De mitos y monstruos

Actualizado
  • 13/09/2020 00:00
Creado
  • 13/09/2020 00:00
En Japón se conoce como 'yokai' a todo tipo de entidades extrañas, apariciones, sean fenómenos naturales o no. Son seres fantásticos que enriquecen la mitología japonesa y que han trascendido hasta nuestros días gracias al manga y al anime
Ohaguro bettari

Cuando pensamos en monstruos se nos vienen a la cabeza los típicos Frankenstein, Drácula o el de la Laguna Negra, aunque casi todos los países o regiones tienen entre sus leyendas o mitologías seres que acechan con muy malas intenciones, sin embargo, en cuanto a cantidad y variedad, los yokai japoneses son punto y aparte, y hoy diremos porqué.

Monstruos en Japón

Yokai es la palabra que se usa para definir a todo tipo de entidades extrañas, apariciones, fenómenos naturales o no en Japón; recordemos que su población era animista y su principal religión, el sintoísmo, se basa en esos principios, por lo que cualquier fenómeno natural desconocido, objeto inanimado e incluso animales, se considera que poseen su kami –espíritu, dios o alma–. Tanto es así que existen ceremonias sintoístas especiales para apaciguar el espíritu de los objetos de uso diario, cuando hay que deshacerse de ellos, para evitar que se “enoje” o “busque venganza” contra su dueño.

Tsukumogami

La principal diferencia con sus primos occidentales es que estos “monstruos” no son buenos o malos, actúan a su arbitrio y se cree que tienen dos facetas, ara-mitama –el amable– y nigi-mitama –el enojado–. Uno de los más conocidos de Japón es el kappa, habita ríos y lagos, tiene una caparazón como las tortugas y un hueco como el de un plato hondo en la cabeza. Se le atribuyen los ahogamientos de personas, a quienes arrastra hacia las profundidades, pero también existen situaciones en que ayudan a los humanos.

Estos seres fantásticos aparecen en la mitología japonesa en el siglo XIII de nuestra era. –Período Kamakura– Existen más de mil trescientas criaturas catalogadas y estudiadas –desde el punto de vista folclórico– por el Centro internacional de investigación de estudios japoneses en Kioto, dirigido por Komatsu Kasuhito, prolífico autor y estudioso, quien asegura que “cosas que en la actualidad no consideramos vivas como montañas o ríos, tienen un espíritu que habita en ellas. Así todos los objetos tienen conciencia, por lo que una mesa o silla podría convertirse en un yokai”.

Fantasma de Koheiji, ilustración de Katsushika Hokusai
Un poco de historia

Para el siglo XVI –períodos Muromachi y Azuchi-Momoyama– las ilustraciones de yokai habían proliferado en todo Japón, era una forma de vencer el miedo al familiarizarse con ellos; dos siglos después estaban completamente arraigados en la población, gracias al libro El desfile nocturno de cien demonios de Toriyama Sekien, que cuenta con más de 50 imágenes individuales. En esa misma época aparecieron en juegos tipo tarjetas y en juegos de mesa para niños.

En la actualidad los yokai son parte de la cultura popular gracias al manga y luego al anime de Mizuki Shigeru “GeGeGe no Kitaro”, de mediados del siglo pasado y, más recientemente, por el videojuego “Yokai watch”, del que surgió un manga, un anime y gran variedad de juguetes y mercancías coleccionables.

Mizuki Shigeru, con su creación

Según Komatsu se ha descontextualizado de su ambiente, “al enmarcarlos [refiriéndose a las ilustraciones], los hicimos predecibles y cuando los alejamos de sus cuentos originales, los yokai se volvieron una figura humorística y encantadora”.

Debido a la gran cantidad se ha tratado de categorizarlas y subcategorizarlas; nosotros explicaremos las ocho que nos parecen más generalistas.

Los yurei son el equivalente a nuestros fantasmas, buscan venganza debido a que se les hizo algo mientras estaban vivos, lo que los diferencia de los occidentales es que no tienen pies. Los yamauba podrían equipararse a las brujas del bosque, presentan una apariencia bonita hasta atrapar a sus víctimas y luego revelar su forma horripilante. La traducción literal de kintaro es “niño dorado”, un niño de fuerza sobrenatural que ha crecido en el bosque y puede comunicarse con los animales. En Panamá pueden tener parecido con los duendes. El rokurokubi es una persona cuyo cuello crece desmesuradamente en las noches o su cabeza se separa y flota en el aire. Los obake son criaturas que pueden transformarse en humanos. En la mitología japonesa existen animales como las zorras, los gatos o los tanuki –perros mapache– que pueden hacerlo, además de los oni –ogros–, demonios y algunas plantas. Los kappa serían como demonios de ríos, en algunas representaciones tienen cualidades antropomórficas, se dice que les gusta el sumo –lucha japonesa–, comer pepinillos y que siempre mantienen su palabra. Los tengu son pájaros monstruosos, también se transforman en humanos, pero con una nariz desproporcionadamente grande, uno de los más famosos es Yubaba, propietaria de la casa de baño en la película de Estudio Ghibli, El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no Kamikakushi, 2001) y finalmente, los tsukumogami son todos los objetos cotidianos que al llegar a los 100 años de edad toman consciencia de sí mismos.

Estatua de GeGeGe no Kitaro

Si le interesa el tema yokai, le recomendamos tres películas animadas que valen la pena: El viaje de Chihiro, Pom Poko o La guerra de los mapaches (Heisei Tanuki Gassen Ponpoko, 1994) y Paprika (2006). Si prefiere las películas con actores reales, la trilogía Yokai Monsters (Yokai Hyaku Monogatari, 1968; Yokai Daisenso, 1968 y Tokaido Obake Dochu, 1969) representa de forma muy acertada una gran cantidad de estos seres, ¡trate usted de categorizarlos!

Diversas tecnologías han internacionalizado la cultura y los monstruos han cruzado las fronteras. Diversos autores les han adaptando a historias y cuentos en sus países como forma de entretenimiento, pero no hay que tomárselos muy a la ligera, antes de mudarnos nuestra familia descubrió las andanzas de un tenjo-name en la nueva residencia, por suerte, con la ayuda de unos cuántos químicos, pudimos deshacer sus trastadas.

El autor es catedrático de la Universidad de Panamá y doctor en comunicación audiovisual y publicidad.
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