Tormenta en el Golfo Pérsico

IRÁN. 2012 ha comenzado con el mundo en plena ebullición: Siria sigue su pseudo guerra civil, Nigeria está cada día más cerca del colaps...

IRÁN. 2012 ha comenzado con el mundo en plena ebullición: Siria sigue su pseudo guerra civil, Nigeria está cada día más cerca del colapso, Corea del Norte, Libia, Egipto... y sin embargo hay un sólo país, una sola crisis, que se está llevando casi toda la atención mediática: Irán.

La primera pregunta que salta a la mente es: ¿por qué? Después de todo, Irán y EEUU llevan enfrentados desde 1979, y el ‘tira y afloja’ con el resto de las potencias mundiales por lo del programa nuclear data desde hace por lo menos una década. Para más inri, las cuestiones más fundamentales son todavía materia de especulación: nadie puede asegurar si existe un programa de armamento nuclear en Irán, ni si hay intención o no en Teherán de fabricar un arma nuclear. Los detalles, matices y rumores complican tanto la situación que, paradójicamente, nos permite sacar la primera conclusión: la bomba no importa.

ESTO ES SOBRE OTRA COSA

La crisis actual con Irán es preocupante, sí, pero no ha pillado a nadie por sorpresa. En su predicción para el año 2011, la agencia de inteligencia STRATFOR afirmaba que el reto más importante para Washington sería el de abandonar Irak —el 31 de diciembre pasado— y dejar a Irán como la potencia dominante en la región. Con la salida americana de Irak, Teherán tendría una cadena de satélites y aliados desde los montes Zagros hasta el mar Mediterráneo. Muchos países vieron ésto con preocupación, pero para Arabia Saudita e Israel, ésta situación era inaceptable.

Por eso, STRATFOR se atrevió a predecir que los estadounidenses encontrarían la manera de extender su presencia en Irak más allá de la fecha límite. Esa predicción no se cumplió, pero el razonamiento subyacente es la raíz de la crisis actual: Washington necesitaba —y necesita— llegar a un entendimiento con Teherán para llenar el vacío de poder dejado en Irak y la región. Ese entendimiento no llegó, los americanos se fueron, y ahora se encuentran tratando de contener al gigante persa.

ALIADOS Y ELECCIONES

El 31 de diciembre, justo cuando expiraba el mandato americano en Irak, en Washington se aprobaron una serie de sanciones económicas contra el Banco Central iraní, algo que, según varios expertos, equivale a una declaración de guerra.

Pocos días después, las fuerzas armadas iraníes culminaba una serie de ejercicios de guerra en el estrecho de Ormuz, no sin antes cruzarse varias amenazas con su contraparte estadounidense, que tiene su quinta flota estacionada en Bahrein. La combinación de sanciones y una retórica cada vez más agresiva han tensado la cuerda, pero vale la pena detenerse a considerar dos puntos importantes desde el punto de vista estadounidense.

Primero, es evidente que algunos países, especialmente Arabia Saudita e Israel, están utilizando toda su maquinaria en Washington para tomar acción definitiva contra Teherán. Con las últimas sanciones, EEUU parece decirle a Irán que está intentando darle una última oportunidad a la ‘diplomacia’ y que la presión israelí y saudí se está volviendo insostenible.

Pero el punto más preocupante es sin duda el contexto político interno de EEUU. La ‘suavidad’ de Barack Obama para con Irán se ha convertido en un tema casi consensual en la carrera para la candidatura presidencial republicana, y hay incluso candidatos que hablan sin tapujos de cambio de régimen en Teherán. A diez meses para los comicios, la administración Obama parece haber mordido el anzuelo y ahora están tratando de lucir ‘duros’ con el régimen iraní.

RESISTIENDO COMO SEA

Luego está la posición iraní. Aunque es imposible saber las intenciones persas, hay varios factores a considerar. Primero, Irán es una república revolucionaria. Esto significa que sus élites militares y políticas cuentan con un elemento ideológico que les permite hacer sacrificios que otros países no estarían dispuestos a hacer. Éste elemento es fundamental a la hora de considerar la efectividad de las sanciones y/o un ataque militar. Aún así, Irán no es un ente monolítico. En 2009 las protestas del movimiento verde iraní captaron la atención mundial y, más recientemente, ha habido una lucha de poder entre el presidente Mahmud Ahmadinejad y el Líder Supremo, ayatolá Alí Khameneí. Sin embargo, si hay una cosa en la que todos los iraníes están de acuerdo es en el derecho de su país a enriquecer uranio.

Por otro lado, la hipotética confrontación suele plantearse como un ataque de EEUU, Israel o ambos sobre la República Islámica. Éste análisis ignora la percepción iraní y los efectos de las sanciones. Desde el punto de vista persa (y de muchos en Occidente), EEUU ya cruzó la línea roja, y tiene como objetivo un cambio de régimen. Para la República Islámica, entonces, este es un conflicto existencial: su supervivencia está en entredicho. Está entre la espada y la pared, y tiene dos opciones preocupantes: primero, acelerar el curso hacia el arma nuclear y así convertirse en ‘intocable’ (léase Corea del Norte y Pakistán) o, segundo, provocar una crisis internacional atacando primero, al estilo de Japón en Pearl Harbor.

Irán, además, está siendo víctima de una campaña de asesinato de científicos quizá inédita en tiempos recientes (el último fue asesinado el pasado miércoles) y de una guerra cibernética (con el virus Stuxnet) que casi nadie se atreve a denunciar. Mahmoud Ahmadinejad estuvo en Latinoamérica precisamente para fortalecer la relación con sus aliados y así aminorar el impacto de las sanciones. Con Venezuela, tiene un banco binacional diseñado precisamente para ésto. Además, el resto del mundo ya está empezando a reaccionar negativamente a las sanciones, con varios países, como Corea del Sur o Japón, buscando maneras de esquivarlas.

Nada parece indicar que las sanciones económicas o la guerra silenciosa de asesinatos y virus computacionales vaya a lograr el objetivo deseado. Irán, un país con uno de los sentimientos nacionales más robustos del planeta, resistirá. La pena es que, en pleno siglo XXI, en Washington se manejen las crisis internacionales con un ojo puesto en intereses extranjeros (Israel, Arabia Saudí) y otro puesto en las elecciones. Tendremos que seguir soñando con ver, algún día, el Air Force One aterrizando en Teherán.

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