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La vida de José ‘Pepe’ Mujica, su legado y su visita a Panamá

- 14/05/2025 00:00
Se fue José Pepe Mujica. Se lo llevó un cáncer de esófago que hizo metástasis al hígado a sus 89 años. El expresidente uruguayo sabía que tenía sus días contados. El 9 de enero de este año había anunciado que suspendía los tratamientos contra el cáncer y se iba a mantener solo bajo cuidados paliativos, cuidando su “chacra” (finca pequeña) a las afueras de Montevideo junto con su esposa, la exsenadora Lucía Topolansky. En ese pedacito de tierra pidió que lo enterraran, junto a su perrita Manuela. “Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”, compartió en una de sus últimas entrevistas. El exmandatario no tenía lujos; por años donó el 90 % de su salario y vivía de las ventas de sus productos. “Yo no soy pobre, pobre es el que precisa mucho”, aseguraba.
Mujica fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Durante su mandato se aprobaron varias medidas progresistas. Entre ellas, la legalización del aborto. “El aborto es viejo como el mundo. Ahora la mujer no va directamente a la clínica a abortar. Eso ocurría cuando era clandestino. Aquí pasa por un psicólogo y después es bien atendida”, diría Mujica.
También se legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Dicen que es moderno, pero es más antiguo que todos nosotros. Es una realidad objetiva. Existe, y no legalizarlo sería torturar a las personas inútilmente. Que cada uno haga lo que quiera con su culo”, declaró en una entrevista.
Además, convirtió a Uruguay en el primer país del mundo en legalizar la venta controlada y el consumo de marihuana bajo regulación estatal.
En 2017, Mujica visitó Panamá, invitado por el Fórum Nacional de Periodistas. Su entonces presidente, Eduardo Quirós, lo invitó luego de leer La oveja negra al poder, un libro que cuenta la vida del expresidente uruguayo en conversaciones desde lugares como su chacra, el Vaticano y la Casa Blanca, reuniéndose con personajes desde líderes mundiales hasta amistades íntimas.
“Me impresionó la capacidad de mantenerse con los pies puestos sobre la tierra desde el poder y el ser un hombre sin rencor. Tenía todo el derecho a tener rencor hacia la sociedad, hacia los partidos, hacia quienes habían heredado el poder. Había estado preso, maltratado, perseguido, vilipendiado, injuriado”, comentó Quirós sobre sus impresiones al leer el libro. Mujica fue guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en los años 60 y 70, tiempo durante el cual lo hirió de seis balazos la policía. Capturado por la dictadura militar, pasó más de 13 años en prisión, muchos de ellos en condiciones infrahumanas y sin contacto con el exterior. Luego del regresó de la democracia a Uruguay, Mujica fue senador, luego ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, y finalmente presidente por el colectivo Frente Amplio, una amalgama de unos treinta partidos movimientos y corrientes de izquierda, socialistas, comunistas, trotskistas y democristianos.
Mujica le dijo a Quirós que le gustaría ir a Panamá, pero que por su edad era complicado. Le prometió que cuando se presentara la oportunidad, aceptaría la invitación. “Un día, así de la nada, nos llama y nos dice una secretaria: el expresidente Mujica va en ruta a España y va a pasar por Panamá. Él recuerda que él hizo el compromiso con ustedes de que si pasaba por Panamá atendía la invitación que le habían hecho”, recuerda Quirós.
Y fue así como Mujica visitó Panamá. Participó en un conversatorio en el hotel Sheraton donde no cabía un alma y personas se agrupaban afuera del salón en silencio para no perder una palabra. También fue a la Universidad de Panamá, donde brindó una conferencia con el nombre “Perspectiva del Desarrollo Democrático y la Equidad Social en América Latina y el Caribe”, y recibió un doctorado honoris causa. Despeinado, descuidado, “mangajo” incluso, su discurso sencillo atraía la atención y el respeto de todos los que lo escuchaban. “Habló del diálogo, de conversar, de hablar, de la necesidad de políticos que escuchen a la gente”, rememora Quirós. Su presentación se extendió más de una hora de lo planeado. Nadie se movió.
Durante su estadía en Panamá estuvo acompañado solo de una persona. Rechazó cualquier agasajo o invitación, ni siquiera consintió que le pagaran la habitación de hotel, prefiriendo compartir un cuarto en la casa de la embajadora de Uruguay en Panamá.
Mujica fue un político respetado alrededor del mundo, incluso por quienes estaban en desacuerdo con algunas de sus políticas. Apoyó siempre la democracia, condenando incluso regímenes de izquierda como el de Nicolás Maduro en Venezuela o el de Daniel Ortega en Nicaragua.
“Más allá de si uno está de acuerdo o en contra de lo que dice, uno respeta la congruencia de quien lo dice”, subraya Quirós al preguntarle sobre el legado del líder sudamericano. “Es muy potente cuando alguien te dice una cosa estando preso y te la dice igual siendo presidente de su país, y te la dice siendo presidente y después te la dice cuando ya no es nadie de nuevo”.
Mujica siempre fue alguien. Un creyente ferviente en la vocación política, participó desde en cargos públicos hasta como ciudadano interesado en los asuntos de su país y el mundo, respondiendo solicitudes de entrevistas y aportando siempre en la forma que le fuera posible. Era un hombre también que estaba claro de que nadie es eterno, y que creía que el trabajo continúa a través de las nuevas generaciones.
“En la vida hay un tiempo para llegar y otro para irse. Un buen líder es aquel que no solo hace cosas buenas, sino que tiene capacidad para crear un buen equipo capaz para continuarlas”, decía el expresidente revolucionario, el humanista, Pepe Mujica.