Los niños de la guerra: crónica de los refugiados

Actualizado
  • 28/10/2012 03:00
Creado
  • 28/10/2012 03:00
SIRIA. Ismail luce un poco confundido con sus nuevos alrededores. Con sólo seis años de edad y oriundo de las afueras de Damasco, huyó d...

SIRIA. Ismail luce un poco confundido con sus nuevos alrededores. Con sólo seis años de edad y oriundo de las afueras de Damasco, huyó de su hogar hace una semana. Ahora vive en el campo de refugiados de Zaatari, al norte de Jordania. ‘Vine aquí por los bombardeos y los misiles. Mi casa fue destruida. Cuando la vi no pude creer que esa era mi casa, no podía reconocerla. En Siria vi muchos cohetes que subían al cielo y explotaban’, dice, sentado entre sus hermanos en una tienda caliente y polvorienta. El pequeño refugiado sirio recuerda como las balas acribillaron su casa. ‘Muchísimas balas entraron por la ventana, y yo las recogí. Son las únicas cosas que traje de casa’, cuenta. Sin embargo, su madre Hafa le hizo deshacerse de las balas mientras cruzaban la frontera. Ismail extraña su hogar. Le reza a Dios cada día deseando poder regresar.

30,000 HISTORIAS

Ismail es uno de los más de 30,000 refugiados en el campo de Zaatari. El 52% de los refugiados sirios en Jordania son niños. El campo está ubicado en el desierto del norte del país, no muy lejos de la frontera siria. La temperatura ronda los 40 ° y el aire caliente está lleno de un polvo que lo cubre casi todo. No hay lugares a la sombra debido a la falta de vegetación, árboles o arbustos. Sólo hay tiendas y algunos contenedores, pertenecientes a ONGs internacionales.

En Jordania hay entre 150,000 y 200,000 refugiados sirios, pero la mayoría de ellos vive fuera del campo. Muchos tienen familia o amigos que les han ofrecido hospedaje, o incluso alquilan apartamentos y cuartos con el dinero que les queda.

La familia de Rama, una niña de cuatro años, alquiló un apartamento —pequeño pero limpio— a poca distancia del centro de Amman. Su padre ahorró dinero vendiendo calefacciones en Damasco hasta que un tanque voló su tienda en pedazos. Rama y su hermana Sahar, de seis años, visten ropas a juego: zapatos blancos con diseños de flores, pantalones rosados y un vestido blanco por encima. En Siria, Rama tenía un amigo imaginario, llamado Tamim, con el que compartía todos sus sentimientos. Pero al llegar a Jordania, Rama ya no le habló más. ‘Tamim está muerto’, dijo.

CONDICIONES PSICOLÓGICAS

La salud psicológica de los jóvenes refugiados empeora por momentos. La jefa de UNICEF para Jordania, Dominique Hyde, explica que ‘muchos de ellos no hablan, mojan la cama, tienen pesadillas, y la situación sigue empeorando. En su gran mayoría han visto algún miembro de su familia ser asesinado. Generalmente pensamos en niños de corta edad pero también nos preocupa mucho el grupo de entre 10 y 17 años, que realmente recibe el impacto de esto’.

De vuelta al campo, Abraham, un joven de 17 años, luce una expresión seria en el rostro. Viste una camiseta, jeans y un pedazo de tela bajo su gorra de béisbol, para darle algo de sombra. ‘Estuve entre los que empezaron la rebelión. Después, estuve ayudando al Ejército Libre de Siria (FSA) con los heridos y advirtiendo a los civiles. Vi a demasiados amigos morir. Jamás perdonaré a aquellos que cometieron esos crímenes’, asegura.

Por otro lado, Abraham cree que sus amigos caídos en la guerra son mártires que irán al cielo. Y eso lo hace feliz. Dice que no estaría ‘ni loco’ aquí en el campo si no fuera por su familia. Abraham temía que su padre, un hombre religioso, fuera confundido con un yihadista y atacado. Para él, su familia es más importante que cualquier otra cosa. Por eso dejó de trabajar con el FSA y dejó Siria.

TRABAJO INFANTIL

Hay reportes que sugieren que las niñas están siendo ‘explotadas sexualmente bajo pretexto de matrimonio’. En foros online, hombres de Arabia Saudita y otros países buscan niñas sirias para casarse y ofrecen de 150 a 300 dólares de dote. Algunos apuntan que muchos padres están dispuestos a dar a sus hijas en matrimonio para poder darles una oportunidad de un mejor futuro.

‘He escuchado los rumores’, asegura Michele Servadie, de UNICEF, ‘pero no hay ningún reporte oficial de niñas siendo casadas por dinero con hombres saudíes o jordanos. UNICEF investigó estas quejas pero no pudimos conseguir evidencia suficiente para entregar un reporte oficial. Teníamos reportes no oficiales que sugerían que muchas personas que adoptaban niños lo hacían para trabajo infantil o matrimonios. Estamos trabajando con las autoridades jordanas para evitar que esto suceda’.

En todo caso, UNICEF ha confirmado un aumento en los casos de trabajo infantil. Algunos de los niños que viven fuera de los campos están dejando el colegio para trabajar en cafeterías. A menudo, es la única manera que sus familias puedan salir adelante, ya que culturalmente no es aceptable que la madre —ahora la jefa de la casa— salga a trabajar.

COMBATIENDO EL TRAUMA

Dentro del campo de Zaatari, UNICEF y Save the Children han construido áreas seguras para niños donde pueden enfocarse en su bienestar social y psicológico. Existen un par de tiendas más grandes donde los niños pueden jugar y dibujar, y un nuevo campo de juegos está en plena construcción. ‘Nos gusta jugar aquí. ¡Mira todo lo que hemos pintado!’, dicen Mohammed, de siete años, e Ibrahim.

Según el profesor Gottfried Fischer, fundador del Instituto Alemán para la Psicotraumatología de Colonia, ‘los niños son especialmente vulnerables en circunstancias traumatológicas. Jugar es crucial para ellos. Ellos lidian con esas experiencias a través del juego, y así pueden superar esos encuentros traumáticos’. Saba Al-Mobaslat, de la ONG Save the Children, dice que ‘ser capaz de superar estas experiencias traumáticas va a ser el desafío más grande para nosotros. Si no lo tratamos ya, esto va a dejar una cicatriz. Y nos asusta cuánto de éste dolor, si no hacemos algo, seguirá creciendo. Estamos hablando de niños que son el futuro de Siria. Si no tratamos esos síntomas ya, ¿como lucirá ese futuro?

NIÑOS A LA ESCUELA

Un factor importante es la educación. Ismail, de seis años, dice que quiere ir al colegio a aprender su materia favorita: el idioma árabe. En entornos urbanos, los niños sirios que están registrados están siendo educados dentro del sistema público jordano. El costo está siendo sufragado por UNICEF. En el campo de Zaatari, UNICEF y el gobierno jodano planean abrir una escuela. Para muchos niños, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvieron en un salón de clases. Muchos de ellos no van a la escuela desde que la crisis empezó, en marzo de 2011. La iniciativa de UNICEF ha tenido gran acogida, sobre todo con los maestros sirios que viven en el campo, y ahora buscan una manera de incorporarlos a las escuelas para preservar la identidad siria en la educación.

Hay aproximadamente 6,000 niños en edad escolar viviendo en el campo, de los cuales 2,300 están registrados. Esperan que la escuela abra el mes que viene, pero aún no es seguro. Dominique Hyde, de UNICEF, explica que ‘la comunidad internacional no ha proporcionado suficiente apoyo económico. Si no obtenemos los fondos no seremos capaces de educar a estos niños’.

ESPERANZA DE RETORNO

Cada día hasta 3,000 refugiados llegan al campo. Pronto empezará el invierno, y lo que ahora es un lugar caliente y polvoriento será frío y lleno de lodo. Habrán más niños viviendo aquí con necesidad de ir a la escuela. De encontrar algo de normalidad en esta situación tan anormal.

Muchos de los niños se preguntan si volverán, cuando y a qué Siria volverán. Al hablar del futuro de Siria, Abraham sabe exactamente lo que desea: ‘quiero que Siria sea un país democrático donde tengamos un nuevo presidente cada cuatro años. Donde todos puedan expresar sus opiniones y decir lo que quieran, incluso en contra del presidente’.

Saben es una madre de ocho niños, oriunda de Daraa. Dio a luz a Aini, una niña, hace 15 días en el campo. Hasta ahora, 13 bebés han nacido en Zaatari. Los 20 familiares están muy orgullosos de Aini. ‘Todo va a estar bien, pronto regresaremos a Siria con la nueva miembro de la familia, ¡Insha’allah!’. Traducción: Ángel R. Martínez

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