- 09/10/2011 00:00
Autor de más de cinco novelas, el periodista y escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez obtuvo el Premio Alfaguara meses atrás. El autor, que se encuentra radicado actualmente en Barcelona, España, conversó con Facetas acerca de su oficio.
EN TUS NOVELAS SIEMPRE HAY UN SECRETO, UNA HISTORIA POR DEVELAR, UNA RELACIÓN PADRE E HIJO, Y EN ‘EL RUIDO DE LAS COSAS AL CAER’ PARECE SER QUE ANTONIO ES UN HUÉRFANO QUE BUSCA A UN PADRE, AL DESCUBRIR Y POSESIONARSE DE LA HISTORIA DE RICARDO LAVERDE, ¿CIERTO?
Bueno, uno va dándose cuenta de ciertas constantes en los libros, de ciertas preocupaciones que vuelven. Es cierto que en Los informantes y en Historia secreta de Costaguana la figura del padre es lo que articula la historia: los dos narradores son hijos que buscan a sus padres. Pero, aunque el autor es el peor juez de sus propias novelas, creo que son dos búsquedas distintas: en Los informantes, una búsqueda íntima que lleva a descubrimientos sobre la vida de todo un país; en Costaguana, en cambio, la búsqueda es simbólica. No voy a ponerme a explicar mis propias novelas, pero todo en Costaguana conduce a una reflexión sobre cómo se construye la historia, y la historia del padre es parte de eso. Cuando comencé El ruido de las cosas al caer me di cuenta de que mi vida había cambiado: había tenido a mis hijas. Y de repente comencé a escribir desde el punto de vista de un padre novato, no de un hijo, y mis preocupaciones eran las de un padre. De hecho, también Ricardo es padre, también su paternidad lo cambia o lo marca.
COMO LA GENERACIÓN DEL MIEDO DEFINE ANTONIO A SU GENERACIÓN EN COLOMBIA. ¿QUE HA QUEDADO, ENTONCES, DE LA GENERACIÓN DE LAS UTOPÍAS, FRUSTRADAS O ‘EXITOSAS’, EN EL CONTINENTE? ¿PODREMOS HABLAR PRÓXIMAMENTE DE LAS UTOPÍAS O DEL MIEDO EN AMÉRICA LATINA? ¿NO HABRÁN CREADO LAS UTOPÍAS MIEDO?
No veo mucha relación. El narcoterrorismo de (sobre todo) los años ochenta coincidió en el tiempo con la violencia política, pero no tenía ninguna relación con ella. Era muy simplemente una manera de defender un negocio lucrativo y a sus participantes. Pero sí puedo contestar a tu última pregunta. Las utopías, cualquier utopía, deja siempre más descontento y violencia que logros o avances. La utopía consiste en pensar que hay una sociedad perfecta, y si uno piensa eso, querrá lógicamente saltarse todos los pasos para llegar a ella lo antes posible: ahí es cuando se hacen revoluciones o se dan golpes de Estado o se llega a creer que una idea buena justifica la eliminación de una vida, la vida de quien nos estorba. Yo no creo en la sociedad perfecta como una meta que está allá, lejos, y a la cual se puede llegar; creo que la mejor sociedad no es el punto de llegada, sino el día a día, el esfuerzo que hacemos todo el tiempo para que las fuerzas de la ignorancia y la estupidez y la maldad lo tengan un poquito más difícil.
TUS NARRADORES REVELAN LA MENTIRA O LA TRAICIÓN Y ASÍ DESCUBREN EL ABISMO. PERO, POR EJEMPLO, MAYA FRITTS EN ‘EL RUIDO DE LAS COSAS AL CAER’ NO HABÍA QUERIDO QUE LE CAMBIARAN LA PELÍCULA FAMILIAR, Y ASÍ QUIZÁS NO ENFRENTARSE A LO DESCONOCIDO. ¿NO SERÁ ÉSTO EL VERDADERO’ MIEDO DE ESTE GENERACIÓN?
Desde luego, ésta es una de las grandes preguntas que se hace la novela. Son temas que siempre me han interesado, pero eso es porque también me interesan en mi vida privada: nuestro talento para engañarnos, para cerrar los ojos, para creernos una gran mentira y llamarla vida. A veces me parece que los seres humanos nos contamos elaboradas historias —sobre quiénes somos, sobre cómo es nuestra familia— para sobrevivir a la verdad, para seguir adelante. Mis narradores son siempre gente empeñada en saber, saber a cualquier costo, saber aunque lo que descubran les eche abajo todo el edificio.
EN ‘EL RUIDO DE LAS COSAS AL CAER’ ANTONIO ‘SACRIFICA’ A SU FAMILIA PARA SABER UN SECRETO, UNA HISTORIA...
Mi narrador pone todo lo que tiene en riesgo para tratar de entender algo importante (algo que, paradójicamente, podría salvar su matrimonio en crisis). Es una actitud individual, de consecuencias íntimas. Sacrificar a otro ser humano por una idea me parece una de las conductas más innobles y, sí, primitivas que puede cometer un ser humano. En eso, qué le voy a hacer, estoy con Camus: no hay idea que justifique el exterminio de un ser humano. Ninguna. Y no entiendo que en Latinoamérica uno pueda decir cosas como ‘socialismo o muerte’ y seguir tan campante, sobre todo porque en ese eslogan la muerte nunca, nunca es de quien lo pronuncia.