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- 03/01/2020 00:00

Las modernas corrientes culturales se fundamentan en la solidaridad, fraternidad y sororidad como valores éticos, pero además, son mecanismos que permiten su promoción y cultivo como parte de una nueva cultura de género.
Hemos oído hablar siempre de solidaridad y fraternidad, mas no de sororidad, término que ha empezado a utilizarse más recientemente. Sororidad es un término utilizado en ámbitos feministas y hace referencia a la relación de solidaridad que se da entre mujeres en la lucha por su empoderamiento. Encontramos su origen en el movimiento feminista que se dio en Estados Unidos el siglo pasado, durante la década de 1970.
La solidaridad representa la adhesión circunstancial a la causa de otra o de otras personas (sean hombres o mujeres), o la que se da entre pueblos o entre gobiernos, en tanto que la fraternidad, es la solidaridad específica entre hermanos o entre hombres que se tratan como tales, mientras que la sororidad es la solidaridad específica entre hermanas o entre mujeres. Las mujeres comprenden que es más satisfactorio unirse, aliarse, porque en conjunto pueden lograr más en una lucha que en solitario.
Un estudio publicado hace ya algunos años por la Universidad de Los Ángeles, California, señala que la amistad entre mujeres es realmente especial, ya que las amigas contribuyen al fortalecimiento de la identidad y protección de nuestro futuro. El estudio sobre la salud indica que las amigas curan, que ayudan a vivir más y mejor, que entre más amigas se tengan, mayor es la probabilidad de llegar a la vejez sin problemas físicos, llevando una vida plena y saludable, y que la amistad entre mujeres representa una fuente de fuerza, bienestar, alegría y salud.
La autora mexicana Marcela Lagarde define sororidad como “una forma cómplice de actuar entre mujeres” y considera que es “una propuesta política” para que las mujeres se alíen, trabajen juntas y encabecen los movimientos. Señala que: “La sororidad es una solidaridad específica, la que se da entre las mujeres que por encima de sus diferencias y antagonismos, se deciden a desterrar la misoginia y sumar esfuerzos, voluntades y capacidades, y pactan asociarse para potenciar su poderío y eliminar el patriarcalismo de sus vidas y del mundo. La sororidad es en sí misma un potencial y una fuerza política, porque trastoca un pilar patriarcal: la prohibición de la alianza de las mujeres y permite enfrentar la enemistad genérica, que patriarcalmente estimula entre las mujeres la competencia, la descalificación y el daño”.
Por tanto, la solidaridad y la sororidad forman parte de la cultura feminista. El mundo moderno debe asumir sin temores el feminismo, que a pesar de sus detractores que lo acusan de radical, ha logrado grandes transformaciones sociales. Y es que si ser radical es luchar por mejorar la condición de vida de millones de mujeres; si ser radical es luchar por promover relaciones entre hombres y mujeres, basadas en la equidad, la justicia social, la paz, la democracia y la igualdad de derechos y oportunidades; si ser radical es luchar por la construcción equitativa de la dignidad humana y la emancipación de las mujeres, entonces, bendito sea el radicalismo.
Las mujeres tenemos que empezar a desaprender los aspectos negativos que nos dividen, para aprender entonces el camino de la sororidad entre nosotras. Tenemos que aprender a conocer nuestras virtudes, nuestras potencialidades, pero a la vez, tenemos que aprender a desechar y a corregir nuestros múltiples defectos.
Ciertamente, resulta más agradable y fácil, hablar de las virtudes. Sin embargo, casi siempre, aunque nos resulte difícil admitirlo, no hacemos otra cosa que buscar, encontrar y hablar sobre los defectos de los demás; defectos que nos impiden crecer como seres humanos, a saber, el egoísmo, la envidia y la rivalidad, que practican diariamente no solo las mujeres, sino también los hombres. Cuando aprendamos a de-construir esos defectos y a desecharlos de nuestras vidas, no solo habremos aprendido a ser solidarias, fraternas y sororales, sino que habremos avanzado hacia la realización de una cultura superior, de una nueva cultura de género, equitativa y democrática para toda la humanidad.
La sororidad es clave, supone una nueva forma de mirar a las mujeres que te rodean, desde el respeto, el cuidado mutuo y creando redes para cambiar las estructuras de poder. “Comportarse con sororidad es básicamente pensar que tienes elementos de opresión en común con las mujeres que tienes a tu alrededor”, así lo define la periodista y humorista Nerea Pérez de las Heras, para quien las mujeres son “naturalmente colaboradoras” y “naturalmente amigas”.
La autora es abogada y escritora.