Tres años de sufrimiento

PANAMÁ. “La gente me decía que el tiempo cura las heridas, pero yo digo que sólo ayuda a sobrellevar el sufrimiento”, expresó David Ram...

PANAMÁ. “La gente me decía que el tiempo cura las heridas, pero yo digo que sólo ayuda a sobrellevar el sufrimiento”, expresó David Ramírez, ayer en la conmemoración del tercer año del accidente del bus 8B-06 donde murieron 18 personas calcinadas en el 2006, una de las víctimas fue su propio hijo.

A las 9:00 de la mañana, ya los familiares habían colocado sus ofrendas florales en el monumento a los mártires y escuchado la eucaristía en la Basílica Don Bosco y estaban terminando de pintar los 18 corazones azules sobre el lugar de la tragedia, esto para concienciar a las conductores sobre las vidas que se pierden en los accidentes de tránsito.

HOMENAJE

A un costado de la vía, dos trovadores al son la de guitarra narraban la tragedia y al mismo tiempo reclamaban justicia para las víctimas, los familiares se acongojaban cada vez más. Uno de ellos era Virgilio Cedeño, un hombre de 76 años. “Mis nietos iban a ser grandes futbolistas, imagínese que al más chiquito (de 4 años) lo metían en el grupo de los de 8 años. Yo también les enseñé a jugar béisbol con una pelotita de papel y le decía a mi hija que ella iba a ser rica. Tus hijos van a darte lo que ahora no tenemos”, dijo con gran acongojado. Pero Virgilio quedó sin su hija y sin nietos.

El calor sofocaba a los presentes, de vez en cuando soplaba una fuerte la brisa, pero quien más sufría por el clima era la enfermera Lidia Atencio, una de las sobrevivientes del incendio, “no me gusta salir de casa, porque ahora tengo la piel tan delgadita que siento como si me estuviera quemando por dentro”, dijo mientras se halaba la piel de la mano izquierda.

Luis Contreras, un hombre alto y de contextura gruesa, considera todos los 23 de octubre, el día de su cumpleaños. Las marcas que lleva en su cuerpo, le hacen recordar todos los días la tragedia. Contreras camina y habla tranquilamente, pero requiere por lo menos 470 mil dólares para la reconstrucción completa de su piel. Dinero que aún no ha podido recolectar. “Tengo vida y es lo principal”, dijo.

En su tristeza los acompañaban también los afectados en el accidente de Las Garzas de Pacora, el que ocurrió cerca de la Estrella Azul, el de Kuna Nega, en el que murió el púgil José ‘Maco’ Arboleda y hasta los afectados por el dietilenglicol.

Lidia González, una mujer de 57 años recuerda que el envenenamiento con dietilenglicol se había descubierto unos días antes de que el bus se quemara. “Me solidarizo con estos panameños porque al igual que ellos yo también soy víctima del sistema de salud”. En el sitio, cada quien contaba su historia, todos parecían una familia, se saludaban entre sí, se abrazaban en una misma protesta por un mejor mañana.

UN ÁRBOL COMO CURITA

El alcalde capitalinoBosco Vallarino al llegar al lugar, se encontró con Yeiska Pinzón (cuñada de la fallecida Maira de Pinzón), quien lo abrazó fuerte.

“Desearía poder poner una curita en el corazón de cada familiar para aliviar el dolor que sienten, pero sé que es imposible”. A cambio obsequio un árbolito de guayacán con la intención de que los parientes lo cuidaran y que cuando creciera las ramas los pajaritos anidaran y cantaran para alegrar la vida de las familias. Por un momento el alcalde parecía más un poeta.

MINUTO DE DOLOR

Cuando el reloj marcó las 2:42 p.m., los presentes formaron un círculo alrededor de los 18 corazones y guardaron silencio por un minuto. Era el momento cumbre, se estima que a esa hora las voces de las 18 personas que quedaron atrapadas en interior del bus se apagaron con el abrazo de las llamas.

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