• 30/01/2022 00:00

Genuflexión

El creer en Dios (...) como elemento para definir si hay que votar o no por un candidato, eso es lo que me está pateando la boca del estómago.

Había una cosa que me cabreaba sobremanera durante mis trece años en el colegio, (digo, me cabreaban muchísimas cosas, pero esta es una de las que más), y era la insistencia en que nos arrodillásemos en la consagración durante la celebración de la Eucaristía. Que sí, que lo sé, que la Santa Madre Iglesia lo considera obligatorio siempre y cuando el fiel no tenga algún problema de movilidad que se lo impida, y si es así, debe realizar una profunda reverencia cuando el sacerdote eleva la hostia para que la transustanciación se lleve a cabo. Que sí, que lo sé. Pero no lo soporto. Llámenme soberbia, si desean, me importa un carajo, al fin y al cabo, mis pecados capitales son algo entre el dios de Israel y yo, y ya si eso ajustaré cuentas con Él, que nadie tiene la obligación de salvarme a mi pesar.

Y estarán ustedes pensando ¿qué moscardón le ha picado a esta loba loca hoy?, pues el arrodillarse ante Dios, señores, el creer en Dios, colegas, como elemento para definir si hay que votar o no por un candidato, eso es lo que me está pateando la boca del estómago.

Llámenme ingenua, si lo desean, pero es que creo que lo de usar las creencias en Dios de los candidatos como elemento calibrador de la confianza, o no, que debemos depositar en ellos con nuestro voto, hasta el momento nos ha ido bastante regulinchis en este país, ¿no creen?

Porque hemos tenido de todo, desde los que han ido a pedir que descendiera sobre ellos el Espíritu Santo con jamalajís y balbuceos en lenguas, hasta los que gastaron la intemerata trayendo al Santo Padre para ganar el jubileo y lograr el perdón de todos sus pecados; mientras otros asumen el consejo y la asistencia del pastor del rebaño episcopal capitalino con naturalidad y frescura, como si no supiéramos todos que lo de la infalibilidad no es cosa de obispos a no ser que sean el de Roma y eso solo en tanto en cuanto enseñanza dogmática en temas de fe y moral ex cathedra, que ahí sí, como buenos corderos debemos acatar y obedecer incondicionalmente. Lo demás, estimados, no deja de ser un hombre hablando cosas de hombre. No mareemos la perdiz.

Y tal y como nos dijo el hijo del carpintero, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, siendo así, señora, ¿qué mierda le importa a usted si el candidato que viene a su puerta cree en su dios, en otro dios o en ningún dios? ¿Qué carajo le importa a usted, caballero, si el candidato que le pide su voto hace la genuflexión y agacha la testuz frente a la divinidad?

Así nos va, votando una y otra vez a comesantos y cagadiablos que se dan golpes de pecho en público mientras en privado roban, desfalcan y se limpian el trasero con los diez mandamientos.

¿Dios está en todos sitios? Pues dejen entonces de meterlo con calzador allí donde ya Él solito debería estar. ¿Dios conoce lo escondido? Pues que Dios les reclame a los candidatos su tibieza al creer. ¿Quiénes son ustedes, señores votantes, para salir a defender a capa y espada al Señor de los Ejércitos? ¿Será que confían tan poco en la espada llameante que creen que el Dios pronto a la cólera necesita de su mísero intento de ser más papista que el papa?

A ver si aprendemos a votar a conciencia entendiendo que lo que votamos pertenece al mundo, a este valle de lágrimas, y que Dios reconozca a los suyos.

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