Cultura y arte frente al espejo, algunas reflexiones

  • 17/04/2016 02:00
Somos una nación diversa cuya identidad necesitamos ver reflejadas en las artes visuales, en las piezas arqueológicas y antropológicas

El arte y la cultura son el espejo que refleja lo que somos: nuestra historia e identidad como nación.

En el Diplomado en Creación Literaria de la UTP, la pasión por la literatura este año reunió a un grupo de veintidós personas tan diverso como colorido es nuestro país. Nuestra aspiración: formarnos como escritores. Nuestro motor, esa chispa que nos hizo encontrarnos: el amor por la lectura. Para cada uno sin distingo de edad, formación académica, estrato social o nacionalidad, los libros han sido compañía y solaz, guía y maestros.

De la mano del Profesor Ariel Barría, un apasionado de las letras y de lo nuestro y varias veces Premio Ricardo Miró, los miércoles nos asomamos a la literatura panameña, ese universo que debería ser parte de nuestro ADN. Aquellos que se mueven en los círculos literarios del patio o que tuvieron la fortuna de contar con ese maestro clave que los motivó a leer a nuestros escritores, nos llevaban ventaja. Pero eran los menos. Para la mayoría, el diplomado nos ha abierto un mundo rico y esencial que vemos con el asombro de ese incauto que se levanta de un letargo vergonzoso y demasiado oscuro.

Lejos de las alcanforadas listas de nombres, fechas y títulos que suelen ser el modus operandi del sistema educativo nacional, Ariel nos invitó a presentar a nuestros autores preferidos y sus obras. ¿Quién mejor que un enamorado para hacerlo? Como niños emocionados fuimos acercándonos a los escritores contemporáneos de nuestro país a través de la mirada y el corazón de nuestros compañeros.

Pero un buen prestidigitador siempre guarda un as bajo la manga, o un conejo en el sombrero. En su clase también tuvimos la oportunidad de conocer y conversar con varios novelistas, poetas y cuentistas ganadores de premios importantes, incluyendo el más alto galardón literario de nuestro país: el Premio Ricardo Miró. Escritores que, al igual que nuestros profesores, contra viento y marea, con trabajos extras para poder subsistir y con menos horas de lo que quisieran para dedicarse a lo que son, van sembrando esas palabras que nos definen, nos hacen reflexionar, nos conmueven o nos hacen reír de nosotros mismos, mientras delinean el mapa de nuestra contemporaneidad. Sus experiencias, talento y sensibilidad, así como la generosidad para compartirlas, fue uno de los regalos más importantes de este módulo.

Como es de esperarse, nos lanzamos a buscar sus libros, así como aquellos que nos recomendaban los profesores como ‘imprescindibles': los referentes de la literatura panameña. Más fácil habría sido llegar a Shangri-La un viernes de quincena. Con suerte encuentras unos cuantos títulos, usualmente no los que estás buscando y algunas veces con una calidad editorial que deja mucho que desear. Y ni hablar de los clásicos, esas obras sobre las que construimos este país y que recogen el pensamiento y sentir de hombres y mujeres que a través de la palabra, sentaron las bases de nuestra literatura. Si el arte y la cultura son un espejo, el espacio que ocupan en la vida de los ciudadanos y la importancia que se les asigna en las plataformas y políticas de gobierno son una radiografía vital de cómo estamos."

‘El mundo habrá terminado de joderse el día en que el hombre viaje en primera y la literatura en el vagón de carga', escribió Gabriel García Márquez. Ay, Gabo, en este país vecino la gente se mira en los rascacielos y se van a dormir tranquilos. Progresamos, se dicen: somos el ‘Dubái de las Américas', he aquí nuestro espejo. ¿Espejo? ¡Espejismo! El arte y la cultura son la columna vertebral de un país. Junto a la educación, las hemos dejado rezagadas en el más lejano de los vagones de carga. Es inconcebible la falta de estímulo y apoyo a los artistas nacionales. Basta ver cómo cierran librerías o lo que cuesta sostener empresas que se dediquen a temas culturales; cómo las películas panameñas del IFF 2016 –cada año con una mayor participación y calidad- no siempre reciben la ayuda estatal prometida, mientras nuestro Teatro Nacional languidece.

Hace poco encontré una frase de Roberto Bolaño que decía: ‘Yo no creo en el exilio, sobre todo no creo en el exilio cuando esta palabra va junto a la palabra literatura.' Supongo que tendrá muchas lecturas, pero a mí me hizo reflexionar sobre nuestra realidad.

Somos un país joven pero con una historia riquísima y compleja. Una nación diversa cuya identidad –o identidades- necesitamos ver reflejadas en las artes visuales, en las piezas arqueológicas y antropológicas que dejaron nuestros antepasados (la tragedia del Museo Reina Torres de Arauz viene a la mente); en el cine, en la música y en la literatura, esa manifestación tan básica de un hombre que se expresa para alcanzar al otro, para escapar del cautiverio de su soledad y vencer el absurdo.

Bolaño conoció el exilio, pero llevó a Chile dentro y, al expresar su esencia, universalizó sus letras. Abandonar tu patria es desgarrador, pero sentirte exiliado en tu propio país a causa de un sistema educativo anquilosado y otro de cultura ineficaz o prácticamente inexistente que nos mantienen al margen de nosotros mismos, es un crimen contra todos los panameños que deja al descubierto la ilusión de un país de primer mundo que dista mucho de serlo.

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El hombre, un extraño en un universo sin luces

‘¿Cuál es, pues, ese sentimiento incalculable que priva al espíritu del sueño necesario para una vida? Un mundo que se puede explicar hasta con malas razones es todavía un mundo familiar. Pero, por el contrario, en un universo privado repentinamente de ilusiones y de luces, el hombre se siente extraño. Es un exilio sin remedio, pues está privado de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida. Tal divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decoración, es propiamente el sentimiento de lo absurdo.'

Albert Camus

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