Nuevas obras, nuevas miradas panameñas

Actualizado
  • 20/10/2019 00:00
Creado
  • 20/10/2019 00:00
Jhavier Romero, Arturo Wong, Danae Brugiati, Edduin González y Pedro Crenes, ganadores de la 77 edición de los premios Miró, ofrecen un pantallazo sobre sus obras, motivaciones y trayectorias
Arturo Wong, Danae Brugiati, Gabriel González, viceministro de Cultura, Pedro Crenes, Jhavier Romero y Daniel Domínguez, director de las Artes.

El más importante premio de las letras panameñas anunció sus ganadores para su septuagésimo séptima edición. El anuncio fue hecho a través de la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura, el pasado lunes 14 y el acto de premiación se llevó a cabo el viernes 18 de octubre.

La Estrella de Panamá conversó con los ganadores de cada categoría para conocer más sobre sus obras y pensamientos.

Teatro

Jhavier Romero fue el ganador en dramaturgia, con la obra “Sucede que me canso de ser hombre”.

Jhavier Romero

Romero, poeta, director de teatro, dramaturgo, músico y profesor de literatura, ha destacado, sobre todo, en el género poesía con el Premio Demetrio Herrera Sevillano en 2002, mención de honor en el Premio Gustavo Batista Cedeño en 2004 y 2006, Premio único en el Gustavo Batista Cedeño en 2009 y el Premio Esther María Osses en 2015. Este año logra reconocimiento en teatro.

“Para mí no hay diferencia entre poesía y teatro”, dice. “Son un mismo fenómeno que se expresa a través de diversos medios”, afirma.

El Miró representa para él “un impulso para continuar escribiendo y haciendo teatro al margen de los modelos y las modas que impone el sistema económico”.

De “Sucede que me canso de ser hombre”, el jurado destacó que “desarrolla con plenitud de recursos teatrales una historia íntima que crece poco a poco hasta abarcar un conflicto de identidad nacional”. En ella, su autor aborda “la violencia implícita en la idea de ser hombre, en la construcción de lo masculino. Y cómo esta idea ha permeado la dimensión política, social y personal, hasta llevar la vida en el planeta al borde del colapso. Incluso, cómo ha influido en nuestra noción de humanidad”. Para Romero, la supuesta superioridad humana frente a los animales y las plantas es “una conclusión derivada de la masculinidad patriarcal”.

Aunque considera que es muy pronto para establecer los aportes de esta pieza a la dramaturgia nacional, lo que él quisiera dejar es “un texto escénicamente efectivo, pero que también ofrece una lectura entrañable”.

El chorrerano considera que el texto teatral no es solo para ser representado en un escenario. También son apropiados para la lectura a solas. “Las obras de Lorca, Beckett, Tenesse Williams, Aristides Vargas, Chuchú Martínez, Babbot y Koltès son pletóricas en posibilidades escénicas y su lectura constituye una experiencia epifánica y esclarecedora”, asegura. Por eso “el teatro ha estado, está y estará siempre en mi agenda”, afirma.

Cuento

Arturo Wong Sagel, ganador en el género cuento, es dramaturgo, guionista, director, productor y actor de teatro, fotógrafo, artista plástico y docente. Este es su tercer Miró; los dos primeros los obtuvo en 2016, en las categorías poesía y teatro.

Arturo Wong Sagel

“El cuento es mi primer amor”, confiesa. Wong empezó a leer cuentos desde muy joven y también a escribirlos. “Leía y escribía historias sin parar. En el colegio, mientras mis profesores daban alguna clase que no me interesaba, me ponía a escribir en los cuadernos. Al final del año, antes de tirarlos tenía que revisar bien si no habían escritos míos allí”, recuerda. De hecho, tres cuentos de “Paisaje Clandestino”, su obra premiada, son de sus años escolares. “Por supuesto, después de muchísimas correcciones”, aclara.

Para el también actor de teatro, el cuento es un género muy difícil, porque maneja códigos puntuales. “Y después de mucho tiempo de estar trabajándolos, editándolos, reescribiéndolos y organizándolos, me di cuenta de que tenía varios libros y que uno de ellos podía competir. Y afortunadamente ganó”, cuenta.

A la pregunta de si se desenvuelve con igual facilidad en los géneros que maneja, Wong asevera que “no hay nada fácil en la literatura. Creo que cada obra tiene sus propias complicaciones y exigencias, dependiendo del tono y el estilo que la pieza necesite. Y así mismo cada género tiene sus propias demandas. Hay historias que no resisten el cuento, por eso las hago en teatro o viceversa y lo mismo pasa con el cine y la novela o el género que sea. Hay piezas que cuestan más que otras, independientemente del género en que las trabaje”.

¿De qué trata “Paisaje Clandestino”?

“Paisaje Clandestino” consta de 14 historias en torno a las islas y al mar; personajes envueltos en situaciones absurdas y mágicas en tiempos distintos dentro de un mismo espacio, y cómo se ven afectados por sus deseos, el entorno y las creencias de cada uno.

“Yo lo veo como una metáfora de nosotros mismos, como sociedad. Vivimos en el 2019, pero todavía nos manejamos con reglas vetustas que ni siquiera se pueden cuestionar. Y en el choque de esos dos universos o tiempos, hay un paisaje, pero clandestino”, explica.

Sobre lo que representará esta obra en el acervo de cuentos panameños, siendo el género más popular, el escritor no se atreve a aventurar. “Por lo pronto, me gustaría que se publicara y que sea leído”.

Habiendo abordado tres géneros, la pregunta es si incursionará en novela o ensayo. “No lo sé”, responde. “Todo dependerá de la cebada de la próxima historia”.

Novela

Pedro Crenes escribe novela y cuento. Una de sus obras, “Microndo”, la dedicó a microficciones. Ganó el Miró en categoría cuento, con “Cómo ser Charles Atlas” en 2018. Este año logra el galardón con la novela “Crónicas del solar”.

Pedro Crenes

“Creo que cada historia pide un género. Recuerdo las charlas con mi editor José Luis Torres Vitolas cuando preparábamos la publicación de 'Microndo': cada palabra, cada coma, cada letra casi tenía que ser debatida y colocada en su justa medida para que la historia —lo más importante a la hora de escribir— estuviese redonda. Por eso estoy convencido de que cada género es una delicia en sí mismo en función de lo que necesite la historia que queremos contar”, sostiene.

El jurado destacó en la obra “la profundidad filosófica y simbólica de la novela para narrar el paso de la infancia a la vida adulta de un adolescente en un barrio popular de la ciudad de Panamá”.

Crenes admite que “esta historia nace de un deseo, el de cambiar la infancia que viví. Decidí entonces que mi pasado podía ser material de construcción para una vida que sí me habría gustado vivir. Y no es que la mía fuese la peor infancia, pero yo quería otra, en la cual reparar mis carencias y homenajear a mi barrio, Calidonia, 'La Cuchilla', ese universo en el centro del mundo”.

El poder del destino es cuestionado por el autor, para quien “ es solo un punto de llegada que no es necesariamente un final o algo totalizador de las existencias (...) algunos quieren verlo como algo negativo, dicen que está escrito, pero lo cierto es que el destino cambia cada vez que decidimos doblar una esquina y no otra”, medita.

Para el autor, el destino es “tomar decisiones, mejores o peores, más o menos fáciles, pero toca dar vuelta a la esquina y afrontar el camino”.

Al igual que el primer Miró que recibiera el año pasado, para Crenes este representa un incentivo y una responsabilidad. “Motiva ver que lo que escribes tiene relevancia y pertinencia para otros que están lejos de tu propia mirada. No hay escritor sin lector. Y es también una responsabilidad, la de seguir trabajando, la de seguir mejorando. Los premios no hacen mejores a los escritores, pero qué duda cabe que siempre son motivo de alegría”.

Ensayo

Escritora y docente, Danae Brugiati es la única ganadora mujer en el certamen 2019. Coincidentemente, el tema de su obra son las mujeres.

Danae Brugiati

“El camino hasta aquí ha sido allanado por muchas otras mujeres no solo en la literatura, sino en muchos otros campos del conocimiento. Aunque en los resultados del certamen este año soy solo una entre los cinco, en realidad esa proporción es mucho mayor, pues son muchas las mujeres que producen literatura en estos días en Panamá, y a quienes me honra representar”, matiza.

Su ensayo ganador, “Mestizaje: mujeres y mitos”, constituyó para el jurado “un esfuerzo meritorio de investigación histórica encaminado a develar el papel de las mujeres en los procesos culturales y de poblamiento del Nuevo Mundo, con especial énfasis en el Caribe y América Central”.

“Las mujeres tradicionalmente han sido relegadas a un lugar secundario, quedando su papel limitado a la vida familiar, el cuidado de los hijos y las labores domésticas, tanto que se condenaba, de un modo u otro, toda conducta que no implicara quedarse encerrada en su hogar al servicio de su familia. En el intento por destacar lo contrario, en la obra se recuerda a muchas mujeres, tanto indígenas como europeas, que durante el periodo de choque cultural y económico entre España y América sobresalieron por su arrojo y liderazgo, de paso borrando la imagen de la mujer forjada por siglos de mitos alrededor de esas figuras heroicas”, confirma Brugiati.

El cuento es el género en el que Brugiati ha incursionado con mayor frecuencia, “valiéndome de la misma acuciosa investigación sobre personajes y eventos, más allá de lo que la ficción me lleve a hacer de ellos entes subjetivos y en gran parte imaginarios”.

Ha publicado dos libros de cuentos, mientras que en ensayo, además de “Textos luminosos” (Mitosis, 2016), colección de ensayos sobre autores panameños actuales, han aparecido breves críticas literarias en la Revista Maga (Panamá) y La Zebra (El Salvador), donde proporciona información y análisis sobre obras del quehacer literario contemporáneo en Panamá.

“Probablemente me siento cómoda con este género, pues es como contar historias, a diferencia de que, en este caso, son verdaderas”, dice.

También ha explorado la poesía en varias antologías.

Brugiati empezó a escribir formalmente hace poco. “Cada día descubrimos algo en el mundo que nos rodea y tardé en descubrir esa destreza. No es mi caso el de una precocidad literaria que se da en algunos escritores extraordinarios, sino el de aquellos que han tardado mucho en empezar a escribir y más todavía en ser publicados, tal es el caso de José Saramago, por mencionar a alguno. Esto nos lleva a aseverar que no hay edad para comenzar a escribir y siendo la escritura un proceso maduro que evoluciona hasta convertirse en la obra literaria, quizás si empezaba antes no hubiese sido posible para mí hacerlo bien, pues antes no tenía la virtud de la paciencia”.

Poesía

Edduin González Alarcón, quien reside en París desde 2005, fue premiado por el poemario “Camila”. “El nombre es un guiño a una amiga francesa que considero escritora y su nombre es Camille”, revela el autor. Camila es el personaje principal de la obra que González ha escrito en primera persona. “Es un personaje femenino que vive en Panamá y es el personaje el que habla y se descubre. Quise que la obra fuera lo más local posible, habla de la ciudad, pero sobre todo, del campo, del interior. Explora el pensamiento, las emociones físicas, el paisaje en Panamá. Sobre todo, es una obra introspectiva”, destaca.

Edduin González Alarcón

El jurado determinó que la obra de González tiene una poesía desnuda, jugada con un riesgo de alto vuelo, sostenida con una profunda conmoción y expresada con un lenguaje certero y desollado”.

Sobre el galardón, el poeta asegura estar “contento, orgulloso de haber ganado este premio literario, el más importante, el de más prestigio y que ha ganado gente con mucho talento. Es un concurso que te permite darle una proyección a tu obra y publicarla”.

“Camila” es un trabajo que González Alarcón escribió entre enero y mayo de este año. “Hubo mucho de revisión, mucho trabajo de corrección. Y es importante que la obra vea la luz. La publicación puede ser un punto de giro para el escritor”, apunta.

Edduin González decidió dedicarse a escribir como un oficio en 1996. Sus trabajos solo eran vistos por sus amigos más cercanos. En 1999 quiso participar en el concurso León A. Soto, obteniendo el primer lugar. En 2003 ganó el concurso de Arte Contemporáneo Habitart con una propuesta que incluía el performance.

“En algún momento me topé con la poesía. Y la poesía te conduce, no es al revés”, comenta. La lectura de poemas, recomendaciones de amigos que tenían esa pasión, así como la música, el cine, las experiencias, lo fueron llevando al poema. “Siendo adolescente me gustaba escuchar y todavía escucho las décimas de Miguelito Rivera, Moyo Cisnero, Prudencio Ramos, Bebito Vargas, Lily Samaniego… interpretan temas escritos por poetas que hacen respirar un poco el terruño”. Y eso ha sido importante, ya que González vive en Francia desde 2005.

“Todas las experiencias se transforman con la escritura y en este poemario, estando lejos, todo venía por un sentimiento que vas escuchando, interpretando, transformando, inventando con la memoria. Surgen sentimientos que me provoca el Panamá donde sucede la historia. Por eso quise que el personaje fuera local”, se explaya.

Y en París, donde reside el poeta, ha encontrado otro oficio que, así como la poesía, lo cautiva. “Con los quesos fue un poco como con la poesía, no fue planificado. Un día te topas con alguien y descubres la fuerza de la poesía y con los quesos fue igual, alguien te la transmite. Además de lo que representa los quesos aquí; son patrimonio histórico, gastronómico… cada queso cuenta la historia de un paisaje, una tierra, un animal, un clima… parte del perfil gustativo que pueda darte el queso transmite una emoción, una energía, un terruño y una manera artesanal de fabricación que desarrolla el quesero”, afirma.

Luego de conocer a alguien que trabajaba como quesero y que esta persona le contara sobre su pasión, González decidió aprender el oficio y se inscribió en una escuela donde se formó por un año.

“Trabajo en una tienda de quesos, quizá una de las mejores, es la Fromagerie Laurent Dubois, en el Barrio Latino, el barrio donde sucede 'El perseguidor', cuento de Cortázar. En ese trabajo me llevo bien con la clientela, y parte de esa clientela son gente de letras, escritores, artistas, filósofos, intelectuales y tengo con ellos un intercambio de libros y de ideas. Trabajo con los quesos desde hace siete años y es un trabajo que me gusta y me acerca a una manera de trabajar y de transmitir un amor por el producto”, igual con la poesía.

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