• 17/10/2021 00:00

Caminantes

No sean ingenuos, por favor, y traten de mirar más allá de sus empolvadas narices, que el mundo es ancho y ajeno. El mundo es rudo, y la gente allá afuera tira puño y patada tratando de sobrevivir

Hace unos días, el equipo del señor que afirmó (dedo índice de la mano diestra extendido en posición admonitoria y gesto ocular inquisitivo y demandante) que se merece un carro nuevo porque para eso él nos representa, sacó en sus redes sociales un arte en el cual se congratulaban todos del gran apoyo que tiene de la ciudadanía porque habían conseguido más de cinco mil nuevos adláteres caminando al son que el tipo toca.

No voy a meterme aquí con el desastre ortosintáctico que se hizo en ese arte, aunque los diseñadores gráficos y los aspirantes a serlo debieran entender que las normas ortográficas son necesarias para que no te asoleen en las redes tachándote de analfaburro. No voy a meterme aquí con la cantidad de dinero que sin duda salió de nuestros impuestos para hacer ese mojón; no voy a desarrollar lo que pienso de los que lo cobran y de los que lo pagan, pero no podía dejar de mencionar el mucho asco que me dan ambos grupos, en fin, que no es de eso de lo que quiero hablarles.

De lo que quiero hablarles es, una vez más del descoyunte que sufren cientos de miles de personas en este país, entre lo que ellos creen que es la realidad y la real de la leyenda que es mucho más triste y más obscura. Mucho más retorcida y mundanal.

Hace unos días leí un tuit en el que un alma cándida afirmaba que era mentira que los políticos estuvieran tan seguros en sus curules, que no había más que ver el rechazo que se veía que los usuarios de las redes sociales les tenía. Y a mí me dio tal ataque de risa que se me empañaron los ojos con las lágrimas y tuve que limpiar la pantalla de mi celular de los goterones salados que cayeron sobre ella. Porque de verdad en este mundo aún hay gente tan ingenua que se cree que el mundo digital es el mundo real y que piensa en serio que la gente en las redes nunca miente, que lo que afirman en sus muros es lo que piensan de verdad y que el mundo digital refleja lo que las personas hacen en la realidad de su día a día.

Es más, yo sigo alucinando con los pobres opinadores que, ante el exabrupto de dos personalidades de la política del patio limoso, ellos se creían que eso no estaba tan coreografiado como un episodio de la doctora Polo. ¿En serio se piensa que ese en tremés estaba dirigido a usted, caballero, que lo ve desde su den, confortablemente arrellanado en su sofá con su traguito frío después de un día de trabajo? Señora, ¿en serio se cree que ese bochornoso espectáculo estaba dirigido a usted, que revisa internet mientras la manicurista le pinta cuidadosamente las uñas en una delicada french? No sean ingenuos, por favor, y traten de mirar más allá de sus empolvadas narices, que el mundo es ancho y ajeno. El mundo es rudo, y la gente allá afuera tira puño y patada tratando de sobrevivir. En el mundo real, allá afuera, los pleitos se resuelven a manotazos, (o a tiros) y la sangre rubrica la victoria o la derrota.

Ese espectáculo, estimados, estaba destinado a los que desde la casa jaleaban gritando, “¡Eso!, ¡dale, chucha, dale otro!, ¡por maricón!”. Y es ese inmenso grupo de panameños, esos que no tienen redes ni les interesa tenerlas, esos a los que la vida no les da tiempo para consideraciones morales ni pajas mentales, esos son los que quitan y ponen presidente.

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