- 14/08/2010 02:00
‘Si me caso o me comprometo seriamente en matrimonio, ya no voy a poder salir de parranda con mis amigos y menos con mis amigas, porque ya van a venir los celos. También vendrán los hijos y menos voy a poder salir a divertirme. Mejor no..., creo que todavía prefiero no pensar en el matrimonio. Salgo con una chica, pero aún no establecemos una relación sería. La quiero, me gusta cómo me trata, pero hasta allí. Como llevamos nuestra relación hasta ahora, creo que está bien’, así es como se refiere Marcos Aguirre, de 42 años, frente a la idea de comprometerse seriamente con Dania, con quien sale desde hace un par de años, recalcando que le resulta intimidante ver cómo en estas épocas se incrementa la taza de divorcios y las continuas historias de amor que no han tenido éxito.
Y es que, precisamente, para los expertos no es el compromiso que conlleva el matrimonio lo que realmente aterra a la gente, sino más bien sus implicaciones y su posible destrucción.
IDENTIFICAR EL TEMOR
Estos temores pueden ser propios o infundados por personas que están a nuestro alrededor, y casos como el de Marcos, de seguro, hay muchos. La psicóloga Eddalia González sugiere que ante esta situación lo primero que hay que hacer es analizar el porqué del temor al matrimonio. ‘Es importante que identifiques si tus temores son propios o infundados, ya que mucha gente no le teme al matrimonio como tal, sino que han escuchado más historias de fracasos que de éxitos y de ahí sus temores infundados’, comenta la experta.
Asimismo, González explica que el hecho de que hayan personas que lleguen a una edad avanzada sin casarse, no significa necesariamente que tengan temor al matrimonio o a adquirir un compromiso, sino que muchos no tienen dentro de sus planes casarse para sentirse plenos.
TODOS SOMOS DIFERENTES
Según la psicóloga esto se debe a que ningún ser humano es idéntico a otro, ‘somos totalmente diferentes y aceptar estas diferencias individuales nos permite funcionar en un mundo tan complejo como el que vivimos’. Añade que así como cada individuo es distinto a otro, también la cultura familiar y modos de crianza son totalmente diferentes. A algunas personas se les enseña a vivir desde muy pequeñas de una manera diferente en términos de cómo reaccionan a las propias emociones. Algunas crecen experimentando ser controladas por los demás, por el ambiente, a ser más sensibles a lo que les rodea, a qué opinan de ellas.).
La experta subraya que en nuestra cultura este estilo de crianza se aplica con mayor frecuencia en las mujeres que en los varones, lo que genera en las primeras una mayor ansiedad al no cumplir con ciertos patrones que, ‘socialmente’, deben cumplirse para ser una mujer plena.
‘Dependiendo de las pautas de crianza y experiencias vividas en el sistema familiar, social, escolar y religioso, cada persona va a tener una concepción e idea diferente del matrimonio, de tener hijos, educarse, tener amigos, etc’, indica.
En las culturas latinas se ve el matrimonio como meta o sueño, a veces como símbolo para la realización personal, concluye la psicóloga.