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- 17/06/2013 02:00
En las pasadas elecciones presidenciales norteamericanas, siete de cada diez hispanos depositaron su voto a favor del presidente Barack Obama. El mensaje del electorado hispanohablante era contundente: por una parte apostaba por un candidato comprometido con sacar adelante la añorada reforma de la legislación migratoria, y por otro lado daba su espalda a las políticas y los discursos antiinmigrantes que habían abanderado el partido republicano y sus diferentes líderes.
El poder de cada uno de esos votos ha empujado a cuatro senadores demócratas y cuatro republicanos, el Grupo de los Ocho, a acordar una reforma de la legislación migratoria que permitirá la legalización de once millones de personas indocumentadas que residen en EEUU. El consenso ha sido una de las claves de este proceso, ya que los legisladores de los dos partidos y el propio presidente Obama han sido conscientes de que la Ley sólo saldría adelante si todos renunciaban a una parte de sus pretensiones. El texto ha cosechado un notable éxito en sus primeros pasos en el Senado norteamericano con 82 votos a favor y 15 en contra. Sin embargo, queda un largo y tortuoso camino y muchos obstáculos por superar. Habrá que saltar las ‘enmiendas envenenadas’ de los senadores republicanos y los intentos de dar prioridad absoluta a la seguridad y el reforzamiento de la frontera con México frente a la regularización y de los derechos de los inmigrantes. No obstante la verdadera barrera la pondrá la Cámara de Representantes en la que el Partido Republicano tiene mayoría, y dónde ya están preparando un texto alternativo. Aunque el proceso legislativo no ha hecho más que empezar, y los triunfos sólo son parciales, esta semana millones de ciudadanos que viven en EEUU, y sueñan en español, han dormido un poco más tranquilos. Incluso, los más jóvenes, conocidos como los Dreamers, han celebrado satisfechos el resultado de la pelea que iniciaron hace tiempo. Porque las movilizaciones de estos jóvenes soñadores, que pedían el acceso de la ciudadanía después de muchos años viviendo, educándose y trabajando en EEUU, han ayudado a convencer a Washington de la necesidad de modernizar una ley desfasada e injusta. Si el poder de los votos se demostró poderoso a la hora de influir en la voluntad de los legisladores, la grandeza de los sueños de once millones de personas ha sido capaz de convencer a más del 80% de los norteamericanos, según las últimas encuestas, de la necesidad de su regularización.
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