Nueva Orleans por dentro

Actualizado
  • 21/12/2019 00:00
Creado
  • 21/12/2019 00:00
Parte del encanto de las viejas casas de madera o algunas con muros de ladrillo y otras técnicas es que las puertas, ventanas y otros detalles a menudo están descuadrados por la edad. Calles y predios del French Quarter han mantenido su nomenclatura
Nueva Orleans por dentro

Una larga nota del solo de trompeta resuena por el salón a media luz. Unas cincuenta personas se deleitan en la música, aplauden, sonríen, cierran los ojos para escuchar. Están sentados en hileras de bancos, las primeras filas, en almohadillas en el piso, algunas sillas enfilan las paredes y al fondo hay espacio donde mirar de pie y una pequeña tarima para que alcancen los últimos a ver el conjunto. Todo parece hacerse al mínimo requerido, la iluminación, amoblamiento, hasta el mantenimiento del histórico recinto. La música, en cambio, no se limita. Toca la “Preservation Hall Jazz Band” compuesta por dos saxofones, trombón, trompeta, piano, batería y contrabajo. El lugar es una pequeña máquina de disfrutar el jazz. Así hay también otros lugares dedicados a la cocina, literatura, el café, los cócteles, todo lo bueno de la vida, donde lo demás es secundario. Le apodan “The Big Easy” y ella sabe concentrarse en lo esencial.

El paisaje de ciudad nos resulta familiar a los panameños. El trazado de las calles en cuadrícula como en el Casco Viejo. La mezcla de culturas francesa, española, estadounidense, africana. Hay detalles, balcones, casas, manzanas enteras que dan una sensación de ser conocidas. Tristemente también el legado de la desigualdad y segregación nos hace sentir en casa. Las leyes del Estado de Luisiana, cuyo código civil se basa en el código napoleónico, son las que regían en la antigua Zona del Canal. Estando aquí sentimos que algo nos resulta familiar, algo llevamos dentro.

A la Plaza Jackson, antigua Place D'armes, y que en su momento se llamó también Plaza de Armas, se le conoce como Vieux Carré (Vieja Plaza) y este es el nombre que toma el French Quarter entre los barrios históricos. La plaza tiene en un extremo a la Catedral y el museo del Cabildo y en el opuesto, cruzando la calle Decatur, el Café du Monde, grandes instituciones de la ciudad.

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Aquí el café se toma con achicoria y acompañado de beignets, deliciosas frituras de masa de hojaldre bañadas en azúcar glas.

A Bourbon Street se le conoce por sus bares, restaurantes y actividad nocturna. Cócteles como el huracán o la granada de mano se toman no solo en las barras, sino también caminando por la calle. A las cinco de la tarde ya se ve algunos que no parece que durarán media hora más en pie. Royal Street es célebre por sus músicos callejeros, entre ellos se destaca Doreen Ketchens, quien canta y toca el clarinete divinamente, se presenta semanalmente en la esquina con calle St. Peters hace treinta años, pero no es la calle su único escenario; ha tocado frente a cuatro presidentes de los Estados Unidos. Entre las muchas tiendas hay galerías, novedades, bisutería y por todas partes se ven tiendas especializadas en artículos para el vudú.

Parte del encanto de las viejas casas de madera, o algunas con muros de ladrillo y otras técnicas es que las puertas, ventanas y otros detalles a menudo están descuadrados por la edad. A diferencia del Casco Antiguo, las calles y predios del French Quarter han mantenido su nomenclatura y están muy bien señalizadas, tanto que en algunos lugares el nombre de la calle está no solo en letreros, sino en mosaicos incrustados en la acera. En la 632-1/2 de St. Peter Street vivía Tennessee Williams cuando escribió Streetcar Named Desire. En esta zona céntrica se aprecia el culto a la excelencia en la ciudad y se disfruta sobre todo por dentro, un restaurante tiene fila afuera y el de al lado apenas unos pocos comensales o está vacío, lo mismo ocurre con la música y otros campos. Pero no todos los atractivos están en el centro.

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Desde las cadenas reconocidas de hoteles en el Distrito Central de Negocios (CBD, por sus siglas en inglés) se puede caminar hacia el sol de la mañana y llegar al paseo a lo largo del río, una hermosa manera de hacer el camino hacia el French Quarter, es el barrio más conocido por dar licencia para portarse mal y por su carácter patrimonial. Al cruzar la calle Canal, que los divide, los nombres de las calles cambian del inglés al francés. Hay rutas cortas, pero también la movilidad está hecha para dar opciones al paseante que no todas sean las más prácticas.

Al cruzar la amplia calle St. Charles, además de caminar, puede uno moverse en tranvía, en taxi-bicicleta, tomar un recorrido en bus turístico o carreta tirada por mula.

Para articular los distintos modos de transporte a escala metropolitana existe la Regional Transit Authority, entre cuyos programas recientes ha estado reactivar la red de tranvías, que brindan gran facilidad y atractivo al turista y cuenta con la línea ferroviaria de más larga operación continua en su país, el tranvía de St. Charles, desde 1835.

El sistema de buses y tranvías permite moverse sin mayor problema entre el centro y las afueras, pasando en el camino por algunos hermosos barrios residenciales.

En las afueras se puede visitar: el Garden District, 20 minutos hacia el Este; y el Museo de Arte de Nueva Orleans, 15 minutos hacia el Noreste por Esplanade Ave. y rodeado por el jardín botánico, el Museo de los Niños, los predios de la feria local, entre otras instalaciones públicas del City Park que permiten tener un panorama más completo de la ciudad.

Como en otras ciudades, las autopistas se convierten en barreras de acceso y contaminación para la vista, el oído y la calidad del aire, entran en conflicto con la caminabilidad de los barrios y centros de negocios, con los frentes de calles y edificios patrimoniales.

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A través de iniciativas vecinales y sectores académicos se logró demoler la rampa de acceso a la autopista I10 en Camp Street en 1994. El proyecto de vivienda asequible Saint Thomas se propuso la difícil tarea de reconciliar la vivienda social con la conservación del carácter de los vecindarios históricos.

En toda la ciudad se manifiesta el orgullo cívico al conservar la herrería, madera y detalles de las casas. En el centro adornan con plantas sus balcones y en los barrios residenciales, sus jardines.

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Como en la mayoría de las ciudades, existe una tensión entre las necesidades de cultivar la memoria y renovarse, esta solo logra ser balanceada cuando las organizaciones vecinales cuentan con líderes conocedores y conscientes de los atributos patrimoniales y los defienden. Se dice que las ciudades portuarias se abren al mundo mientras que las que están tierra adentro son más introvertidas. Esta es otra similitud entre Panamá y Nueva Orleans y tenemos mucho que aprender de ella.

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