Estadistas de película

En un pasaje de “Invictus”, la nueva película de Clint Eastwood, una multitud de eufóricos hinchas blancos ovaciona al presidente sudafr...

En un pasaje de “Invictus”, la nueva película de Clint Eastwood, una multitud de eufóricos hinchas blancos ovaciona al presidente sudafricano Nelson Mandela, interpretado por Morgan Freeman, a pesar de que no hacía mucho lo consideraban una peligrosa amenaza. En una escena de Lula, o filho do Brasil, el filme brasileño más costoso de la historia, un joven Luiz Inacio Lula da Silva pronuncia un discurso sin micrófono en un estadio para 80.000 personas, y los asistentes van repitiendo sus palabras para que todos lo escuchen. Dos momentos mágicos, cinematográficos, que recrean episodios verdaderos.

A veces, hace falta un buen filme para recordar que en la política hay historias extraordinarias, como las de Mandela y Lula. El primero estuvo encerrado durante 27 años por combatir un sistema de segregación racial, el apartheid, que aseguraba la supremacía de la minoría blanca sobre la mayoría negra. Pero, en lugar de alimentar el resentimiento, aprovechó sus décadas en prisión para seducir a sus carceleros y madurar el proyecto político que, al salir de la cárcel, lo llevó a ejercer un liderazgo libre de rencores que propició la improbable reconciliación entre los sudafricanos. El segundo, nacido en el nordeste brasileño en una profunda pobreza, dejó la escuela a los 14 años para convertirse en tornero metalmecánico, combatió la dictadura como líder sindical y después se las arregló para ser elegido Presidente.

EL MILAGRO SUDAFRICANO

Cuando liberaron a Mandela ya era el preso político más famoso del mundo. Al día siguiente comenzó su singular relación con los estadios. Más de 120.000 sudafricanos eufóricos, casi todos negros, abarrotaron el de Soweto para darle la bienvenida, y Mandela aprovechó ese primer discurso para hacer un llamado a dejar atrás los rencores y declarar que "una Sudáfrica sin 'apartheid' será un hogar mejor para todos", blancos y negros. Pese a ganar las elecciones en 1994 la reconciliación no estaba sellada. Eso ocurrió un año después, en otro estadio, el Ellis Park de Johannesburgo, cuando Sudáfrica ganó la final del Mundial de rugby mientras otra multitud, en esta ocasión blanca en su mayoría, coreaba "Nel-son", una y otra vez. El Mundial de rugby es, precisamente, el episodio en que se concentra la película que Hollywood sobre el líder sudafricano. En palabras de John Carlin, autor de “El Factor Humano”, el libro en el que se basa el filme, "un evento que destila la esencia del genio de Mandela y del milagro sudafricano". En Sudáfrica, el rugby era para los blancos una religión laica; para los negros, un símbolo de la dominación a la que habían sido sometidos. Las primeras críticas de la película, que ya se estrenó en Estados Unidos hablan bellezas del filme.

EL HIJO DE BRASIL

Fabio Barreto, el director de “Lula, o filho do Brasil”, dijo que su mayor desafío fue buscar un actor para representar al Presidente. Mientras a Mandela lo interpreta un rostro mundialmente famoso, el actor que hace de Lula, Rui Ricardo Diaz, es un ilustre desconocido. Pero el parecido también es sorprendente. La película está inspirada en la biografía escrita por la ex asesora de Lula Denise Paraná, pero no llega hasta su carrera política ni incluye, las elecciones presidenciales que Lula perdió antes de llegar al poder, en 2002. Según los productores, esa parte pública es muy conocida y por eso la película se concentra en sus primeros 35 años, desde que nace en el nordeste, la región más pobre de Brasil, hasta cuando se enfrenta a los militares en las huelgas de los obreros metalúrgicos en los 80. De hecho, incluye algunas imágenes originales de aquellas marchas que ayudaron a acabar con la dictadura. En el medio, cuenta la travesía familiar de 13 días en un camión de ganado para buscar mejores oportunidades en Sao Paulo, sus cursos para convertirse en mecánico, la forma como perdió a su primera mujer, que murió dando a luz, y su ascenso como líder sindical. Es una producción ambiciosa. El presupuesto, cercano a $ 10 millones, no tiene antecedentes en el cine brasileño que antes de su estreno comercial, el 1 de enero, ya ha despertado controversia. La oposición asegura que es una estrategia de propaganda política para convertir a Lula en una leyenda. Si es verdad que los países merecen a sus dirigentes, Sudáfrica y Brasil tienen sus virtudes.

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