Cuando la literatura es un espejo

Actualizado
  • 08/04/2012 02:00
Creado
  • 08/04/2012 02:00
PANAMÁ. Con este autor chino-peruano, que es novelista, ensayista y cuentista, se abre todo un mundo desconocido por nosotros. El chino ...

PANAMÁ. Con este autor chino-peruano, que es novelista, ensayista y cuentista, se abre todo un mundo desconocido por nosotros. El chino ha sido éso: el chino de la tienda, tanto en América Latina como en el Caribe, un signo, que nos resulta familiar y extraño. Con Siu Kam Wen, que nació en 1950 en Zhongshan, provincia de Guangdong, y que emigró al Perú con su madre en 1959, para reencontrarse con su padre, tenemos una novela, escrita en un estilo llano y sencillo sin artilugios y pirotécnicas literarias.

La mirada de Héctor es el álter ego evidente del autor. Pero a diferencia de la canción española de Marisol, donde nos sugiere que la vida es una tómbola, donde reina la suerte, la luz y el color, leemos a través de Héctor, de su crecimiento y de sus dificultades, precisamente lo contrario: La vida no es una tómbola (2008). La tienda es trabajo y privaciones, autoexplotación (donde no se conoce la edad) y empresa familiar.

Después de haber sido recibido inicialmente por su padre, con cariño y ternura (dos cualidades bastante raras dentro del estereotipo de los chinos), el padre obliga a Héctor a que abandone el colegio chino para que se dedicara completamente a la tienda. Este era su destino, no los estudios y, mucho menos, la lectura de clásicos literarios chinos, españoles o franceses. Esta polaridad entre la realidad del chico, la tienda, y sus deseos, el estudio, marca la tensión de la novela a través de una mirada aguda, despierta y crítica, que nos ofrece un retrato en movimiento de diferentes personajes, como el tío Elías, que muere en el intento de construirse una vida en el país adoptivo, y de Maggie, personificación de las chinas que, en el fondo, según el narrador, es una mojigata como todas las mujeres chinas.

Además, este retrato en movimiento que conecta el interior de la comunidad china con el país adoptivo, realiza a la vez un descubrimiento, cuando Héctor, en una escuela nocturna, se dio cuenta de que no era el único en vocalizar en castellano lo que se piensa en otra lengua.

También lo hacen aquellos que piensan en quechua. Este detalle, entre otros muchos, forman parte de esta novela moderna sobre América Latina, porque nos ofrece un espejo –de primera mano– donde nunca nos habíamos mirado.

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