Un flaco por la presidencia

Actualizado
  • 03/10/2012 02:00
Creado
  • 03/10/2012 02:00
CARACAS. El centro de Caucagua es una fiesta. Decenas de personas toman la vía principal del pueblo y alzan banderas. Jóvenes, hombres, ...

CARACAS. El centro de Caucagua es una fiesta. Decenas de personas toman la vía principal del pueblo y alzan banderas. Jóvenes, hombres, mujeres, aplauden, bailan y sudan bajo el sol implacable del mediodía. De repente, la música es interrumpida por un improvisado animador que sobre una camioneta grita al micrófono: ‘¡Ya está llegando Henrique Capriles!’.

Mariela Mendoza espera con emoción. ‘Yo soy pobrecita’, se presenta. Caucagua está en el corazón de Barlovento, en la región norte-costera de Venezuela. Asiento de importantes haciendas de cacao en la época colonial, acogió a cientos de esclavos traídos desde África por los españoles. De allí viene Mariela y el frenético repicar de los tambores que anuncian el arribo del candidato presidencial de la oposición venezolana.

Embutida en jeans, Mariela -negra robusta, 40 años y mirada pícara-, confiesa que ya se cansó de votar por Hugo Chávez. Tras muchas decepciones, abandonó al comandante de la revolución bolivariana y subirse al llamado ‘autobús del progreso’. ‘Ese flaco puede tener todos los millones, pero es un hombre sencillo’, describe a su nuevo amor político.

El chavismo descalifica a su adversario tachándolo de ‘burgués’ y ‘oligarca’. Sonia Castillo, docente de 38 años, escucha esos términos y frunce el ceño. ‘Al contrario, él es proactivo, maneja buenas ideas y como gobernador ha cumplido. Capriles viene de cuna de oro, no tiene necesidad de robar, él lo que quiere es generar bienestar’, suelta mientras sacude su tronco de ébano al ritmo de los cueros afrocaribeños.

DE PELÍCULA

Henrique Capriles nació el 11 de julio de 1972 en Caracas, en una familia de origen judío y destacada actividad empresarial. Pero la historia no es color de rosa: sus bisabuelos perdieron la vida en el campo de concentración de Treblinka, en Polonia, y sus abuelos maternos, Andrés Radonski y Lili Bochenek, pasaron 22 meses escondidos de la garra del régimen nazi en un sótano hasta que lograron escapar del gueto de Varsovia.

Afincados en Venezuela desde 1946, Andrés y Lili continuaron con el negocio familiar. Abrieron una sala de cine y, sin saberlo, sentaron las bases del Circuito Nacional de Exhibidores, una de las empresas más importantes del ramo.

Gracias a la pasión del viejo Radonski, su nieto pudo conocer en 1984 a Mario Moreno ‘Cantinflas’. ‘Él me decía sobrino y yo, tío’, rememora. Entretanto, su padre, Henrique Capriles García, representaba a una importante transnacional de alimentos en el país.

Segundo de tres hermanos, el gusanillo de la política le picó a los 11 años. A los 22, se graduó de abogado en la Universidad Católica Andrés Bello y luego realizó cursos en Columbia (Nueva York), la Academia Internacional de Impuestos en Ámsterdam y el Centro Interamericano de Administradores Tributarios de Italia.

Su vida cambiaría el 6 de diciembre de 1998. Ese día resultó electo el diputado más joven de la historia venezolana con 26 años, apoyado por el partido socialcristiano Copei, que junto a Acción Democrática había controlado el modelo bipartidista instaurado en 1958.

Los azares y la crisis del sistema, le terminaron colocando en la presidencia de la Cámara de Diputados. El primer gran paso en su marcha por el poder.

A CORRER

El sol aprieta y el asfalto hierve. Todos se apretujan en el punto de partida de la caminata, que es una postal típica de cualquier pueblo venezolano con su panadería, venta de comida ambulante y un comercio chino. ‘¡Se ve, se siente, Capriles presidente!’, braman. A los pocos minutos, el candidato llega a Caucagua.

Con una camisa azul y una gorra con el tricolor de la bandera nacional, Capriles levanta su mano derecha, apunta al cielo azul y sonríe. La avalancha se desprende por las angostas calles y, en medio del tumulto, el líder avanza con rapidez.

La gente se le tira encima. Algunos quieren llevarse de recuerdo una foto con él y sacan el teléfono para captar el instante. Otros lo jalan tan duro que pudieran quedarse con un brazo como testimonio de su visita. Mujeres, altas, bajas, gordas y flaquitas, se guindan de su cuello y le estampan un beso.

Al final del trayecto, Capriles se encarama sobre un camión para dirigirse a la audiencia. Cierra el puño izquierdo, golpea el viento y habla de progreso a los habitantes de Caucagua, donde los servicios públicos no funcionan, hay botes de aguas negras, el monte crece y algunas casas ni tienen friso.

A unos 300 metros, un grupo de chavistas, camisas rojas y gestos amenazantes, intentan sabotear el acto. Entonan: ‘¡Y no me da la gana, de ser una colonia norteamericana!’. El candidato no se amilana y sigue. Su intervención es corta: seguridad, empleo y educación. ‘¡Dios bendiga a Caucagua, amén!’, se despide y, de inmediato, aborda la camioneta coaster blanca hacia su próximo destino.

A DIOS ROGANDO…

‘¡Qué calor!’, dice con asombro Capriles sentado al fondo del vehículo. Se quita la empapada camisa azul y antes de ponerse una verde idéntica, con un paño blanco seca el sudor que lo baña. Sobre su pecho cuelgan dos escapularios, uno con la imagen de Cristo y otro de la Virgen María. Pese a su origen judío, es de formación católica y devoto mariano: ‘Soy creyente, por eso siempre nombro a Dios en mis discursos, no para politizarlo, sino como una manera de retribuir esa fe’, explica.

El ritmo de la campaña es trepidante. El viernes recorrió seis localidades del estado Aragua, ayer estuvo en el eje oeste del estado Anzoátegui y hoy patea Miranda. Caucagua fue el pueblo 199 que ha visitado desde el 1 de julio.

Ahora enfila hacia la parroquia Santa Cruz, donde caminará 600 metros. Es la segunda parada de una gira que en total contempla siete actividades. Luego, pasará por El Guapo, Río Chico, San José, Mamporal, y el cierre será en Higuerote.

‘Es duro, pero yo tengo una ventajita: he practicado deporte por muchos años y poseo una condición física que no tienen otras personas’, comenta. A Capriles, quien asumió la candidatura presidencial de la Unidad Democrática tras vencer en unas inéditas elecciones primarias el 12 de febrero, lo apodan ‘El flaco’. ‘Hay gente que me ve más delgado, pero estoy comiendo bastante’, afirma. En el trayecto a Santa Cruz toma un Red Bull, dos Coca-Cola Light y una ensalada de frutas. La jornada apenas comienza.

La camioneta llega a su destino. Afuera se escucha el griterío. El chofer abre la puerta y la gente extiende los brazos. De nuevo el sol inclemente, el calor que asfixia. El candidato se asoma, saluda, regala su mejor sonrisa y apura por el caserío.

PASO A PASO

En Santa Cruz viven unas 800 personas. En el paisaje despuntan algunas casas con techos de latón, paredes sin frisar y columnas de troncos de madera. A lo lejos, José Arnaez, un herrero de 54 años y padre de tres hijos, observa al candidato jugando con una pelota en la única cancha de baloncesto del pueblo. ‘Yo creo que es un tipo preparado, fue diputado, alcalde y ahora gobernador’, razona José.

La experiencia de Capriles como parlamentario fue efímera. Duró menos de un año, tiempo que le bastó al jefe de la revolución bolivariana para convocar una Asamblea Nacional Constituyente y disolver al antiguo Congreso bicameral. Desmarcándose de Copei, que lo postuló a la Cámara de Diputados, figuró entre los fundadores de Primero Justicia y en los comicios de 2000 ganó por primera vez la Alcaldía de Baruta (Miranda), cargo que revalidó en 2004.

En 2008 la oposición buscaba un abanderado para enfrentarse por la Gobernación de Miranda al teniente Diosdado Cabello, delfín de Chávez y hombre del régimen.

Una inhabilitación para el candidato de los sectores tradicionales, le abrió el camino a Capriles quien, contra todo pronóstico, derrotó a Cabello con el 53,11%. ‘Este es un proceso que se va dando’, repite siempre el candidato que nunca perdió una elección.

EXTRAÑA COINCIDENCIA

La expedición continúa por Barlovento. Los pueblos cambian de nombre, pero el cuadro es el mismo. Gritos, besos, abrazos, risas, sudor. Pobreza. La tarde cae y el sol ni se entera. También están quienes reaccionan con indiferencia.

Este territorio es chavista. Así lo decreta un gigantesco cartel con el rostro del Presidente y un puñado de camisas rojas en El Guapo que lanzan una andanada de insultos. ‘¡No volverán! ¡Fuera pitiyanqui!’, vociferan.

El líder de la oposición ha concentrado su campaña en las zonas que históricamente controló el oficialismo. Coromoto Miranda da la espalda a la jauría: ‘Yo quiero un mejor futuro para mis 3 hijos y mis 5 nietos’, dice.

El episodio más controvertido en la biografía política de Henrique Capriles ocurrió el 12 de abril de 2002. Horas después del golpe de Estado que derrocó a Chávez, un grupo opositor intentó asaltar la embajada de Cuba, por el rumor de que en su interior se escondían jerarcas de la revolución.

En su condición de alcalde de Baruta, Capriles acudió a la sede diplomática para calmar los ánimos y entrevistarse con el embajador Germán Sánchez Otero. No ingresó por la puerta: se montó en una escalera y saltó el muro azul que en ese instante frenaba a los energúmenos que deseaban saquear la casa. Esa imagen pesa contra el candidato, que fue acusado por quebrantamiento de principios internacionales, violencia privada y de domicilio, privación arbitraria de libertad, intimidación pública.

En mayo de 2004 fue recluido en la policía política en Caracas. Considerado un perseguido del Gobierno, la causa de su liberación unió a las fuerzas opositoras y puso su nombre en boca de la opinión pública. A los cuatro meses, un tribunal dictaminó su inocencia y recuperó la libertad plena. Ahora compartía algo con Chávez: los dos pagaron cárcel.

EL AMOR

En San José son las 5:30 pm y ya en la calle principal no cabe un alma. En medio de la masa, se levanta una pancarta que reza ‘Flaquito, quiero ser tu suegra para cuidarte a mis nietos. Cocino sabroso, tengo 3 casas y 500 gallinas’. Desde la tarima, Capriles lee la propuesta y pregunta: ‘¿Mi señora, dónde está su hija?’.

El candidato está soltero. Mantuvo un largo y famoso noviazgo con la animadora Erika de la Vega, y se le relacionó con la modelo que ahora es pareja del cantante Marc Anthony, pero hasta la fecha ha esquivado el altar.

‘Mi vida está dedicada a esto’, dice. ‘No he ni siquiera ocupado tiempo en mi vida personal, esposa, los hijos, porque tomé una decisión. Ya llegará el momento de abrir un hueco porque creo en la familia’, acota.

Su preocupación es conquistar corazones que se conviertan en votos. Plantea un ‘Gobierno para todos’. Recuerda su actuación en Miranda frente a la vaguada que golpeó Barlovento a finales de 2010. ‘Superamos esa contingencia unidos como pueblo’, dice. Y remata: ‘¡Necesitamos llegar a la Presidencia para construir el camino del progreso!’.

Los fuegos artificiales explotan en el aire y vuela el papelillo. Capriles se despide y deja el bullicio atrás. El trabajo aún no termina. Le faltan dos localidades por recorrer, Mamporal e Higuerote. ‘He visitado más pueblos en el último año que el candidato del Gobierno en 14 de gestión’, se ufana. En su planificación está cruzar el país y alcanzar el próximo 7 de octubre el destino que se ha trazado: el palacio de Miraflores.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus