Tensión en Ucrania, en un punto muerto entre Estados Unidos y Rusia

Actualizado
  • 28/01/2022 00:00
Creado
  • 28/01/2022 00:00
Washington y Moscú no han cerrado sus puertas a la diplomacia. Sin embargo, la falta de acuerdo en cuestiones estratégicas hace más peligroso ese episodio de la nueva Guerra Fría en curso
El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, en una intervención en la Duma del Estado.

Durante el joven siglo XXI se han dado momentos de zozobra internacional, pero pocos han sido tan potencialmente peligrosos para la paz como el que tiene lugar ahora en Europa oriental.

Estados Unidos y sus socios europeos acusan al Gobierno ruso de estar listo para invadir Ucrania. El Kremlin lo niega y denuncia que tras el ultimátum estadounidense se busca cercar a Rusia a través de la OTAN (Organización del Atlántico Norte), incorporando Estados próximos o fronterizos, lo que facilitaría el uso de esos territorios para ubicar armas estratégicas en su contra.

Las tensiones no han dejado de escalar con movilización de tropas rusas cerca de la frontera ucraniana, al tiempo que Washington y Londres envían armamento a Kiev; incluso la Casa Blanca, en voz de la vicesecretaria de Estado, Wendy Sherman, aseguró –sin presentar pruebas– que el ataque ruso ya tenía fecha: febrero.

El presidente de EE.UU., Joe Biden, amenazó con tomar acciones que “serán un desastre para Rusia” si se da la invasión. En un tono similar, el ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, dejó claro que si “Occidente continúa con su curso agresivo, Moscú tomará las medidas de represalia necesarias”.

Una retórica prebélica que este jueves 27 de enero quedó en un punto muerto, después de que el gobierno del presidente Vladimir Putin considerase que la respuesta de EE.UU. no atendía las demandas de fondo, la renegociación de un nuevo pacto de seguridad. Una situación que se veía venir cuando un día antes el jefe de la diplomacia de EE.UU., Anthony Blinken, confirmó que en la OTAN “siguen las puertas abiertas“ para una ampliación de esta hacia Europa del este.

Ucrania, 'casus belli'

¿Por qué la neutralidad o no de Ucrania es motivo de guerra? Para responder mejor esta pregunta habría que volver a la crisis de los misiles en octubre de 1962, incidente que colocó al mundo a punto de una conflagración nuclear entre EE.UU. y la antigua Unión Soviética (URSS).

Aquel suceso dejó claro que las potencias debían pactar –o al menos aceptar tácitamente– espacios neutrales para evitar lo que después se conocería como destrucción mutua asegurada (MAD, en inglés), una estrategia militar que supone que, de haber una guerra entre dos Estados nucleares con un similar poder de devastación, ambos terminarían aniquilados; de manera que ese temor mantendría un equilibro que evitaría la guerra total. Bajo esta doctrina de seguridad no solo es importante el potencial destructivo, sino también la capacidad de atacar y responder rápidamente frente al enemigo. De allí que la nación cuyos misiles necesiten menos distancia y tiempo para impactar su objetivo, corre con ventaja.

El perverso equilibrio del MAD evitó el apocalipsis nuclear hasta la caída de la URSS en 1991 y el surgimiento del mundo unipolar bajo el cuño estadounidense, cuando se desdibujó el balance.

Fue precisamente a partir de ese periodo que la OTAN incorporó a la mayor parte de sus miembros, a contramano de la promesa hecha por el entonces secretario de Estado estadounidense James Baker al último presidente de la URSS, Mijaíl Govachov: no expandir la alianza militar.

Aunque los líderes occidentales niegan haber dado esas garantías, la desaparición del bloque soviético no supuso el fin de la OTAN. Por el contrario, hasta 2004 sumó 14 nuevos miembros más, todos sin excepción países del este y dentro de la histórica zona de influencia rusa. Incluso algunos países como Polonia o Rumania autorizaron sistemas misilísticos pese a las protestas de Moscú.

De estallar un conflicto con EE.UU. y la OTAN, proyectiles lanzados desde estos países podrían alcanzar territorio ruso en unos 15 minutos, tiempo suficiente para una contraonfensiva rusa. Pero si se disparan desde Ucrania, el tiempo de impacto es de unos cinco minutos, lo que reduce drásticamente la capacidad de respuesta del Kremlin. Para los estrategas rusos ese panorama desbarata el esquema del MAD, y convierte a una Ucrania armada y hostil, en una amenaza existencial.

Es una lógica de seguridad geopolítica básica. En un hipotético escenario a la inversa, si Rusia o China colocaran lanzaderas con capacidad nuclear en la provincia de Quebec (Canadá) o en la ciudad de Tijuana (México), a las puertas de EE.UU., el rechazo de la Casa Blanca sería inmediato.

De hecho, este fue el argumento que utilizó EE.UU. en 1962, cuando consideró inaceptables los misiles soviéticos en Cuba –a solo 90 millas de su territorio–, que paradójicamente fue una respuesta de la URSS ante el previo despliegue de lanzaderas estadounidenses en Turquía.

Tanto Washington como Moscú no han cerrado sus puertas a la diplomacia, lo cual da algo de esperanzas para la paz. Sin embargo, la falta de acuerdo en cuestiones estratégicas hacen más peligroso ese nuevo episodio de la nueva Guerra Fría que hoy enfrenta a Rusia, Estados Unidos y China.

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