¿Qué está pasando en Colombia? preguntan en Panamá

  • 06/07/2025 00:00
la desinformación y el poco análisis, el atentado al senador colombiano y precandidato de la oposición Miguel Uribe Turbay, una oposición a la derecha y un gobierno a la izquierda, demandan un repaso al contexto histórico de Colombia en los recientes años

En el año 2021 hubo en Colombia un estallido social de proporciones gigantescas. Fue una situación que se le salió al gobierno de turno de las manos, y como era de esperarse, con el empleo de la violencia policial, el conflicto entre los protestantes en las calles y las fuerzas del orden, las cosas terminaron mal. En realidad, se trató de un enfrentamiento brutal de la policía con jóvenes habitantes de las barriadas marginales, campesinos e indígenas en situación de pobreza, estudiantes, sectores todos con reclamos justos y en medio de condiciones sociales difíciles. Surgió nacionalmente el movimiento de la resistencia, con sus propias identidades y expresiones, que fueron consagradas desde el arte público. De esta confrontación, quedaron, como templos de memoria, monumentos a la resistencia, que hoy son objeto de admiración y reconocimiento desde un lugar del espectro ideológico y social de los colombianos, mientras que la otra orilla, lo sigue distinguiendo como expresión de crimen y terrorismo. A la final, murieron cerca de cien jóvenes, decenas de ellos perdieron sus ojos por la acción de las balas de goma disparadas por las fuerzas antimotines, cientos fueron arrestados y condenados por terrorismo, la economía se afectó de forma sensible y el sector que gobernaba, se hundió en la impopularidad y el desprestigio.

Elecciones 2022

Este clima previo al proceso electoral para elegir, primero, Congreso de la República, renovar alcaldías y gobernaciones, y luego presidente de la república, favoreció el discurso de oposición de la izquierda colombiana y un conjunto de grupos minoritarios aliados.

Desde cualquier ángulo que se observe, la ciudadanía en general votó por el cambio, es decir, tanto la derecha como la izquierda. El diario New York Times señalaba que “Gustavo Petro, un exrebelde y senador veterano que ha prometido transformar el sistema económico del país, ganó las elecciones del domingo (19 de junio de 2022), según los resultados preliminares, poniendo al tercer país más poblado de América Latina en un camino radicalmente nuevo”.

(...) Un poco más del 58 por ciento de los 39 millones de votantes de Colombia acudieron a votar, según cifras oficiales. La victoria de Petro refleja el descontento generalizado en Colombia, un país de 50 millones de habitantes, frente a un aumento de la pobreza y la desigualdad y una amplia insatisfacción por la falta de oportunidades, cuestiones que llevaron a cientos de miles de personas a manifestarse en las calles el año pasado. “El país entero está pidiendo un cambio”, dijo Fernando Posada, politólogo colombiano, “y eso es clarísimo”. (...)

De esta manera el prestigioso diario esbozaba lo que había ocurrido con las elecciones colombianas y planteaba las preguntas hacia adelante, debido al que programa del elegido representaba visiones nuevas, calificadas por los opositores como “locuras, delirios, ideas descabelladas, copias del modelo cubano y venezolano, un peligroso modelo castrochavista que había que derrotar”.

La campaña había transcurrido en un ambiente de fuerte contradicción, estigmatizaciones, señalamientos, posverdades y un lenguaje no pocas veces degradado. Pero como dijo un observador al final de los resultados: “los simpatizantes de Petro celebraron un triunfo histórico y los de Hernández enfrentaron la incertidumbre”.

Si la victoria fue significativa para Gustavo Petro, para los tradicionales gobernantes convertidos en oposición, fue un porrazo, que no estaban dispuestos a soportar.

Las profecías

Desde el primer día la oposición derechista pasó al ataque. Un sector denominado de centro permaneció a la expectativa y otro atendió el llamado a coaligarse con el gobierno del presidente Petro.

El ambiente político en una sociedad profundamente polarizada, incrédula en las instituciones, y un clima heredado de violencias en los territorios, no iba a ser fácil de conducir.

En Colombia existen también, y de qué manera, predicadores de catástrofes y fatalistas de oficio. Auguraron la expropiación de capitales, la instauración del comunismo, la usurpación de tierras, por parte del gobierno, la alianza del nuevo gobierno con las fuerzas del mal, y la gran hecatombe. Muchos de estos “patriotas compungidos”, anunciaron que se irían a vivir al exterior, Miami preferencialmente, y en redes circulaban mensajes como que los grandes capitales nacionales y extranjeros huirían en manada del país. Ninguna de las profecías se cumplió.

Hay que señalar que las reformas sociales por las cuales votaron los colombianos, apenas comienzan a palparse en leyes y actos ejecutivos, debido a esa feroz oposición instalada el congreso de la república y otras instituciones. Han hundido, negado, ignorado todo lo que provenga de Petro, una y otra vez, y propiciaron un clima mayor de enfrentamiento entre ambos poderes (ejecutivo y legislativo) que llevó al gobierno nacional, en cabeza del presidente Gustavo Petro, a la convocatoria de una consulta popular, para conseguir la aprobación de la reforma laboral, y de este modo, cumplir con los reclamos de los trabajadores colombianos, cuyos derechos fundamentales habían sido conculcados mediante la aplicación de recetas económicas neoliberales en los últimos 25 años.

Finalmente, entre negaciones de la reforma, cuestionamientos, amenazas de consulta, el gobierno y la presión de los trabajadores en las calles, consiguieron que la reforma que había sido inicialmente negada y contenida en el congreso, fuese desenterrada con maniobras jurídicas legales, y recién aprobada mayoritariamente.

El atentado y el clima político

Lo que ha sucedido al senador Miguel Uribe Turbay, es condenable y merece ser esclarecido. Pero pudo haber ocurrido como un intento de agudizar las confrontaciones verbales y escalar la violencia entre simpatizantes de uno y otro lado del espectro político, generar caos, o crear condiciones para responsabilizar al propio presidente Petro del atentado.

La sociedad colombiana se estremeció, y de inmediato vinieron recuerdos del pasado. Se despertaron temores, especulaciones, y un clima de miedo, parecido a las épocas más tenebrosas del pasado cuando se desbocaron esas violencias cíclicas, asesinaron candidatos presidenciales o líderes influyentes del país, con el fin de impedir la llegada de nuevos actores políticos a la vida nacional y evitar su ascenso al poder.

Reclamos de las lejanías

Aun no se conoce la suerte final del precandidato presidencial y senador Uribe Turbay. Su familia habla de milagros, y no pocos santos con fama de milagrosos han desfilado a las puertas de la clínica especializada en donde atienden a la víctima, en la capital colombiana, con el propósito genuino de que, en efecto se recupere pronto a su vida familiar y a la actividad. El cuerpo médico, de alto prestigio nacional e internacional, sigue al frente monitoreando la evolución de su delicado paciente.

Por su parte, las investigaciones avanzan, y ya se sugieren importantes pistas que podrían esclarecer quienes fueron los autores intelectuales de este asqueroso hecho de violencia.

En paralelo, comienzan a surgir voces que piden la mirada y solidaridad con otras víctimas, los líderes y lideresas sociales que en los territorios libran una lucha directa y desigual contra estructuras criminales y todo tipo de violencias. Solo en el último trimestre han siso asesinados cerca de 50 líderes reclamantes de tierras, o de defensores de derechos humanos, o derechos colectivos, o gestores de paz. Una parte del país nacional los discrimina, los poderes instaurados en las grandes ciudades los ignoran, la clase dirigente tradicional los estigmatiza. Es la tradición del olvido, que retrata la dimensión de la desigualdad en Colombia, la lucha de clases, y la necesidad de encontrar un acuerdo nacional entre todos los actores sociales y políticos, para que de verdad el país alcance su anhelado sueño de paz total. Las estadísticas de la desigualdad abundan, como también las contrarias, las de la riqueza, la creatividad, el emprendimiento, que ofrecen oportunidad y esperanza. Son dos caras de una misma moneda. Esa lucha entre el pasado y el porvenir, entre el retroceso y la modernidad, entre la pobreza y la riqueza, entre la desigualdad y la igualdad de oportunidades, se escenifica hoy más que nunca en la historia de Colombia, a través de la política, en la lucha por el poder, en la amplificación de la democracia, en la representación y en la participación de las ciudadanías olvidadas. Esto es lo que está pasando en Colombia, y seguramente aquí se ignora. (Continuará...)

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