'Hay una falta de progreso en la situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios'

Actualizado
  • 04/09/2023 00:00
Creado
  • 04/09/2023 00:00
Así lo afirmó el director de la División de Transformación Rural Inclusiva y la igualdad de Género de la Fao, con sede en Roma, Benjamín Davis, al profundizar sobre los resultados del último informe sobre la 'Situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios'
El director de la División de Transformación Rural Inclusiva y la igualdad de Género de la Fao, con sede en Roma, Benjamín Davis.

El reciente informe sobre la 'Situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios 2023' deja en evidencia las brechas y desafíos que enfrentan las mujeres frente a los hombres y los pocos avances que ha habido en estas cuestiones en los últimos diez años, después del último estudio. En esta entrevista con La Estrella de Panamá, el director de la División de Transformación Rural Inclusiva y la igualdad de Género de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con sede en Roma, Benjamín Davis, profundiza sobre los resultados del informe, presentado en Panamá, las implicaciones para Centroamérica y América Latina, los desafíos y las oportunidades que existen para lograr sistemas alimentarios más inclusivos e igualitarios.

¿Cómo surge el informe sobre la 'Situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios'?

Este año hemos sacado un informe sobre el estatus de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, que es una actualización de un estudio que hizo la FAO hace como diez años sobre la situación de las mujeres en el sector agropecuario. Como indica el nombre, hemos expandido el enfoque un poco para cubrir todo el sistema agroalimentario en lugar de enfocarlo solamente en agricultura, que es de particular relevancia para las mujeres, porque en términos laborales participan mucho en lo que es el sector no agropecuario del sistema agroalimentario.

¿Cuáles son los principales resultados que arroja el informe sobre el estatus de las mujeres en los sistemas agro alimentarios?
En Centroamérica la mayor proporción de mujeres trabajan fuera del campo, en las actividades no agrícolas.

El mensaje fundamental es de que ha habido una falta de progreso en la situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios en los últimos diez años y, en general, las condiciones de trabajo de las mujeres no son igualitarias en los sistemas. Se caracterizan por ser más irregular, más informal, más de tiempo parcial, de trabajos con menos calificación, de más mano de obra intensiva y más vulnerable. También por el mismo trabajo le pagan menos a las mujeres. Por cada dólar que pagan a los hombres pagan 82 centavos a las mujeres, por el mismo trabajo. Y también las mujeres son menos productivas en comparación con los hombres en términos de la producción agropecuaria, en un 24%, y esta diferencia se debe más que todo a la discriminación. Hicimos un análisis de estadísticas ubicando cuáles eran las razones por lo cual les pagan menos o son menos productivas, y la razón más importante es la simple discriminación contra las mujeres. Esa es la foto grande del informe.

¿En qué áreas ha habido progreso?

Más que todo en términos al acceso al internet, a los temas digitales, a la tecnología digital, ahí sí hay progresos importantes y en América Latina hay una situación mejor en comparación con otras regiones del mundo. Pero en general, la situación significa que siguen siendo grandes retos en términos de la condición de la mujer en la cuestión laboral, en los sistemas agroalimentarios.

Especifique, ¿en qué se centran esos principales retos que enfrentan las mujeres en los sistemas agroalimentarios?

El sistema agroalimentario es la producción agropecuaria, pero también todas las actividades económicas que van desde la producción hasta el consumo. Todo el procesamiento, toda la cadena de valor de la agricultura hasta el consumo. Vemos que a nivel mundial solo un 36% del trabajo de las mujeres está en los sistemas agropecuarios. En América Latina es mucho menor, es el 25% de las mujeres y el 34% de los hombres que trabajan en esos sistemas. Entonces, es mucho menor en comparación con África, donde más del 60% de las mujeres trabajan en los sistemas agropecuarios. La gran diferencia en América Latina y en Centroamérica en particular es la mayor proporción de mujeres que dentro de este sistema agroalimentario trabajan fuera del campo, en las actividades no agrícolas. En América Latina es el 70% y en Centroamérica es más de 80% de las mujeres que están trabajando en el sector agroalimentario, están en esas actividades no agrícolas, en comparación con el 43% de los hombres. En general, las condiciones de trabajo de las mujeres son adversas en comparación con los hombres. Una razón importante es el tipo de trabajo que hacen, que en general las mujeres están en situaciones más vulnerables.

¿Qué quiere decir esto?

Que un porcentaje menor está trabajando como empleado asalariado y un porcentaje mayor está trabajando en autoempleo básicamente o por la familia o por autoempleo propio informal. Esa es una gran diferencia. Otra diferencia muy importante es la cuestión del tiempo de cuidado de las mujeres en las familias. Como bien se sabe, en general, las mujeres tienen más responsabilidades en el cuidado de los niños, tal vez de los ancianos, de los quehaceres domésticos del hogar, y eso complica los desafíos en términos de tener la misma participación laboral que los hombres. Y lo que vemos en general a nivel mundial, las mujeres dedican 4.2 horas diarias a los trabajos domésticos y los hombres dedican 1.9 horas diarias. En América Latina también hay una gran diferencia. Según otro estudio, [no el nuestro que reportamos en el informe] las mujeres en América Latina y el Caribe dedican en promedio entre 1.6 horas a más de siete horas, y esta es la situación en Cuba; y en Guatemala el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado por cada hora que los hombres lo dedican. Entonces se imagina el desafío que eso presenta a las mujeres que quieren participar. Ese yo diría es uno de los grandes, grandes desafíos que tiene mucho que ver con las normas culturales y sociales que enfrentamos, no solamente en esta región, ese es un desafío mundial en todas las regiones, en todos los países. Obviamente, en algunos países es mayor como señalamos aquí, comparando Cuba y Guatemala que son los dos extremos […]. Diría que es un gran desafío que requiere de una política que vaya atendiendo realmente a las normas sociales y culturales que viven los hogares en estas regiones y en otras. ¡Ese sí es otro gran desafío!

Usted menciona a Cuba y a Guatemala en los extremos, pero ¿en qué otros países de la región se observa esa radiografía de situación de vulnerabilidades que enfrentan las mujeres en cuanto a los trabajos domésticos? ¿Cómo está Panamá?

No tenemos datos para todos los países de América Latina para una buena selección. En Panamá, por ejemplo, por cada hora que trabaja un hombre en los cuidados domésticos, las mujeres trabajan 2.3 horas. México y Colombia más de tres horas, Honduras casi cuatro horas, República Dominicana más de cuatro horas en términos de esa diferencia y Guatemala se lleva el premio de la peor situación en términos de cuidados domésticos.

¿Cuál es la proporción de las mujeres en la fuerza laboral en los sistemas agroalimentarios?

En América Latina, 25% de las mujeres y 34% de los hombres que están trabajando en el mercado de la fuerza laboral están en los sistemas agroalimentarios.

¿Cuál es el precio de la desigualdad de género en la alimentación y la agricultura, si lo pudiera dimensionar?

El precio diría tiene muchas dimensiones. A nivel de sociedad hay un precio en lo que perdimos en términos de protección, de riquezas que las mujeres pudieran dar si tuvieran las mismas situaciones y condiciones. También obviamente a nivel familiar hay una gran pérdida de ingresos para los hogares donde las mujeres trabajan y donde obviamente ellas son las jefes de hogar, etcétera. Hicimos un cálculo a nivel global, si pudiéramos intervenir a cerrar las brechas en activos y recursos entre los hombres y las mujeres, eso es simplemente acceso a la tierra, acceso a otros servicios, etcétera, se podría aumentar el PIB [Producto Interno Bruto] mundial en 1% y proporcionar seguridad alimentaria a 45 millones de personas. Esa es una idea. Por otro lado, también hicimos otro cálculo, de que si los proyectos de inversión enfocaran mejor sus objetivos en el empoderamiento de las mujeres, es decir, realmente empoderarlas, se pudieran aumentar los ingresos de 58 millones de personas más y la resiliencia de otros 235 mil millones de personas adicionales. Esos son cálculos de manera global para indicar de que si pudiéramos atender algunas de las dimensiones de desigualdad se pudieran tener ganancias para toda la sociedad en adelante.

¿Cuál sería la ruta para cerrar esas brechas?

Por un lado, es importante seguir cerrando las brechas en términos de acceso como la tierra, educación, servicios, internet, cuya desigualdad en términos de acceso todavía sigue, etcétera. Simplemente cerrando esas brechas sigue siendo una meta importante. Pero lo que señala la evidencia que se ha generado y este estudio es que también hay que tocar y hay que enfrentar los problemas más a raíz, y es hablar y confrontar estas normas sociales y culturales que inhiben a las mujeres de poder realizarse en términos económicos. Lo que mostramos es de que hay bastante evidencia de que esos enfoques, [lo que nosotros llamamos de géneros transformadores, porque trata de atender los problemas estructurales que enfrentan las mujeres] sí son rentables y sí pueden cambiar a lo largo del tiempo las normas sociales discriminatorias a nivel local y también a nivel nacional. Eso es importante. También cosas básicas como el acceso a servicios formales de guardería son muy importantes en términos del empleo y los ingresos de las madres en los sistemas agroalimentarios. Además, es muy importante la acción colectiva, entonces, apoyando a grupos de mujeres organizadas para poder defender sus derechos y también actuar de manera colectiva en términos de la búsqueda de cerrar esas brechas y atender algunos de esos desafíos. Otras políticas como la protección social, por ejemplo, también pueden tener un impacto si tienen el diseño adecuado en términos de apoyar a las mujeres en estas diferentes dimensiones y en aumentar el empleo y mejorar su resiliencia frente a riesgos y otras cosas.

En conclusión, ¿podríamos decir que la mujer juega un rol importante en la erradicación de la hambruna?

¡Claro que sí! ¡Sin duda! Lo que mostramos es precisamente eso porque las brechas de género que se enfrentan y las diferentes dimensiones de desigualdad y la discriminación directa, todo eso hacen que el impacto de las mujeres no sea lo que sería su potencial en términos de generación de ingresos y de combatir la hambruna, que obviamente tienen diferentes caras en diferentes partes del mundo. En algunos lugres es de mucho más conflicto y crisis etcétera, pero igual, las mujeres tienen mucho más potencial para poder contribuir a reducir el hambre, pero lo que se necesitan son políticas explícitas y dirigidas que le puedan facilitar y realizar este potencial.

¿Qué tipo de políticas explícitas y dirigidas serían las adecuadas?

Como mencioné, son políticas o programas que son explícitamente dirigidos a enfrentar las cuestiones sobre cuidado de niños y los quehaceres domésticos. Compartir equitativamente los quehaceres del hogar, la verdad tendrían un impacto muy importante. Eso es algo tan básico, pero que también todos vivimos en nuestras familias y es de suma importancia tanto en las ciudades como en las comunidades rurales. Este tipo de políticas se ha demostrado que son rentables en el sentido de que tienen un impacto mayor de lo que cuesta. Pero hay que implementarlas y sí son importantes. También políticas, por ejemplo, en el sector agrícola de acceso de las mujeres a la tierra o de tener las mismas protecciones legales a la tierra que tienen los hombres; políticas como la participación de la mujer en la parte no agrícola de los sistemas agroalimentarios o de apoyo dirigido en términos de los que participan en los mercados o los que participan en las diferentes partes de la cadena de valor, de poder aumentar su productividad, etcétera. Pero tienen que ser políticas específicas dirigidas a mujeres para poder tener un efecto. Y de nuevo políticas como guarderías formales, de buena calidad, realmente es fundamental, así como también políticas de protección social.

Y en este sentido, ¿cómo está Panamá?

En Panamá y en otros países de la región hay muchos programas de protección social que en mayor o menor medida tienen un enfoque sensible a las cuestiones de género, pero lo importante es hacerlos explícitos y asegurar, por ejemplo, que las políticas de transferencias condicionales en efectivo no impongan un cargo mayor de trabajo a las mujeres en comparación con el hombre, como ha sido el caso. Es importante entender cuáles son las implicaciones de políticas como la política social en términos del tiempo que se necesita para acatar los reglamentos etcétera, para que facilite la participación de la mujer en las actividades económicas en lugar de quitarles más tiempo, por ejemplo.

En términos generales, ¿ ha mejorado o ha empeorado la situación en la mujer, según las conclusiones de este último informe?

Ha habido mucha más atención en la cuestión del género en los últimos diez años ciertamente, pero dada toda esta atención adicional, la verdad el progreso ha sido mínimo, diría. Sí ha habido progreso en términos, por ejemplo, de las cuestiones del acceso al internet, a los teléfonos móviles, a la tecnología digital, pero en las otras áreas la verdad hay muy poco progreso en términos de reducir la discriminación, de equivaler, de hacer valer el pago igual a mujeres y a hombres por el mismo trabajo, en términos de acceso a los activos y a los servicios, a crédito y eso es lo que uno necesita para construir una actividad económica en los sistemas agroalimentarios. La verdad ha habido mucho menos progreso de lo que uno esperaría y creo que se requiere redoblar los esfuerzos y repensar lo que estamos haciendo para poder revertir una situación que sigue siendo bastante desalentadora en términos de la situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios. Esto es a nivel mundial.

¿La pandemia tuvo algún efecto en este poco avance?

La pandemia ciertamente tuvo un impacto. No ayudó y empeoró la situación de las mujeres en muchas dimensiones y en particular aquí en América Latina, términos de pérdida de trabajo que fue mucho mayor para las mujeres que para los hombres. Y se ve en los datos de seguridad alimentaria que el impacto ha sido mucho mayor a las mujeres debido al covid-19 que para los hombres. Y ese impacto ha sido mayor aquí en América Latina que en otras regiones del mundo. Pero en general la pandemia realmente empeoró la situación de las mujeres, precisamente por la cuestión del cuidado de los niños, porque esta carga adicional le cayó a las mujeres, atender a los niños, a los adultos mayores, a los enfermos, etcétera. En términos de quien viene del trabajo primero es casi siempre la mujer, menos tal vez en América Latina, pero ciertamente en África, la cuestión de muchas niñas que no regresaron a la escuela después de covid que tiene mucha implicación en el futuro, obviamente, en términos laborales, pero también de tener hijos a una edad joven, de casarse joven, etcétera. Entonces, este impacto a través de la escuela impactó más a las niñas y si va a tener repercusiones por generaciones, yo diría. Es bastante serio. Diría que las mujeres pagarán el precio mayor del covid en América Latina y en el mundo.

¿Cuál sería su mensaje frente a esta lucha de género?

El mensaje sería de que la tarea de alcanzar la igualdad de género es una tarea de todos, no es solo tarea mía, de mi división o del Ministerio de la Mujer [en Panamá] hay que ser explícitos, ir directo, enfocados en términos de poder revertir la situación y alcanzar la igualdad.

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