En un mundo de preguntas: ¿para qué sirve la literatura en la época de la IA?
La Inteligencia Artificial ha estado entre nosotros por un buen tiempo, ahora salta a la vista con programas que avanzan rápidamente

Como docente e investigador universitario que soy, tenemos que enfrentarnos a diario con preguntas que condicionan nuestro quehacer académico. Por ejemplo, ¿qué significa aprender y enseñar en la época de la IA? ¿Hace dónde vamos? Esta es una pregunta que no es fácil de responder, porque, en efecto, la literatura me ha servido para ver el mundo de otra manera, me ha servido para hacer preguntas y, sin duda alguna, debemos repensar nuestros modelos, y no va a ser suficiente recurrir a la “autoridad” o sencillamente decir “como lo hemos hecho siempre”. Después de la pandemia, volver a la “normalidad” es el refugio de aquellos que, dentro de la “comodidad” del mundo conocido, no se preguntan qué podemos hacer mejor o diferente. Y si bien la IA ha estado entre nosotros por un buen tiempo, es ahora que salta a la vista, con programas que avanzan rápidamente, y que para algunos, amenazan incluso, el trabajo de escritores y artistas. Por ejemplo, hace poco un joven artista alemán admitió que su premio de fotografía había sido resultado de una máquina (https:/ /www.dw.com/en/german-photography-award-winner-admits-image-was-ai-generated).
Baudelaire, el poeta y crítico de arte francés, había creído que la fotografía, en El Público moderno y la fotografía, era el mundo de los pintores fracasados y que no podía suplantar a la pintura, que solo aquella debería ser “sirvienta de las artes y las ciencias”. Pero, como todo sabemos, la fotografía no suplantó a la pintura. Sin embargo, ahora se trata de otro asunto, que no es suplantar el producto, sino producir iguales o mejores contenidos suplantando al productor. No es necesario reaccionar con pánico y, mucho menos, pensar o creer que la solución es dar un golpe sobre la mesa. No se trata tampoco de resignarse. Lo que sí es cierto es que vivimos en un mundo lleno de preguntas, de incertidumbres, porque todos sentimos que algo ha explotado, que algo se está moviendo bajo nuestros pies, y el mundo, a pesar nuestro, no es el mismo y no va a ser nunca el mismo.
En un mundo así, que no deja de ser interrogado, me atrevo a preguntar aquí para qué sirve la literatura y recuerdo a un profesor universitario que, a pesar de haberle dedicado toda su vida a la poesía y a la crítica literaria, dijo, entre muchos estudiantes, sin trastabillar o sin tapujos, que “la literatura no sirve para nada”. La primera reacción, por supuesto, fue de sorpresa. No la esperaba. No podía ser que esa frase proviniera de un profesor, de un académico, de un investigador. Ahora bien, seguramente, si hago esta pregunta a los estudiantes, necesitarían un par de minutos para recibir una respuesta.
Con la respuesta de aquel profesor en la cabeza, abrí una cuenta en una máquina y le hice la misma pregunta. Con interés, entonces, esperé la respuesta de la máquina (https://chat.openai.com/) y, si mencionar cuáles habían sido sus fuentes de información, enumeró lo siguiente: “1. Entretenimiento: la literatura puede ser una forma de escapar de la realidad y disfrutar de historias imaginarias 2. Educación: la literatura puede enseñar a los lectores sobre diferentes temas y culturas, y puede ayudar a desarrollar habilidades como la empatía y la comprensión. 3. Reflexión: la literatura puede hacer que los lectores se cuestionen sus propias creencias y perspectivas, y los lleve a reflexionar sobre el mundo que les rodea. 4. Inspiración: la literatura puede ser una fuente de inspiración para los lectores, motivándolos a perseguir sus propios objetivos y sueños. 5. Comunicación: la literatura puede ser una forma de comunicar ideas y pensamientos de manera efectiva y artística”. Y remató con el siguiente resumen: “la literatura puede tener una gran cantidad de usos y beneficios, desde proporcionar entretenimiento hasta enseñar e inspirar a los lectores. Además, la literatura puede ser una forma de conectarse con el mundo que nos rodea y comprender mejor a los demás y a nosotros mismos”.
A primera vista la IA me dio una buena respuesta. Pero solo a primera vista, porque la literatura, en efecto, “puede ser una forma de conectarse con el mundo”, pero es más que “puede ser”, porque la literatura es un mundo en sí mismo, es un mundo que entra en nosotros, y nosotros entramos en ese mundo, un mundo que no tiene paralelo.
Quienes hemos tenido experiencia escribiendo ficciones, sabemos que no es fácil responder a preguntas de lectores si tal o cual evento sucedió en realidad. Es una pregunta mortal para la literatura. En este sentido, nunca olvidaré la afirmación de un crítico, con cierto ánimo de reproche, sobre un evento en mi novela Recuerdo Panamá, al decirme que eso nunca había sucedido. No respondí porque nunca pretendí narrar el mundo que me rodeaba. No como él me lo exigía. Lo que sí pretendí fue crear un propio mundo, con su propia lógica, un mudo convincente y autosuficiente, un mundo que no necesitaría del mundo que “conocemos” para ser lo que es: una alegoría de nuestro mundo.
Entonces, quedé completamente silencioso y para mis adentros muy apenado que se tuviera una mirada tan pobre de la literatura. Y si bien no habría de estar de acuerdo con Sartre sobre la “función social” de la literatura, cosa que le permitió afirmar sesgadamente que Flaubert, como “estilista puro”, estaba entre los escritores del arte por el arte, para no comprender o aceptar que la frase, “la literatura no sirve para nada”, que es una respuesta atinada, parte de una premisa falsa de que la literatura sirve o debería servir para algo.
¿Servir a algo para qué o para quién? Que la literatura “no sirva para nada” es guardar la literatura de las camisas de fuerza, de las tentaciones totalitarias que permanentemente amenazan nuestro mundo, de aquellos que quieren definir y calibrar la literatura según su utilidad monetaria, política o cultural.
Y si bien la plagiada respuesta de la máquina no es falsa, porque está al nivel del mundo que “conocemos”, es completamente insuficiente para aquellos que piensan y creen que la literatura no podrá ser jamás suplantada o creada, como lo escribió Baudelaire, por la imprenta o la estenografía.
¿Qué habrá dicho él ahora de la IA? No es muy difícil adivinar la respuesta de este poeta al escribir que “la poesía y el progreso son dos ambiciosos que se odian instintivamente”, pero tampoco deja de ser cierto que la literatura y el arte, quienes la producen, son insuplantables porque la máquina, por su imposibilidad de producir contenidos propios, jamás habría llegado a decir que la literatura “no sirve para nada”.
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