El fútbol contra la esclavitud

Actualizado
  • 15/04/2021 00:00
Creado
  • 15/04/2021 00:00
Volvemos hoy a las historias que el fútbol nos ofrece más allá del propio balón. Son historias que funcionan como reflejo y caja de resonancia de distintos fenómenos sociales. Historias; que tienen que ver con solidaridad, explotación y racismo; las otras dimensiones entrelazadas al fútbol nuestro de cada día
Khalifa International Stadium, una de las sedes de la Copa Mundial de Fútbol 2022.

Durante la más reciente fecha FIFA ocurrió un fenómeno bastante exótico en algunas canchas europeas. Mientras los jugadores realizaban los calentamientos, previos a los partidos, lo hacían con camisetas o buzos que llevaban impresos mensajes solidarios. Se referían a las violaciones de los derechos humanos de los trabajadores migrantes en Qatar, sede del próximo mundial.

Los mensajes más fuertes se referían a boicotear el mundial de Qatar 2022.

¿Pero de qué estaban hablando?

Un número se repetía. 6,500. Ese es el número de los obreros que han muerto en las construcciones de los estadios para el mundial. Ni más ni menos. 6,500. Por eso las protestas de los jugadores alemanes y noruegos antes de los partidos clasificatorios al mundial.

La fecha inaugural del próximo mundial es el 21 de noviembre de 2022. Y mientras los anfitriones realizan una labor infatigable, en el camino van quedando las vidas de obreros de la construcción que participan en el desarrollo de los estadios y las infraestructuras. Ni más ni menos que 6,500 hasta hoy. De esta situación ha comenzado a surgir con potencia la palabra boicot en algunas federaciones, como forma de protesta a partir de la explotación a la que están siendo sometidos los trabajadores inmigrantes en la construcción de las instalaciones mundialistas.

Las imágenes que se vieron durante las eliminatorias europeas, con insignias y gestos de algunos seleccionados repudiando el accionar del país árabe, fueron el reflejo del inconveniente que esta situación está causando.

Como era de esperarse, la (FIFA), con el suizo Giovanni Infantino a la cabeza, escogió el mutismo como única postura o comentario, mientras el número de muertos aumenta día a día.

La Selección de Alemania también se sumó a las protestas en contra de la FIFA y Qatar.

Los jugadores alemanes que participaron en las protestas solo exigieron que se cumplan los derechos humanos y las condiciones laborales en Qatar. Por ello, en el calentamiento lucían camisetas negras con el emblema impreso en letras blancas: Human Rights (derechos humanos).

Noruega, en la antesala de su partido frente a Turquía, salió a la cancha a calentar con una camiseta que dejaba leer: Human Rights on and off the pitch (derechos humanos dentro y fuera del campo). No se quitaron las camisetas durante la ceremonia de los himnos nacionales.

La Federación holandesa también mostró su preocupación por las más de 6,500 muertes de obreros migrantes, y los futbolistas de ese país exhibieron una prenda con la frase: 'El fútbol apoya el cambio'.

Amnistía Internacional presentó un informe sobre esta situación, solicitando a la FIFA que intervenga. Amnistía Internacional detectó ocho formas de explotación que sufren los trabajadores migrantes en Qatar. Entre ellas, “terribles condiciones de vida”, como el hacinamiento, la falta de higiene y seguridad en sus alojamientos.

Y si bien Qatar anunció en agosto pasado un nuevo sueldo mínimo y dijo haber desmantelado el sistema laboral kafala, es evidente que este mecanismo continúa siendo esencial en la vulneración de los derechos esenciales de los trabajadores migrantes. Kafala es un método de esclavitud moderna, según consideran diferentes oenegés, y existe en diversas naciones árabes.

El diario británico The Guardian reveló en febrero último que los más de 6,500 trabajadores muertos en Qatar habían llegado desde India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka.

Sin embargo, el número de muertos es mayor, ya que las cifras no incluyen las de otros países, como Filipinas y Kenia, ni tampoco se incluyen las muertes de los últimos meses de 2020 ni de los primeros de 2021.

El sistema 'kafala'

El sistema kafala es una práctica laboral del mundo árabe, que viene a significar “sistema de patrocinio” o “sistema de auspicio”. Se utiliza para monitorear a los trabajadores migrantes, que se dedican principalmente a la industria de la construcción o tareas domésticas en países como Qatar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Jordania, Omán y Kuwait.

El sistema funciona mediante un patrocinador local que auspicia a los trabajadores foráneos no calificados. Casi siempre, el patrocinador no es otro que el propio empleador, que se convierte en el responsable de sus papeles legales. Se trata de una práctica muy criticada por organizaciones defensoras de los derechos humanos en el mundo, por crear situaciones de explotación para los trabajadores migrantes. Pues al igual que ocurre en otras latitudes, muchos empleadores cometen abusos continuos, como retener los pasaportes de los trabajadores, modificar sin aviso sus salarios o explotarlos, con escasísimas posibilidades de ser llevados a los tribunales. Las deudas adquiridas por los trabajadores son tan grandes, que difícilmente lograrán cancelarlas.

En 2008, Bahréin se convirtió en el primer país miembro del Consejo de Cooperación del Golfo en derogar el sistema kafala. En su discurso, el ministro de Trabajo comparó abiertamente el sistema con la esclavitud.

A partir de 2009 se modificó el Labour Market Regulatory Suggestion (Sugerencias Regulatorias del Mercado Laboral) y nuevas disposiciones fueron implementadas.

Bajo la nueva ley, los migrantes son auspiciados por la Autoridad de Regulación del Mercado Laboral, y pueden cambiar de un empleador a otro sin el consentimiento del empleador. Se requieren tres meses de preaviso para dejar a un empleador.

Pero pese a los ajustes positivos, el Observatorio de Derechos Humanos Human Rights Watch insistió en que “las autoridades hacen poco para hacer efectivo el cumplimiento de las nuevas leyes”.

Y si en Bahrein llueve, en Qatar no escampa. Los números impresionan. Unos 1,2 millón de trabajadores extranjeros en Qatar, configuran el 94% de la fuerza laboral en el país. ¿De dónde vienen? India, Nepal, Indonesia, Pakistán, Bangladesh, Indonesia y Filipinas. El promedio es de unos cinco trabajadores extranjeros para cada ciudadano qatarí, principalmente trabajadores domésticos o de baja calificación laboral.

La mayoría de los trabajadores desarrollan sus tareas laborales bajo condiciones semifeudales que el Observatorio de Derechos Humanos elegantemente ha evitado llamar esclavitud, para en su lugar calificarlo como trabajo forzado.

A fines de 2010 se llevó a cabo un estudio que observaba los derechos laborales fundamentales en el mundo. La región del golfo hizo sonar todas las alarmas, ocupando las zonas más bajas en cuanto a los derechos de los trabajadores. Con espantos como un sistema de visado de salida que impide a los trabajadores dejar el país huésped sin el permiso expreso de su patrocinador. Igualmente se requiere el permiso del empleador para cambiar de trabajo, obtener una licencia de manejo, alquilar una vivienda o abrir una cuenta en el banco.

Las críticas a este sistema se han ido agudizando desde que Qatar fuese designado como país sede de la próxima Copa del Mundo.

El Observatorio de Derechos Humanos (Human Rights Watch - HRW) señaló que “algunos empleadores abusan del sistema kafala, obligando a los trabajadores domésticos a continuar trabajando contra su voluntad y les prohíben regresar a sus países de origen”, acciones claramente incompatibles con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En cuanto a los Emiratos Árabes Unidos, en octubre de 2014 el Observatorio de Derechos Humanos (ODH) estimó que había 146,000 trabajadoras domésticas migrantes en ese país.

El ODH entrevistó a 99 de ellas para su informe del mes de octubre de 2014. La mayoría tenía los pasaportes confiscados por sus empleadores; en muchos casos, los salarios se pagaban con reducciones, se extendían las jornadas laborales (a veces llegando a las 21 horas) o se realizaban arbitrarias reducciones salariales.

Nos queda una última pregunta: ¿logrará el fútbol cambiar aquello que la diplomacia internacional no ha conseguido en distintos intentos y ocasiones? Probablemente no. Bastaría recordar la lucha intensa de Diego Armando Maradona para establecer un sindicato único de futbolistas en el mundo. Un sindicato que fuese capaz de defender los derechos de los jugadores. De todos los jugadores. Es cierto que el intento encabezado por Maradona y Cantona finalmente se estrelló contra un muro de desinterés o indiferencia. Pero quizá valdría la pena intentarlo nuevamente. Buscar formas de combate contra la inequidad, el maltrato, la injusticia laboral. Sea donde sea que esté ocurriendo. No lo dudes. El fútbol es poder.

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