El 9 de enero, en la ciudad de Colón

Actualizado
  • 24/05/2015 02:00
Creado
  • 24/05/2015 02:00
La gesta patriótica también se vivió en la provincia atlántica.

Colón es una extensión del alma popular en el Pacífico, solo que trasladada a la costa caribeña. Es el patio trasero del capital transnacional, con su Zona Libre, que exporta mercancías a todas partes del mundo y es controlada por árabes y judíos, sin prestarle atención a la miseria de una población que convive con ese paraíso fiscal.

Burdel, puerto, campo de juegos para marines y troyanos, o puerta de entrada a la ciudad de Panamá. Colón representa la cara negra de Panamá. Durante los trabajos de construcción del Canal miles de trabajadores provenientes de las colonias inglesas, francesas, holandesas, etc, se asentaron en el Istmo.

Desde la independencia de Panamá de Colombia, en 1903, la República mantiene practicamente en el olvido a esa humanidad combativa y panameñizada, evidenciando así un sentimiento racista subyacente.

COLÓN SE LEVANTA

En este mes de la Etnia Negra resulta de capital importancia recordar a nuestros héores afropanameños que participaron en la geste nacionalista del 9 de enero de 1964. Los disturbios entre panameños y los militares zonians se extendieron hasta la ciudad de Colón. La Asociación Federada del Colegio Abel Bravo, como parte de la Federación de Estudiantes de Panamá, pide en comunicado emitido al momento de los hechos, la ‘nacionalización del Canal, la evacuación de tropas norteamericanas de la Zona del canal y la neutralización' de la vía interoceánica.

En la ciudad de Colón, los disturbios se iniciaron en la noche del 9 de enero, una vez que las noticias del agravio infligido a la bandera y los ataques de los que habían sido víctimas los estudiantes del Instituto Nacional se difundieron entre la población.

Grupos de civiles colonenses, la mayoría adolescentes, siguieron el ejemplo de los estudiantes del Nido de Águilas que intentaron izar la bandera panameña en la Zona del Canal. Son rechazados por la policía, militares y civiles zonians.

Los hechos se sucedieron principalmente entras las calle 11 y 12 y avenida Bolívar, en las cercanías del llamado Templo Masónico y el antiguo comisariato en calle 11. Casi inmediatamente la Guardia Nacional trata de impedir a los ciudadanos sel ingreso al enclave colonial, pero algunos panameños sin armas lograban internarse con banderas.

La policía y las unidades del ejército extranjero atacan de manera violenta a los panameños con armas de fuego. Las unidades del ejército estadounidense con bayonetas caladas invadieron el territorio jurisdiccional panameño, tomando parte de calle 12 frente a los edificios del YMCA y Templo Masónico.

Durante los días de la confrontación, la agresión estadounidense dejó numerosas víctimas y pérdidas materiales. La población civil fue alcanzada por los proyectiles calibre 30, disparados con rifles Garand y M-1, armas empleadas por el ejército norteamericano.

Las fuerzas militares extranjeras ocuparon el Corredor de Colón, en un abierto acto de agresión y violación de los tratados y leyes existentes internacionalmente. Este hecho condujo al cierre de la carretera transísmica, desde el 9 hasta el 11 de enero.

Ese corredor estaba bajo jurisdicción nacional según el artículo 3 de la Convención sobre el mismo, suscrita en 1950 entre ambos países; eso impidió el traslado de plasma sanguíneo y asistencia médica de urgencia a la ciudad de Colón. Solo fue abierto mediante gestión de la Comisión Interamericana de Paz ante las autoridades coloniales.

El resultado final fue de 141 heridos y tres muertos: Maritza Alabarca, con tan solo seis meses, el estudiante Carlos Renato Lara, de 18 años, y el sargento Celestino Villareta, de la Guardia Nacional, con 43 años de edad. Este último fue asesinado cuando trataba de tranquilizar a la ciudadanía exaltada.

En Colón, los civiles zonians participaron activamente en la represión de los colonenses, en grupos de 20 y 30, que merodeaban los límites que separaban a la ciudad del enclave canalero, azuzando a los militares del ejército para que agredieran a los ciudadanos panameños que trataban de izar, sembrar la bandera nacional en el territorio ocupado.

Los combates se prolongaron hasta el 12 de enero, mientras que en Panamá duraron hasta el 10:00 p.m. En cuanto a los actos de agresión los estadounidenses iniciaron 12 horas después de los primeros choques en Panamá.

NAVAS HERIDO

Luis Navas recuerda que él y los estudiantes del Colegio Aben Bravo se preparaban para entrar en exámenes finales. A las 4:30 p.m. de ese 9 de enero, Navas y sus compañeros abandonaron sus salones de clases para organizar grupos de estudio en la casa de otro estudiante en calle tercera y avenida Bolívar, sobre la vía que separaba a Panamá de la Zona del Canal, en el sector Atlántico. El colegio quedaba en calle segunda y el Paseo Gorgas.

A través de la radio, se enteraron de lo que había sucedido a poco más de 80 kilómetros al sur, en el Pacífico, en la Balboa High School. Según el testimonio de Navas, él y sus compañeros se contactaron por teléfono para congregarnos y salir a manifestarnos. ‘ Salimos a las 7 de la noche hacia calle segunda y avenida Bolívar, donde estaba el Templo Masónico-remerora- A sus alrededores ya había enfrentamientos y heridos. Primero nos enfrentamos a los policías zoneitas, armados con bayonetas y cascos'.

El forcejeo con los policías terminó cuando llegaron los militares. Entonces, de las filas de los manifestantes salieron a relucir armas de fuego. Hasta de carecía. ‘Un grupo de jóvenes conseguimos un rifle 22 que nos prestó un cazador, con el compromiso de que se lo devolviéramos. Dada la limitación, nos lo turnábamos y en unos de esos turnos hieren a mi hermano Juan, con perdigones que se le incrustaron en el cerebro'.

Juan Navas es herido con balas de perdigones en la cabeza cuando estaba en la azotea del edificio Olimpia, justo al frente del Templo Masónico, en el que francotiradores estadounidenses se habían apostado para defender la Zona del Canal.

‘Con la pasión de juventud, pensábamos que como teníamos la razón éramos inmortales- dice Navas- No se tomaron todas las precauciones, fue un acto demasiado audaz'.

Las manifestaciones se centraron en los alrededores del Templo Masónico y en las afueras del Fort Lesseps, en calle segunda, donde estaba entonces el Consulado de Estados Unidos.

Había hombres y mujeres. Venían por oleadas, eran un flujo constante. A diferencia de la capital, en la costa atlántica, la Guardia nacional sí se involucró y los mayores Omar Torrijos y Boris Martínez fueron a poner orden el 12 de enero.

Navas es enviado a la ciudad de Panamá para ser atendido por un neurocirujano. Parte de los proyectiles se alojaron en la base del cerebro, produciéndole agudos dolores de cabeza, derivándose en una neurosis postraumática.

Juan viajó en agosto de 1965, gracias al Partido del Pueblo, donde militaba en su rama juvenil, a la Unión Soviética para recibir tratamiento en un sanatorio por sus heridas. Retornó mejorado, en 1966. Sin embargo, los rusos no lograron extraerle los proyectiles. Cuando iba en camino para encontrarse con unos amigos es secuestrado entre calle 10 y Avenida Federico Boyd.

Su cuerpo sin vida es encontrado al amanecer del primero de junio. Exhibía rasgos de tortura. Los galenos Guillermo Rolla y Generoso De Puy certificaron ‘traumatismo cráneo-encefálico en la región parietal derecha con pequeñas fracturas sin hundimientos y hemorragia cerebral'.

Rápidamente el movimiento estudiantil y popular exigió la investigación, descubriéndose los culpables en el Departamento Nacional de Investigaciones (DENI) de la Guardia Nacional, dirigido por la Central de Inteligencia Americana (CIA), de Estados Unidos.

INSURRECCIÓN LEGÍTIMA DEL PUEBLO

Juan Navas es acompañado a su última morada por cerca de 30 mil colonenses el 3 de junio, quienes manifestaron su repudio a los asesinos y al gobierno corrupto.

En la tarde, al conocerse quienes eran los responsables del asesinato de Juan, los primeros en salir a la calle a protestar fueron los estudiantes del Colegio Abel Bravo. El mismo 6 de junio, marcharon pacíficamente hacia el Departamento Nacional de Investigaciones (DENI), para denunciar a los asesinos, exigiendo su castigo ante horrendo crimen.

La Guardia Nacional salió violentamente a reprimir como es su costumbre. Cae otra víctima de la violencia estatal: el estudiante Carlos E. Matthews, abelista quien cursaba el V año. Le siguió la joven Elvira Miranda, del Colegio Guardia Vega, y más tarde la niña Damaris Gallardo, que muere a raíz de los gases lacrimógenos.

Unidos al pueblo enardecido ante tanta impunidad y con el corazón colmado de impotencia, los colonenses se lanzaron contra los edificios públicos, incendiando algunos. Entre ellos el Palacio Municipal. Robles ordenó apresar a los comunistas colonenses, acusando a Félix Dixon y Rolando Sterling del asesinato, de forma infame y calumniosa. Incluso Luis Nava es acusado.

Para esa trama siniestra recurrieron a un tal Moisés Granados, un falso acusador. Dixon y Sterling permanecerían apresados durante años, mientras sus verdaderos asesinos son trasladados a otras provincias, dónde gozaban de impunidad.

Solo son liberados a inicios de los setentas. Robles huyó del país, señalado de corrupto. Vallarino, en su condición de jefe de la Guardia Nacional, negociará su retiro con el gobierno entrante en 1968. El resto de los acusados queda en libertad.

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