2006 cuando perdió frente al alemán Boris Becker en el que fuera su último...

Con lágrimas en los ojos, igual que aquel 3 de septiembre del 2006 cuando perdió frente al alemán Boris Becker en el que fuera su último partido, el pasado domingo 8 de noviembre ante las cámaras del programa “60 minutos”, Agassi pidió un poco de compasión y ayuda en lugar de críticas, en la primera entrevista concedida desde la publicación de su controvertida autobiografía donde confiesa, entre otras cosas, haber consumido metanfetaminas.

Las reacciones generadas por este libro van desde estupor, decepción y comprensión por parte de algunos de sus rivales y del público hasta franca condena por parte de autoridades deportivas que han pedido que se sancione al ganador de ocho Grand Slams y de una medalla olímpica.

“No sabría qué consecuencias puede haber. Sabía que tenía más que perder al contar esta historia con total transparencia de lo que podía ganar al hacerlo público. Pero he asumido pagar el precio necesario porque lo que me importa ahora es ver si puedo ayudar a alguien con mi historia”, le dijo Agassi a la periodista Katie Kouric durante la entrevista emitida por la cadena estadounidense CBS.

En la entrevista, como lo hizo en el libro, Agassi admitió que necesitó ayuda para luchar contra la depresión. "Tenía un problema. Quizás hay otros atletas que dan positivo y también tienen problemas. De ahí que pida compasión", dijo el deportista.

El libro es producto de un trabajo conjunto con el escritor J.R. Moehringer, después de haber completado decenas de horas de grabaciones personales en las que Agassi hace un repaso exhaustivo de lo que fue su carrera profesional y sus repercusiones en el plano personal.

TRAUMAS Y FRUSTRACIONES

Con su larga cabellera, un arete, ropas coloridas y calzoncillos color rosa, Agassi desafiaba en todo momento los aspectos conservadores del tenis. De joven su imagen era la de un muchachito rebelde, que ya entonces reflejaba lo que sentía y que dejaría traslucir en su libro muchos años más tarde: que era una persona acomplejada, traumatizada por su infancia, que mentía, y era “infeliz”.

Descendiente de armenios, André Agassi nació y creció en Las Vegas, Estados Unidos, donde vivió cuando su actividad deportiva se lo permitió. Su padre, Emmanuel "Mike" Agassi, quien participó en los Juegos Olímpicos de 1948 y 1952 representando a Irán en boxeo, cambió su apellido de Agassian a Agassi tras emigrar a los Estados Unidos.

Fanático del tenis, Mike estaba decidido a que alguno de sus cuatro hijos fuera campeón de tenis y le regaló a André su primera raqueta cuando éste tenía apenas dos años. Desde muy pequeño, Agassi golpeaba cerca de 3000 pelotas al día, 7 días a la semana. Cuando cumplió 14 años, fue enviado a la academia de Nick Bolletieri en Florida y se convirtió en jugador profesional a los 16. Fue el jugador más joven en superar la marca de un millón de dólares en premios, en diciembre de 1988, tras solo 43 torneos.

En su libro, el ex número uno del mundo recuerda que, cuando era niño, su padre le daba el analgésico "Excedrin" antes de un partido porque contenía cafeína. Recuerda también que le dio una sustancia que piensa era "speed" (metanfetamina) y habla sobre su consumo de marihuana y alcohol. Igualmente afirma que odiaba a su padre y también el tenis.

En abril de 1997, Agassi se casó con la actriz Brooke Shields después de cuatro años de noviazgo, aunque no quería casarse con ella. Su insatisfacción con todo lo que le rodeaba hizo que se escudara en la mentira, que utilizaba de forma sistemática en todo tipo de relación, tanto profesional como personal. Agassi se revela a través del libro como una persona que tenía miedo, que se imaginaba siempre cosas negativas y que vivía en una continua confusión de ideas y acciones.

Poco antes del matrimono, según admite en el libro, cuando se debatía entre casarse o no con Shields, estaba con una lesión en la muñeca y su carrera parecía no tener futuro, llegó Slim, el nombre con el que el tenista estadounidense se refiere a su asistente con quien consumió cristal (metanfetamina). Cuenta que después de drogarse "hay un momento de arrepentimiento, seguido por una vasta tristeza. Luego viene una ola sísmica de euforia que barre los pensamientos negativos de la cabeza. Nunca me sentí tan vivo, tan esperanzado.. nunca sentí tanta energía".

Después vino la debacle. En noviembre de 1997, había descendido al lugar 141 del ranking mundial y su matrimonio estaba en crisis apenas un año después de haberse casado. Finalmente, en enero de 1999, Agassi le pidió el divorcio abruptamente a Shields, el cual le fue concedido en abril de ese mismo año. Al ser notificado de que dio positivo en un control antidopaje de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) y suspendido por dos meses, Agassi escribió una carta a la organización llena de “mentiras mezcladas con trozos de verdad”, en un intento por evitar la sanción.

En ella aseguraba que había despedido a Slim, que tomó accidentalmente la droga en un vaso en que el ex empleado acostumbraba consumir bebidas mezcladas con drogas y se despedía con un “sinceramente”, convenciendo con sus argumentos y su tono de arrepentimiento a la organización, que finalmente archivó el caso. Con esta acción, el tenista completó quizás la doble falta más grave de su vida: tomar drogas y mentir a las autoridades.

Otra de las impactantes confesiones del libro es que sostenía una ardua lucha contra la calvicie y, para disimular su padecimiento, jugó con peluca una final del Roland Garros, lo cual estuvo a punto de costarle el ridículo más grande de su vida. "Me puse a rezar cuando calentaba, antes de iniciar el partido. No era por la victoria, sino para que la peluca no se me cayera", revela.

Después de su separación, Agassi se volvió a dedicar al tenis con todas sus energías: se afeitó la cabeza y comenzó un riguroso programa de entrenamiento que le permitió recuperar su nivel de juego y reubicarse rápidamente entre los mejores tenistas de la élite. Volvió más fuerte que nunca para ganar cinco de sus ocho torneos del Grand Slam. Con ello se convirtió en un ejemplo de longevidad competitiva para todos los tenistas veteranos, un defensor de las causas publicitarias y en gurú de las nuevas generaciones de tenistas patrocinados por la marca Adidas.

LOS PERDEDORES

El especialista en deportes de BBC Mundo, José Miguel Pinochet, asegura que las confesiones de Agassi en su libro arrojan una sombra de duda sobre todas las grandes figuras del tenis. “Muchos sospecharán de Nadal, Federer o cualquiera que haya ganado”, asegura. Por su parte, Boris Becker, el último de los contrincantes de Agassi, cree que con sus confesiones éste solo perjudica al tenis. Muchos comienzan a quejarse, públicamente o en privado, del trato preferencial que tienen algunos deportistas patrocinados por las grandes marcas del deporte.

Pero también arroja dudas sobre los controles antidopaje realizados por la ATP. Jim Fahey, presidente de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA), creada en 1999, dijo que se sentía defraudado por la confesión y que espera explicaciones de la ATP. Hoy los controles corren por cuenta de la Federación Internacional de Tenis (FIT) bajo la supervisión y reglas de la WADA. La FIT detecta el doping y el jugador acusado va a juicio con un tribunal independiente, que emite la sanción. ¿Hubiese sido campeón Agassi en este contexto?

SOBRE SUS RIVALES

A la hora de hacer críticas en el libro, Agassi no tiene contemplaciones hacia rivales como sus compatriotas Pete Sampras y Michael Chang y el alemán Boris Becker, uno de los que más lo han criticado por el contenido de su autobiografía y la admisión de haber consumido drogas.

De Sampras, Agassi cuenta en su libro que "suena más robótico" que un loro. "Desearía poder emular su espectacular falta de inspiración y su peculiar falta de necesitar estar inspirado", afirma.

Se burla del espíritu religioso de Chang con el cual envolvía toda su actividad deportiva y de que metiera siempre en todas sus declaraciones el nombre de Dios. "Le da las gracias a Dios, le atribuye a Dios una victoria, lo cual me ofende. Que Dios tome partido en un duelo de tenis, que Dios estuvo en mi contra, que Dios estaba del lado de Chang, suena ridículo e insultante", describe Agassi en su autobiografía. "Le ganaba a Chang y disfrutaba con cada golpe blasfemo", dice.

Tampoco deja bien parados a otros rivales, especialmente a Becker, a quien dice que también le guardaba mucha antipatía porque le lanzó besos a Shields durante un partido. No le gustaban Jim Courier, Thomas Muster, Yevgeni Kafelnikov ni Jeff Tarango y admite que perdió partidos a propósito, como el que le ganó Chang en las semifinales del Abierto de Australia, porque no quería jugar contra Becker en la final.

Lo único que Agassi le agradece al tenis es haberle puesto en el camino a Steffi Graf, con quien lleva ocho años de casado y tiene 2 hijos, Jaden Gil y Jaz Elle. Tenista profesional como él, la conoció cuando todavía estaba casado, pero separado, con Shields. Hoy la Graf no sólo es su gran compañera, sino también fuente de la fuerza, la estabilidad y la tranquilidad con que el ex número uno puede enfrentarse al mundo y reconocer sus errores. Agassi ha dicho que sin el apoyo de Steffi quizás no habría tenido el valor para hacer estas confesiones.

Condena o aprobación, sea cual fuere la reacción generada en el público, es difícil decir si Agassi ha sido un valiente o un tonto al hacer públicas estas confesiones tan descarnadas, que sin duda le traerán problemas en el mundo del deporte blanco. Lo que si es claro es que el libro promete convertirse en un best seller mundial y que esta catarsis pública le producirá al deportista varios millones de dólares que quizás le hagan pensar que, de todos modos, valió la pena.

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