Un legado: la Academia Colombiana de la Lengua y su huella en América

Actualizado
  • 13/05/2021 00:00
Creado
  • 13/05/2021 00:00
Después de 150 años de fundada la primera academia americana de la lengua, reconocemos el trabajo de las academias, que han intentado eliminar barreras y límites mediante las tecnologías de la información y la comunicación según la época
La Academia Colombiana de la Lengua nace formalmente el 10 de mayo de 1871.

El 10 de mayo de 1871 fue fundada la Academia Colombiana de la Lengua, decana de las academias de América. Tras la aprobación de una política de la Real Academia Española (RAE) para el ingreso de otras corporaciones, la primera que se incorpora es Colombia, tras cumplir los requisitos.

Si pensamos aquel panorama desde Madrid, nos queda claro que una institución allende el océano reconocía el fino trabajo del diccionario de autoridades, de la gramática española y de la ortografía del español terminado por la RAE en el siglo XVIII. Si lo pensamos desde América, en 1847, Andrés Bello había publicado la gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Y en Bogotá, D. Rufino José Cuervo iniciaba en 1872 un diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, que fue finalizado en el siglo XX en el Instituto Caro y Cuervo. Comprendían que había diversidad.

Lo cierto es que el movimiento de Colombia caló, y el número de academias americanas de la lengua española, que a finales del siglo XIX eran ocho, aumentó en los siglos XX y XXI. Hoy, 23 academias integran la Asociación de Academias de la Lengua (Asale).

Según el orden temporal de fundación de las academias, la panameña ocupa el número 10. En los actos formales se respeta un orden: la primera es la Academia Colombiana. Es la decana. Continúan, según la fecha de fundación, Ecuador, México, El Salvador, Venezuela, Chile, Perú, Guatemala, Costa Rica, Filipina y Panamá, que ingresa el 12 de mayo de 1926. Y luego siguen Cuba, que ingresa también en 1926, y 12 academias más.

El trabajo académico hoy se sostiene en una política lingüística que implica colaboración, igualdad y responsabilidad común en las obras que sustentan la unidad de nuestro idioma en su rica diversidad. ¿Cuál sería el propósito final? ¿Tal vez el estudio formal y académico de la lengua sin mayores implicaciones? ¿O quizá la formación de un ciudadano con criterio, capaz de moverse en un mundo múltiple?

Unidad y diversidad

En aquella fecha de fundación (1871), andaba por las mentes la idea propia del último tercio del siglo XIX: una babel de culturas y lenguas amerindias, africanas y europeas podrían causar una debacle lingüística, y, tras el crecimiento de grietas gramaticales, fonológicas, léxicas y de otra naturaleza, en el futuro tal vez no nos entenderíamos por una quebradura interna de la lengua española. Perderíamos el vínculo cultural y cada pueblo se retiraría al encierro de su propio mundo.

En aquel momento, 1871, Colombia ponía el hombro para la construcción del andamiaje que hoy nos sirve para proclamar las palabras y los modos propios del español de 23 países que conforman la Asociación de Academias. Hoy afirmamos que el español es una lengua maciza, aunque diversa, y nos sirve para que nos pensemos los hablantes a nosotros mismos, aunque revestidos de toda la gama cultural que sustentamos en la caudalosa diversidad del mundo americano.

La Asale

En 1950, el presidente Miguel Alemán, de México, invitó a las academias a conformar la Asociación de Academias. En 1960, los representantes de los países americanos, reunidos en Bogotá, firmaron un acuerdo para sostener las academias en sus respectivos países. Todos tienen, desde entonces, el compromiso de cuidar esta múltiple institución. Digo algo más: tras estos hechos y fechas, identifico una concepción del mundo, un saber cultural, un pensamiento que se expresa en lengua española y que solicita unidad para la comprensión. Venimos de la convivencia con múltiples lenguas y ricas variedades culturales, mostramos un léxico diverso, los hablantes y sus contextos lingüísticos y situacionales son variados. Cuando escribimos, necesitamos una sintaxis coherente y una ortografía y redacción que nos permitan que todos nos entendamos.

Por lo mismo, se debe saber leer, aunque hoy suene muy atractiva la comunicación oral. Un coloquio permanente en las mismas situaciones no ofrece oportunidades al pensamiento. Hay que mover el nivel del coloquio hacia la lectura y escritura.

La literatura y los estudios lingüísticos (que son procedimientos científicos) forman parte de la cultura, y en la medida en que todos tengamos la posibilidad de acceder a otra cultura cuyo fin sea observar que hay cercanías entre las letras, las ciencias y el mundo etéreo de las redes, seremos mejores lectores de palabras y de vidas.

Lo cierto es que, en todo esto se adivina una evolución social que exige un encuentro con la ciencia y con la historia. La competencia social y ciudadana se reconocen y sopesan sus valores, y las academias lo saben. La literatura y los estudios lingüísticos (que son procedimientos científicos) forman parte de la cultura, y en la medida en que todos tengamos la posibilidad de acceder a otra cultura cuyo fin sea observar que hay cercanías entre las letras, las ciencias y el mundo etéreo de las redes, seremos mejores lectores de palabras y de vidas. De todo esto procede el enorme trabajo de las academias, que comenzó en América en Santa Fe de Bogotá.

Ahora bien. Esta historia no está escrita en piedra. Las rutas están marcadas mediante múltiples medios tecnológicos que nos dan oportunidades. Los diccionarios, las gramáticas, la ortografía, la literatura, la investigación cultural en español, están a la orden del interesado donde quiera. Pero se nota que hay una preferencia por la comunicación hablada, y vamos confirmando que, finalmente, nos encanta que nos cuenten historias.

El 10 de mayo de 2021, después de 150 años de fundada la primera academia americana de la lengua, vale llamar la atención sobre el trabajo enorme de las academias, que han intentado eliminar barreras y límites mediante las tecnologías de la información y la comunicación, según la época. Y digo que no es malo que nos conduzcan al aprendizaje de cómo aprender, para continuar aprendiendo hasta el fin de la vida: leyendo o escuchando.

Por otro lado, los fundadores de la primera academia americana ni soñaron con otro elemento que hoy nos acompaña: la imagen. Que ella sirva al proceso del aprendizaje permanente.

Si el propósito académico persigue hoy la formación de un ciudadano con criterio porque las redes sociales mueven multitudes y hay que mostrarlo, entremos en este campo de la dirección de la lectura. Ya contamos con diccionarios, gramáticas, ortografía y obras literarias en línea. Se puede ingresar a la Academia Colombiana de la Lengua en la siguiente dirección: https://www.academiacolombianadelalengua.co/ y a la Academia Panameña de la Lengua en la siguiente: https://aplengua.org.pa/

Que no nos cohíba la situación que hoy vive Colombia: el 10 de mayo de 2021 se cumplió el sesquicentenario de la fundación de la primera academia de la lengua americana en Bogotá. No podemos olvidarlo.

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