¡La culebra está viva!

BOGOTÁ. Es toda una paradoja. Juan Manuel Santos llegó a la Presidencia de la República gracias a todas las batallas que le ganó como mi...

BOGOTÁ. Es toda una paradoja. Juan Manuel Santos llegó a la Presidencia de la República gracias a todas las batallas que le ganó como ministro de Defensa a la guerrilla. Pero ahora, cuando está cumpliendo un mes en la Casa de Nariño, el orden público se convierte en su primera piedra en el zapato. Los ataques guerrilleros de las últimas dos semanas han dejado al país sorprendido.

El número de uniformados muertos en estos diez días habla por sí solo: 35 policías y cinco soldados perdieron la vida en solo cinco ataques, en Solita y El Doncello (Caquetá), en El Bagre (Antioquia), en Samaniego (Nariño) y en San Miguel (Putumayo). En este último ataque, del viernes pasado, asesinaron a nueve policías, y lo más preocupante es que el propósito de la guerrilla era tomarse el pueblo. Eso, sin contar un atentado que se presentó el miércoles contra la sede del DAS en Pasto que dejó 12 heridos.

Con toda razón, la más reciente encuesta de Gallup muestra cómo prácticamente en el único ítem en el que cae la confianza de la gente, comparada con la última medición del gobierno de Álvaro Uribe, es en el del orden público. Se disparó, por ejemplo, de 48 a 62% el porcentaje de los colombianos que cree que la inseguridad está empeorando, y en general todos los indicadores relacionados con guerrilla, seguridad y orden público vuelven a los niveles de antes de la Operación Jaque, es decir, de hace dos años. En los demás campos, cunde el optimismo.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO? ¿QUÉ BUSCAN LAS FARC?

Lo primero es que estos ataques no son del todo extraños a lo que viene ocurriendo desde hace unos 14 meses. ‘Las FARC, después de la muerte de Marulanda, se reestructuraron y hace 14 meses les comenzó a dar resultados —explica Ariel Ávila, especialista en conflicto de la Fundación Nuevo Arco Iris—. Las FARC se demoraron cuatro años y medio para descifrar la seguridad democrática. Y ahora le toca a la fuerza pública adaptarse de nuevo’.

El país político se concentró en temas como el referendo, la reelección y luego las campañas, y no se dio cuenta de que en mayo, por ejemplo, se dio una cifra alarmante de acciones militares de las FARC, poco menos de 300. Es más, el mismo día que fue elegido presidente Juan Manuel Santos, en Tres Bocas, Tibú, murieron siete policías en un ataque del ELN.

El segundo punto es que los ataques de esta semana muestran una nueva gama de asaltos de la guerrilla, pues tiene dos características particulares: la participación en la mayoría de ellos del ELN y el hecho de que el blanco de casi todos los ataques es la Policía. Esta arremetida podría considerarse la presentación en sociedad de la alianza de las dos guerrillas colombianas que aún sobreviven, las FARC y el ELN, tal y como lo anunciaron el pasado 17 de diciembre a través de la página de Anncol.

En ese entonces, según un comunicado, el Secretariado de las FARC y el Coce del ELN se reunieron en algún lugar del país, decidieron trabajar ‘por la unidad’ y prometieron acabar con sus históricas pugnas, para enfrentar al gobierno de Álvaro Uribe. Y el hecho de que elijan a la Policía como blanco preocupa. Pues una de las primeras conquistas, fundamentales de la seguridad democrática fue devolver la Policía a los pueblos del país. Pero la pregunta es:

¿PARA QUÉ HACEN ESTO LAS FARC Y EL ELN?

Sin duda, es un mensaje de fuerza, y esos mensajes sirven para dos cosas: o para tomarse el poder por las armas, cosa que en la Colombia de hoy es absolutamente imposible, o para llegar en mejores condiciones de negociación a una eventual mesa de diálogo.

En esto último, el gobierno, a pesar de que el Presidente dijo que no botaba al mar la llave de una negociación, fue enfático en advertir que solo se sentará con la guerrilla si esta libera a los secuestrados, deja de secuestrar y suspende todo tipo de acción violenta. Las FARC podrían estar más dispuestas que nunca a entrar en una dinámica de diálogo después de la era Uribe. Sin duda éstos quieren oxígeno político y no pretenden que su destino sea de grupo terrorista que siembra con bombas el país.

Una semana antes de posesionarse Santos, el jefe máximo de las FARC, Alfonso Cano, mandó un mensaje al país a través de un video en el que le decía al nuevo mandatario: ‘Hombre, conversemos’. Cano, con más síntomas de paz que de guerra, con el semblante cansado y envejecido, insistía en buscarle una salida negociada al conflicto.

El jefe guerrillero reconoció en su alocución que no les ha ido bien en la guerra, pero que la guerrilla siempre va a estar ahí, porque, según él, no es posible derrotarla militarmente. El gobierno de Santos se ha visto precipitado a su primera crisis.

El ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, ya anunció un ‘agresivo plan antiterrorista’, y el almirante Édgar Cely, comandante de las Fuerzas Militares, asegura que sus hombres siguen enfrentándose día y noche a la guerrilla, que no ha hecho otra cosa que demostrar una fortaleza que no tiene. La situación para el gobierno no está fácil. Porque no solo es la guerrilla, sino que la caja de Pandora de las pandillas en las comunas de Medellín se ha vuelto a abrir, y los grupos emergentes se vuelven engendros cada vez más grandes y peligrosos.

¿Cómo ha podido la guerrilla atacar y provocar tantas bajas? ¿Se aflojó la disciplina de la seguridad? Sin duda, los dos últimos años no han sido los mejores para la fuerza pública. Los escándalos de los ‘falsos positivos’ repercutieron en las tropas. La bomba contra la sede de Caracol en Bogotá, hoy en la distancia, puede ser vista como el anuncio de la arremetida que se venía.

Lo Nuevo