Comunicación de riego ante eventos extremos y desastres naturales

Actualizado
  • 22/07/2022 00:00
Creado
  • 22/07/2022 00:00
Entre los años 1990 y 2021 el número de eventos extremos y desastres ocurridos se incrementó de 325 a 475, siendo las inundaciones y tormentas las que marcaron la pauta
El número de personas directamente afectadas se incrementó de 16.466.391 a 78.796.002.

En el anuario estadístico de América Latina y el Caribe del año 2021, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se indica que entre los años 1990 y 2021 el número de eventos extremos y desastres ocurridos varió de 325 a 475, siendo las inundaciones y tormentas las que marcaron este aumento.

De igual forma, entre estos años las personas fallecidas aumentaron de 8.685 a 9.720, y el número de personas directamente afectadas se incrementó de 16.466.391 a 78.796.002, es decir, el número de personas afectadas se incrementó en 4,78 veces desde el año 1990.

Este anuario estadístico revela que en América Latina y el Caribe, el costo económico acumulado de los desastres para el período 1970-2021 por tipo de desastre fue del 55%; para desastres por causas meteorológicas, 22%; por eventos geofísicos, 15% y por eventos hidrológicos, 8%. El mayor costo económico fue en el año 2017.

Según la Cepal, “la información estadística considera la frecuencia e intensidad de eventos peligrosos y desastres, así como su impacto en la vida humana, en su hábitat, en la economía y en el ambiente”.

Un evento peligroso puede transformarse en un desastre como resultado de la combinación de diversos factores.
¿Qué son eventos peligrosos y desastres?

Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (Undrr), un evento peligroso “es la manifestación o materialización de una o varias amenazas en un período específico”.

Así, un evento peligroso puede transformarse en un desastre como resultado de la combinación de la ocurrencia del mismo, y otros factores como la vulnerabilidad, la capacidad de respuesta o la preparación para enfrentar un desastre.

En cambio, se conoce como desastre “a la disrupción grave del funcionamiento de una comunidad o sociedad en cualquier escala debido a eventos peligrosos que interaccionan con las condiciones de exposición, vulnerabilidad y capacidad, ocasionando pérdidas e impactos humanos, materiales, económicos y ambientales”.

A la definición previa, el Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres le añade que, desastre es sin duda “un evento impredecible con frecuencia repentino que causa grandes daños, destrucción y sufrimiento humano”.

La Cepal clasifica los desastres en dos grupos: los desastres geofísicos, como los terremotos, erupciones volcánicas y desplazamientos de masa seca; y los desastres climatológicos, como son las tormentas, inundaciones, desplazamiento de masa húmeda, temperaturas extremas, sequías e incendios.

En ambas clasificaciones las pérdidas económicas ocurren, lo que impacta en el funcionamiento de las comunidades o poblaciones afectadas.

¿Climatología o meteorología?

Un punto importante es que cuando se habla de clima, se está haciendo alusión a la climatología, que es la ciencia o rama de la geografía y de las ciencias de la Tierra que se ocupa del estudio de los fenómenos meteorológicos y sus variaciones a lo largo del tiempo cronológico; y cuando se realizan estudios de los fenómenos meteorológicos, estos son estudiados por la meteorología.

Una nota informativa publicada en la plataforma digital education.mationalgeographic.org, explica que la palabra meteorología proviene del término griego meteoron, que significa “una cosa en lo alto”, refiriéndose a cualquier cosa observada en la atmósfera.

Según los autores, las variables atmosféricas relacionadas con las condiciones actuales o del futuro cercano del clima son las que están asociadas a la temperatura, la humedad, la cantidad y tipo de precipitación, la dirección y fuerza del viento, la presión atmosférica y la cubierta de nubes.

En la atmósfera hay una región llamada zona de convergencia, donde dos flujos de vientos predominantes se encuentran e interactúan, provocando acumulación de masas frías y calientes que producen movimientos verticales, formando nubes y precipitaciones. En el caso de Panamá, la zona de convergencia recibe el nombre de Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT).

La actividad en esta zona se ha intensificado como resultado del aumento global de la temperatura.

¿Cómo se producen los movimientos verticales y las zonas de baja presión?

La plataforma digital klimat.czn.uj.edu.pl señala que el aire fluye desde áreas de altas presiones hacia áreas de bajas presiones, tratando de llegar a un equilibrio, sin embargo, existe una fuerza que lo desvía, causada por la rotación de la Tierra, el efecto Coriolis, que impide que el flujo vaya en línea recta.

Esta condición provoca que los vientos formen una espiral ascendente en los sistemas de bajas presiones, y descendente en los sistemas de altas presiones.

Un sistema de baja presión se desarrolla donde se produce un ascenso de aire caliente y relativamente húmedo desde la superficie de la Tierra, provocando, por ejemplo, tormentas, con fuertes vientos y lluvias intensas.

Gestión del riesgo ante peligros y desastres

F. Aragón-Durand, en su publicación, 'Inundaciones en zonas urbanas de cuencas en América Latina', señala que la ocurrencia de inundaciones urbanas es una de las consecuencias provocadas por las tormentas y ha puesto en evidencia las fortalezas y debilidades que tienen los gobiernos locales, estatales y nacionales en la atención a emergencias y las deficiencias en la gestión de la reducción del riesgo ante peligros y desastres.

Las lluvias, en la tarde del 20 de julio de 2022, fueron intensas y ocurrieron con fuertes vientos, lo que generó que en pocos minutos las calles de la ciudad de Panamá se inundaran, causando con esto la fragmentación en la funcionalidad de las calles y arterias principales de la ciudad.

Cuando estos eventos ocurren, los conductores de vehículos proceden a cruzar las zonas inundadas considerando que, si aceleran, probablemente cruzarán los puntos inundados, una decisión que pone en peligro la vida de los conductores, y a la vez permite plantearse la pregunta, ¿estamos preparados para enfrentar eventos como este?

El Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) considera que cada urbe requiere de un Plan de Manejo Integral de la Cuencas, que permita identificar las amenazas a las que están sometidas las cuencas, a la vez que mapee sus zonas vulnerables.

Al identificar las amenazas, se pueden establecer las necesidades para mitigar y proteger las áreas vulnerables, con acciones y decisiones que permitan establecer las mejoras necesarias apoyadas en soluciones basadas en la naturaleza, para retener el agua y descargarla en el momento y cantidad adecuados.

CAF considera que los planes de manejo deben “proponer acciones de gestión territorial y ambiental para el logro de una administración eficiente de la cuenca, y el desarrollo de marcos de gestión territorial adecuados a las necesidades hídricas, ambientales y socioeconómicas de la zona”.

Lograr esto es uno de los mayores desafíos de los organismos gestores de cuencas, porque requieren de Sistemas de Alerta Temprana (SAT) en tiempo real que proporcionen la información oportuna para la toma de decisiones ante un evento climático extremo que pueda ocasionar inundaciones, y a la vez contar con una estrategia de comunicación del riego, para informar y capacitar a la población sobre cómo y cuándo tomar las decisiones ante un evento extremo.

La estrategia de comunicación de riesgo es uno de los mayores desafíos para la gobernanza de cuencas, porque debe contar con mensajes oportunos, diseñados con textos sencillos basados en las necesidades de información que los diferentes segmentos de la población requieren; por ejemplo, peatones, conductores, mujeres embarazadas y adultos mayores.

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