El pintor de la nacionalidad

Actualizado
  • 28/12/2014 01:00
Creado
  • 28/12/2014 01:00
Hoy, día que se conmemora un siglo de su nacimiento, la figura del pintor Juan Manuel Cedeño y su obra cobran más valor e interés

Este domingo 28 de diciembre se recordará, con música de arpa y guitarra, la entonación del himno santeño y la exposición de algunas obras originales -y otras reproducciones en la técnica de la serigrafía- al insigne pintor panameño Juan Manuel Cedeño, quien falleciera en 1997, unos meses antes de cumplir los 83 años de edad.

Su hijo, el doctor Roberto Cedeño ha organizado un ‘happening’ para recordarlo, por lo que este domingo la bohemia y la cultura se darán cita en la heroica Villa de los Santos para enaltecer la vida de este singular e inolvidable panameño. Con esta celebración se cierra el ciclo de los intelectuales panameños que nacieron hace 100 años, como fueron Ricardo J. Bermúdez, Manuel Ferrer Valdés, entre otros.

Juan Manuel Cedeño dedicó su vida a la docencia y cultivó el retratismo como una forma superior de la expresión artística, pero de igual forma sus obras creativas, así como las nacionalistas y folclóricas, son referentes de la pintura panameña del siglo XX.

El maestro Cedeño dejó una estela de caballerosidad e hidalguía que no ha tenido parangón entre sus contemporáneos, y siempre tuvo a mano una anécdota chistosa, un piropo apropiado y la eterna disposición de mostrar sus destrezas en el dibujo y la pintura, pero sobre todo en la composición, tanto en sus cuadros como en sus retratos. Hoy día no existe una colección particular o institucional que se respete que no tenga un retrato de este pintor singular.

ORÍGENES, EDUCACIÓN Y EXPOSICIONES

De lo profundo de la campiña, Juan Manuel Cedeño Henríquez era el penúltimo de 15 hermanos. Los tizones de carbón de los fogones fueron sus primeros instrumentos de dibujo. A los 10 años emprendió su primer viaje a la ciudad de Panamá (zarpó desde el puerto de Mensabé), donde estableció, por primera vez, contacto con las pinturas que engalanan el Teatro Nacional, creadas por el maestro Roberto Lewis.

Este ilustre pintor panameño sería quien lo encaminaría posteriormente en sus inquietudes y destrezas pictóricas y le orientaría académicamente. Ejerció el magisterio brevemente por la simple razón de sobrevivir, y llegó a merecer una beca del prestigioso Art Institute de Chicago, cuando tenía 30 años. Allí logró perfeccionar el conocimiento de técnicas y corrientes, para recibir las influencias de destacados pintores europeos que, por coincidir, con los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la postguerra, se habían congregado en ese centro artístico (1944-1948).

A su regreso, dirigió por unos años, la Escuela Nacional de Pintura y volvió a viajar hacia México, donde logró empaparse de las técnicas de las pinturas al fresco, estableciendo, de paso, el contacto con los pintores que la ejercían con fruición. De vuelta al suelo patrio, fue invitado a formar parte del cuerpo de profesores de la Facultad de Arquitectura, donde estuvo hasta jubilarse. Son famosos los retratos de Octavio Méndez Pereira y Harmodio Arias Madrid, que se muestran en la rectoría de la primera casa de estudios panameña.

Según el crítico Pedro Luis Prados, en su obra La pintura en Panamá (1870-1950) Juan Manuel Cedeño es, junto a Humberto Ivaldi, ‘representante de la primera generación de artistas nacionales que dieron forma a la concepción de una plástica con matices autóctonos’. Sus primeras exposiciones se verificaron en las instituciones artísticas de Chicago, y en 1950, en la Tercera Exposición Anual de Bellas Artes, que se realizó en el Instituto Nacional.

De allí en adelante, muchas fueron las muestras en las que participó, tanto a nivel nacional como también fuera de nuestras fronteras, sin dejar de mencionar una importante exposición de la Unión Panamericana de Washington, D.C. en 1950, titulada ‘Ten Panamanian Artists’.

HERENCIA DEL MAESTRO

Uno de los encantos que tuvo para él su primer viaje a la ciudad de Panamá fue la de ver las pinturas murales del Teatro Nacional, elaborados por el maestro Roberto Lewis. El destino le reservaría el honor de restaurarlas entre 1972 y 1974.

A sus numerosos alumnos les recalcaba que el que dominaba el dibujo y la figura humana, que tenía el control de toda su técnica. En sus tertulias o en charlas más formales siempre repetía hasta el cansancio que el dibujo lo era todo. En su caso, la armonía de la composición, que muchas veces tenía música, también formaban parte de ese todo, porque el sonido del arpa y la guitarra, que tanto le gustaban, estaban presentes en sus cuadros.

En el friso del despacho de la Presidencia de la República se muestran los rostros de algunos presidentes que fueron pintados por él y por su maestro Lewis. Cada encargo del retrato de una personalidad, o de un familiar querido, era abordado con la seriedad de un estudio pormenorizado de sus gestos, costumbres, la preparación del lienzo, la selección de las luces que destacarían la pigmentación que usaría, el gesto que trascendería un legado póstumo.

Juan Manuel Cedeño recreó en su casa citadina la usanza de los hogares del interior. Allí, en Nuevo Reparto El Carmen, volvía uno a sentir su amor por la campiña. En el piso de arriba tenía su estudio, donde recibía siempre en forma afable y donde posaban los que aspiraban a tener en vida un retrato de su autoría. Hasta sus últimos días gozaba de una postura envidiable y gallarda, ya que fue un destacado atleta, llegando a competir en 1937 en unos juegos centroamericanos.

Fue un gran artista, que destacó en el retratismo sobre todos los demás, pero que enaltecía las representaciones costumbristas con rima y sentido musical incomparable. Hoy, día que se conmemora un siglo de su nacimiento, su obra y nombre cobran más valor e interés por la profundidad de su pensamiento, su trayectoria y su ejecutoria, que sirvió de ejemplo para muchos artistas que basan su destreza en el dibujo.

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