Niñas que se imponen a la adversidad

Siguen enfrentándose a retos sin precedentes en lo que respecta a su educación, bienestar físico y mental, y la protección necesaria para una vida libre de violencia. Aquí, cuatro testimonios de valentía frente a la dificultad
Niñas que se imponen a la adversidad

Empezaba a descubrir los desafíos e intensos cambios de la adolescencia, cuando las garras de la violencia sexual infantil la hirieron. Tal cual flor de loto se cerró, se hundió en su desdicha, pero al amanecer se alzó con fuerza y se impuso a la adversidad. Hoy Laura, tras sufrir abuso, es una persona destacada y líder estudiantil, “está emocionalmente bien y enfocada en el futuro”, asegura su padre.

Sobresale no por su pasado, sino por su presente, por su visión del futuro. Al igual que ella, cientos, miles de niñas se distinguen por su coraje frente al día a día, pese a su corta edad.

El 11 de octubre (2022) se conmemoró el décimo aniversario del Día Internacional de la Niña. “Las niñas de todo el mundo siguen enfrentándose a retos sin precedentes en lo que respecta a su educación, bienestar físico y mental, y la protección necesaria para una vida libre de violencia”, anota Naciones Unidas en su página web. Sin embargo, añade la organización internacional, “en estos últimos diez años, los gobiernos, los responsables políticos y el público en general han trabajado para mejorar cuestiones relativas a las niñas, y se han creado más oportunidades para que puedan ser escuchadas en la escena mundial”.

Desempeño y perseverancia desde la niñez

Nicole tiene 11 años de edad. Su testimonio dista, en cuanto a adversidad, del de Laura, sin embargo, estas niñas comparten esfuerzo y dedicación. Su jornada empieza a las 5:00 a.m. Desde los cuatro años comenzó, con ayuda de sus padres, a delinear su futuro. Tomaba clases de natación, ballet, danza y folclor. En 2020 recibió el reconocimiento como la mejor alumna en la escuela de Tang Soo Do Panamá (arte marcial coreano). Las actividades no son impedimento para que dedique el tiempo necesario a los estudios. “A sus once años, Nicole ha demostrado que se puede administrar el tiempo entre los estudios, pasiones, sueños, niñez y familia. Todo se trata de organización y perseverancia”, afirma su madre.

Los 600 millones de niñas adolescentes del mundo han demostrado que ellas mismas pueden ser las que impulsen el progreso en sus comunidades.

A Laura y Nicole se suma Raquel, quien todos los días sale de su hogar con sus padres desde las 4:00 a.m. para asistir a la escuela. “Ser niña es bonito, es estudiar y aprender. También es ayudar a mi mamá y papá en casa. Aunque me da mucho sueño en las mañanas, me gusta la escuela”, dice Raquel. “Cuando sea grande”, prosigue la niña de ocho años de edad, “me gustaría ser como esas personas...”, levanta la mirada, piensa. Empieza a crear en el aire, traza líneas; “que inventan las formas de las casas”, manifiesta con una amplia sonrisa.

Para las Naciones Unidas, “las niñas están preparadas para avanzar en el próximo decenio”.

¿Qué significa ser niña en la actualidad?

Ser niña en la actualidad supone un desafío. “De acuerdo con nuestras estimaciones, nueve millones de niñas en edad de asistir a la escuela primaria nunca comenzarán su aprendizaje ni entrarán en un aula”, afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Olivia Henderson, asesora regional de género de Save the Children, manifiesta que: “muchos países de América Latina y el Caribe tienen sociedades altamente patriarcales, que implican normas de género profundamente arraigadas que sustentan la desigualdad de género y la violencia basada en género”.

En este contexto, Henderson reflexiona que tradicionalmente se prioriza la educación de los niños sobre la de las niñas. “Se considera que las niñas son responsables del trabajo doméstico no remunerado, y la consiguiente falta de oportunidades económicas para las niñas significa que el matrimonio y la maternidad pueden ser una de las pocas opciones disponibles”, remarca.

Para las Naciones Unidas, “las niñas están preparadas para avanzar en el próximo decenio”.

Explica que se prevé que los recientes desafíos, como la covid-19, el cambio climático, los conflictos y el aumento del costo de la vida, incrementarán la desigualdad económica, exacerbarán las normas de género perjudiciales y aumentarán el riesgo de matrimonio infantil para las niñas de América Latina y el Caribe.

En Panamá, Jennie Barb, psicóloga, terapeuta familiar y presidenta de la Fundación Unidos por la Niñez, afirma: “Se estima que una de cada tres niñas será víctima de abusos antes de los 18 años”. Según la terapeuta familiar, las estadísticas representan un esbozo de lo que se está dando, ya que “únicamente se denuncia del 2% al 5% de los casos de abuso sexual que ocurren dentro de la familia y un aproximado de un 10% de los casos de abuso sexual fuera del círculo familiar”.

Un rastreo de información oficial pública revela que “el Ministerio Público coloca en su página de internet las estadísticas mensuales de los delitos sexuales. Esta institución los detalla sin especificar sexo o edad de las víctimas”, asegura Barb. “En el mes de agosto se han denunciado 541 casos”, continúa la presidenta de la Fundación Unidos por la Niñez. Los delitos sexuales los clasifica como violación, violación doblemente agravada, acceso sexual con una persona mayor de 14 años y menor de 18, actos libidinosos y acoso sexual. “Por lo que no existe una estadística pública del porcentaje de niñas que ha sufrido abuso sexual. Podemos estimar que el 90% son niñas menores de 14 años”, dice.

Laura tenía 12 años cuando fue abusada sexualmente “por alguien muy cercano a ella, un hermano, con el que más convivía. Fue traumático porque aparte de cometer el delito, el abuso, la tuvo amenazada por dos años”, recuerda su padre.

La adversidad trae a menudo consigo la tenacidad y la resiliencia.

Sufrió en silencio. “Notamos cambios, pero lo atribuimos al tiempo del desarrollo, a la adolescencia. No había rebeldía en sí, pero bajó bastante sus calificaciones, no reía mucho, se mantenía presente, pero alejada, no conversaba”, narra el papá.

Con voz pausada, alta y clara, el progenitor de Laura manifiesta: “En un ataque de desahogo, a los 14 años, la niña le contó a la mamá”. Dolor, incógnitas, lágrimas se apoderaron de la familia.

Barb, terapeuta familiar, expone que durante la pandemia “la violencia intrafamiliar aumentó en todas sus formas, y esto incluyó el abuso sexual infantil”.

“Durante la cuarentena del primer año de pandemia, muchos niños y niñas se hallaban cautivos con sus perpetradores. Recordemos que el 80% de los casos de abuso sexual ocurre dentro de la familia y son cometidos por familiares o personas allegadas a la familia”, asevera la profesional.

La adversidad trae a menudo consigo la tenacidad y la resiliencia.

¿Cómo lo supera o vive una niña tras sufrir este agravio?

Después de la situación, los padres de Laura se dieron cuenta de que no dormía, “que había intentado hacerse daño. Quizá tener una hermana menor la ayudó a no cometer nada, aunque muchas veces quiso hacerlo por la amenaza de él. Como era tan cercano y tenía acceso a la familia, la amenazaba que nos haría daño si hablaba”, recuerda el padre.

La firmeza de sus palabras denota seguridad de la recuperación de su hija. Sus recuerdos son claros. Confiesa que recién el hecho quedó al descubierto, “no sabíamos qué hacer”.

La intuición de padres los llevó a las autoridades, quienes les recomendaron ayuda psicológica.

“En todos los casos de abuso sexual, la víctima debe recibir tratamiento psicológico. Entre más joven es la víctima, mejor es el pronóstico. Sin embargo, el impacto del abuso sexual en la vida emocional del niño y de la niña no es igual en todos los casos”, dice Barb.

“(...)No sabemos la razón por la cual algunos sobrevivientes parecen recuperarse más fácilmente que otros y responden mejor al tratamiento. Mientras que otros tienen que convertir su vida en un proceso de recuperación y estar en terapia por años”, añade la psicóloga.

Los padres de Laura buscaron ayuda psicológica sin sospechar que el proceso traería otro desafío, sin embargo, era el inicio del surgimiento de las profundidades de Laura, un panorama similar al de la flor de loto. “Conseguir un psicólogo en un servicio público es un poco difícil y tedioso. Por fuera me salía alrededor de $80 la sesión, bastante costoso para nosotros”, dice el padre. No encontró solución en el servicio público ni privado, pero llegó a la Fundación Unidos por la Niñez.

“Los contacté telefónicamente, me dieron la ayuda necesaria, gracias a Dios. Me pusieron una cuota accesible y que la atendiera todas las semanas al principio. La profesional que la atendió fue un éxito”, asegura.

Relata que: “luego de eso pude ver el cambio en mi hija”. A pesar de todo el trámite legal que conllevó el caso, “mi hija después de varias sesiones pudo dormir, descansar, ha recuperado sus notas. Hoy ya está saliendo de su bachiller gracias a Dios, muy enfocada en lo que quiere, en su universidad, en sus estudios”.

Los padres de Laura la ayudaron a imponerse a la adversidad. Su experiencia de vida es análoga al renacimiento diario de la flor de loto. Se considera que el aroma de esta flor es tan fuerte, que es capaz de alterar los estados de la consciencia. El coraje de Laura fue y es tan fuerte que hoy impacta a jóvenes a través de su liderazgo.

Con convicción, su padre manifiesta: “la alegría, la convivencia familiar, los amigos están de vuelta. Es líder de grupos estudiantiles. Está emocionalmente bien, enfocada en el futuro”.

“No tengo palabras para agradecer el resultado que he visto en mi hija”, subraya.

La historia de Laura es una entre un jardín de flores de loto. Maribel, Estela y Liam son parte de ese jardín.

Estela y Maribel tienen claro lo que les gusta de ser niñas y lo que desearían cambiar. “Mis padres me dan todo lo que necesito, tengo amigos y muchas personas me quieren y se preocupan por mi..., pero mis padres siempre están en la oficina porque necesitan trabajar; cuando sea mayor podré ir a la oficina y estar más tiempo con ellos”, dice Maribel, mientras que Estela asegura que: “todo es lindo, solo no me gusta mucho cuando tengo que dormir con la niñera porque no llegan mis padres”.

La realidad de Liam es diferente. Recuerda que cuando empezó el año escolar no tenía uniformes, “pero no me importó porque mi mamá me dijo que me veía bonita con la ropa que llevaba. De ser niña me gusta que juego con mi mamá todos los días”.

Estas niñas, de entre 7 y 10 años de edad, se enfrentan a su día a día, a sus adversidades.

“La adversidad trae a menudo consigo la tenacidad y la resiliencia. Los 600 millones de niñas adolescentes del mundo han demostrado una y otra vez que, si se les facilitan las habilidades y las oportunidades, ellas mismas pueden ser las que impulsen el progreso en sus comunidades, construyendo un futuro más sólido para todos que incluya a las mujeres, las niñas, los niños y los hombres”, reseña Naciones Unidas.

Agrega que: “las niñas están sobradamente preparadas para avanzar en el próximo decenio”.

“Ha llegado el momento de que rindamos cuentas con y ante ellas, e invirtamos en un futuro que crea en su capacidad de organización, su liderazgo y su potencial”, destaca.

Lo Nuevo