La belleza detrás de la letalidad

  • 25/05/2014 02:00
En su taller, el artista Marcos Lee trabaja casi sin descanso, para que en el barrio existan cada vez más esculturas y menos armas de fuego

Montañas de cilindros cubren el piso. Por doquier hay cañones y culatas oxidados. Debajo de la mesa principal, un cubo con casquillos de balas. No se trata de una armería pero abundan los fragmentos de revólveres, pistolas y demás armas de fuego.

Encerrado en el meticuloso desorden de su taller, Marcos Lee trabaja incesantemente. Para él no existen las horas de almuerzo prolongadas, las vacaciones, el prospecto de jubilarse algún día. Solo el trabajo. Si el día tuviera 25 horas las pasaría laborando en su taller, moldeando y recortando los fragmentos de armas hasta convertirlas en esculturas, en un arte con un mensaje social tan recio como los metales que doblega. Sus esculturas tienen el impacto de un disparo.

Pintor, artista, escultor, diseñador de interiores y de muebles, Lee es uno de los colaboradores del programa ‘Armas y municiones por comida y medicinas’, que la Gobernación de la Provincia de Panamá ha venido implementando durante los últimos cinco años. Por el momento, el programa se encuentra suspendido, a esperas que la gobernadora saliente (Mayín Correa) y la entrante se pongan de acuerdo sobre su continuidad, por lo que Lee se encuentra trabajando en una escultura que servirá como testimonio de las miles de armas que fueron transformadas en piezas artísticas.

ARTE 24/7

Son más de las 2:00 p.m. Lee ha terminado con el trabajo de soldadura por el día de hoy. Pero su jornada se encuentra lejos de su fin. Con unos ojos de lince concentrado en su presa trabaja dándole forma a las alas de un ángel de tamaño natural, confeccionado completamente con casquillos de balas y fragmentos de pistolas.

En la radio que está al fondo del taller puede estar sonando música de Arjona o de Julio Iglesias. Es igual. Lee continúa absorto en su labor, indiferente a los chistes que cuenta su sobrino y el resto de los integrantes de su equipo de trabajo. ‘Yo descanso cansándome’, afirma, su carácter voluntarioso asomándose en el cañón doble de su mirada.

Ha sido un ritmo que Lee ha mantenido durante los últimos 40 años, en los que incluso ha trabajado durante los fines de semana.

Nunca se ha sentado a esperar a las musas. Simplemente tiene mucho que hacer, impelido siempre por una disciplina a toda prueba. ‘Eso de que tengo que levantarme pensando si la Luna o el Sol me dijeron algo, que si la música suave, que si la inspiración... Eso para mi no funciona. Yo todos los días tengo que hacer una obra, tenga compromisos o no’, señala.

Es esta intensidad lo que lo ha llevado a experimentar con diversos estilos y materiales. Durante su estancia en Brasil, donde realizó estudios de diseño de interiores (1968- 1974), hizo trabajo en metales, madera, cuero grabado, etc. Previamente durante su adolescencia había hecho pinturas en óleo y acuarela.

A su regreso a Panamá tras 15 años en el exterior (salió del país a los nueve años para hacer su secundaria en el exterior), comenzó a trabajar como diseñador de interiores en una firma comercial de muebles brasileños.

Los años entre 1975 y 1978 serían sumamente prolíficos. Durante ese tiempo haría sus primeros trabajos en escultura, utilizando la soldadura eléctrica para moldear piezas de hierro.

Poco a poco comenzarían a llegar los primeras asignaciones importantes como escultor, como el encargo que le hizo Banco General para confeccionar un móvil de ocho metros de alto. Posteriormente, en el 2005 hizo un ‘móvil’ para el Hospital Punta Pacífica, al que califica como uno de los altos que hay en Panamá.

El año pasado una obra suya (con dimensiones de 12 metros de alto por cuatro de ancho) fue inaugurada por los príncipes de España en la Cinta Costera. Un encargo de la empresa brasileña Odebretch. ‘Soy de las pocas personas que tienen esa capacidad, modestia aparte, de tener esa habilidad de hacer las cosas que me soliciten con el material que me pidan’, precisa Lee.

EL ARTE NO BASTA

A través del programa ‘Armas y municiones por comida y medicinas’ Lee ha logrado acumular un verdadero ‘arsenal’ de fragmentos, en el que se encuentran armas que se remontan a la invasión norteamericana de 1989. Si bien las armas de fuego son la materia prima de su arte, Lee no distingue entre un revolver, u na pistola y una escuadra.

A pesar de que en reiteradas ocasiones le han recomendado adquirir un arma para protegerse en caso de ser víctima de un robo, solo ha empuñado una pistola en una ocasión: cuando acompañaba a unos miembros de la policía que visitan una comunidad como parte del programa ‘Armas y municiones por comida y medicinas’. No sintió nada en especial, recuerda. Para él las armas continuaron siendo lo que siempre habían sido, solo material para sus esculturas.

Para Lee la abundancia de armas de fuego en las calles y en los barrios guarda relación con la extinta dictadura militar, o como él la denomina, con ‘el relajo de los últimos 46 años’.

Si bien considera que el trabajo escultórico que lleva a cabo ha contribuido a llevar una ‘sanidad concreta a un elemento que hace daño’, asegura que el mismo no es suficiente. ‘¿Cómo se consiguen las armas de las pandillas’, inquiere mientras observa a los transeúntes pasar frente a las puertas de su taller, en una esquina de la Calle de los estudiantes, frente al Cementerio Amador, en El Chorrillo.

‘La idea es tratar de hacer algo completamente diferente, opuesto al significado de lo que es un arma, que es el de causar un daño’, comenta, mientras revisa las piezas que ha confeccionado a lo largo de los años. Al lado de estas esculturas -que cuestan 700, 800, 900 dólares- cuelga un ‘Cristo en su cruz’, hecho también con fragmentos. Le tomó aproximadamente 15 años completarlo, y su costo actualmente ronda los tres mil 500 dólares. Sin duda, el suyo es un arte que dirige su mira hacia lo alto.

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