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- 30/04/2014 22:40
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La Casa Blanca dijo que la problemática ejecución de este martes de un preso en Oklahoma que finalmente murió de un ataque al corazón más de 40 minutos después de recibir la inyección letal "no alcanzó" los estándares humanos.
En su rueda de prensa diaria, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, se refirió así al fallecimiento de Clayton Lockett, de 38 años y condenado a la pena capital por el asesinato de una joven de 19 años en 1999, ejecución que ha reabierto la polémica sobre la pena de muerte en Estados Unidos.
"Tenemos un estándar fundamental en este país, en el que, incluso cuando la pena de muerte está justificada, debe llevarse a cabo humanamente. Y pienso que todo el mundo reconocería que este caso no alcanzó ese estándar", señaló Carney.
El portavoz de la Casa Blanca recordó que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, considera que "hay algunos crímenes que son tan atroces que la pena de muerte es merecida", aunque las evidencias sugieren que la pena capital tiene pocos efectos para frenar los delitos.
Carney apuntó que tanto los delitos cometidos por Lockett como los del otro preso cuya ejecución estaba prevista para este martes, Charles Warner, de 46 años y en el corredor de la muerte por la violación y asesinato de una niña de 11 meses en 1997, "son indiscutiblemente horribles y atroces".
Las complicaciones en la aplicación de la pena de muerte a Lockett, a quien se le reventó una vena y siguió vivo entre jadeos y convulsiones más de 40 minutos después de recibir la inyección -cuando no suele durar más de cinco-, obligó a cancelar el segundo ajusticiamiento, en la que iba a ser la primera ejecución doble del país desde 2000, y en el estado de Oklahoma desde 1937.
DEBATE SOBRE PENA CAPITAL
La gobernadora de Oklahoma, la republicana Mary Fallin, pidió este miércoles que se investigue lo sucedido y aplazó 14 días la ejecución de Warner. "He pedido al Departamento Correccional que lleve a cabo una investigación completa de los procedimientos de ejecuciones de Oklahoma para determinar qué pasó y por qué" durante el ajusticiamiento de Lockett, afirmó Fallin en un comunicado.
El de Clayton Lockett fue el último de una serie de ajusticiamientos en los que la aplicación de la pena capital ha sido más prolongada y agónica para los presos de lo esperado, polémicos por el uso de nuevas inyecciones letales (las convencionales escasean) y por el secretismo con que los estados las compran.
Lockett se retorció y jadeó cuando le fue administrada la inyección, que contenía una combinación de fármacos nunca usada en Oklahoma, aunque se había empleado en otros estados, antes de morir de un ataque al corazón.
La controversia que ha levantado esta ejecución se ha visto acrecentada por el interés que el caso había suscitado previamente.
Hasta la semana pasada, los abogados de Lockett y Warner intentaron suspender sus ejecuciones. Tras conocer que otro reo de Oklahoma gritó que le "quemaba" todo el cuerpo durante su ejecución en enero, Lockett y Warner temieron que sus ajusticiamientos incumplieran el mandato constitucional que prohíbe los castigos crueles y pidieron información sobre la procedencia de los fármacos.
Así, sus letrados pleitearon en busca de una cancelación y denunciaron el secretismo del estado sobre cómo obtenía los medicamentos de la inyección letal, que el Gobierno de Oklahoma justifica para defender a las farmacéuticas de las presiones de los activistas.
Pero el Tribunal Supremo de Oklahoma estableció que la resolución de sus condenas a muerte había de seguir adelante y se programó entonces el ajusticiamiento de ambos para este martes.
Aunque Warner no fue ejecutado, la forma en que murió Lockett ha dado argumentos renovados a los oponentes de la pena capital.