De Sur a Norte: las islas del narcotráfico

Actualizado
  • 29/09/2013 02:00
Creado
  • 29/09/2013 02:00
Belice es la visagra. Con islas ubicadas entre los linderos de México y Guatemala, se ha convertido en un nido para el cargamento de dro...

Belice es la visagra. Con islas ubicadas entre los linderos de México y Guatemala, se ha convertido en un nido para el cargamento de drogas y de armas que cruzan parte del Río Hondo, por donde atraviesan diversas islas y cayos conocidos en el sureste del país, donde operan otras células de los carteles mexicanos, como la Organización de los Beltrán Leyva, que ha llevado su influencia a zonas turísticas como Cancún, en Quintana Roo.

Inter-American Dialogue ubica que las mayores operaciones de los carteles se realizan en las selvas del Petén y Los Cayos –una cadena de 450 pequeñas islas coralinas– para traficar droga, personas, armas, maderas y animales exóticos.

TERRITORIO DE ZETAS Y MARAS

La turística isla Cozumel, considerada como uno de los 18 puntos de conexión para el envío de drogas a otras partes del país, es un claro ejemplo. La red de Joaquín Guzmán Loera, conocido como ‘El Chapo’ Guzmán, se encarga de ello.

Rodeado de países con problemas de seguridad, Belice ha visto incrementar su criminalidad como consecuencia del trasiego de la droga; en 2012 registró 146 asesinatos en un país que apenas está habitado por 321.115 personas; lo que se traduce en 44 homicidios por cada 100 mil habitantes. El doble que en México.

MÉXICO: EL FIN DE UN VIAJE Y EL INICIO DE OTRO

En México las costas y las islas se encuentran desprotegidas por las autoridades. Por eso pueden ocurrir sucesos como el encontrar que una isla sea vendida a un exgobernador, que se incendie una isla entera o que sea utilizada por el crimen organizado para cargar y descargar combustible o droga.

El pasado mes de abril la Cámara de Diputados aprobó una ley que permite la compra de terrenos isleños a extranjeros con un amplio limbo jurídico sobre los márgenes legales. El narco mexicano ha sabido aprovechar estos huecos y la falta de personal y de recursos que se invierten en las más de 240 islas que existen en las costas mexicanas. Incluso, algunos lugareños como los de la Laguna de Tamiahua, en Veracruz, aseguran que los narcotraficantes las toman como un espacio para su descanso.

En 6 años, de 2006 a 2012, la Secretaría de Marina realizó un total de 308.195 operaciones navales, en las que participaron 19.070 agentes para custodiar los 11.592 kilómetros de costas en tierra firme e islas que posee el país. Se inspeccionaron 321.266 embarcaciones, se aseguraron 485 y 1.511 infractores fueron detenidos; 615 indocumentados.

Aunque los datos parezcan sustento suficiente de la lucha contra el narcotráfico, la realidad es otra. La Secretaría de Marina presentó un documento ante la Comisión Anticorrupción en el que apuntaba que ‘los marinos podrían sustraer estupefacientes asegurados para quedarse con una parte; permitir la fuga de personas involucradas en el tráfico ilícito de drogas; o consentir actividades ilícitas que afecten los recursos marítimos nacionales’. De hecho, un documento del área de Inteligencia de la Subsecretaria de Seguridad Pública Federal revela que los traficantes consideran ‘más seguras las rutas marítimas’.

La falta de protección de estas islas es tal, explica Carmona Lara, que no existe ni siquiera un padrón confiable de ellas.

CARGAR Y DESCARGAR COMBUSTIBLE

Durante años, las autoridades ya sean municipales, estatales o incluso federales, no cuentan con la capacidad humana y los medios físicos para dar la vigilancia necesaria, pese a que la Secretaría de Marina junto con las investigaciones desarrolladas en las cortes de Estados Unidos dan cuenta de la utilización de los mares mexicanos para cargar y descargar combustible en zonas que aparentemente se encuentran alejadas de las zonas terrestres.

Raúl Santos Galván, quien fuera vicealmirante de la Secretaría, reconoce que ‘México es un país con cientos de islas y la Secretaría de la Marina, con los medios a su disposición, hace vigilancia, pero es necesario dotarla de mejores equipos’ para combatir a los criminales, pues éstos cuentan con botes cada vez más sofisticados para realizar sus operaciones ilícitas.

El mismo sector pesquero se ha visto afectado por las vedas que se imponen de manera paulatina en la zona del Golfo bajo el argumento de evitar a toda costa el tráfico de drogas.

Esta zona es más estrecha y con distancias más cortas, lo que la hace también la más vigilada. Los operativos constantes y el acecho militar revisando todas las embarcaciones han perjudicado a los pescadores que habitan en la zona de Tamiahua, Veracruz, donde la Armada de México y el Ejército detuvieron el flujo económico con la veda impuesta para la recolección del pepino de mar, entre otros.

Pese a todo, el atractivo de la región pacífica es irresistible para el narco. Un paraíso de extenso litoral y poco equipo de vigilancia, hacen el trayecto propicio no solo para la cocaína de Centroamérica, sino también de la pseudoefedrina y otros activadores de drogas sintéticas, con rumbo al norte del país.

Además de evitar la zona del Sur y Sureste, altamente peligrosas por la presencia de ‘tumbadores’ y grupos rivales del crimen organizado, los narcotraficantes mexicanos eligen el Pacífico por una razón inigualable: entre islotes, islas y playas vírgenes, los sitios para esconderse son infinitos. Los kilómetros costeros del Pacífico triplican a los del Atlántico.

NARCOTIBURONES

Quien empezó con esa modalidad fue Pedro Díaz Parada, ’el Cacacique de Oaxaca’ a quien se le atribuían acciones vía aérea y terrestre. Después empezó con el uso de las lanchas rápidas, las llamaban ‘los Barracudas’. En 1985 fue detenido y sentenciado a 33 años de prisión.

El ingenio para adentrar droga a México no paraba. Uno de los hallazgos más impresionantes se dio el 17 de junio de 2009, cuando dentro de 20 tiburones se encontró más de una tonelada de coca procedente de Colombia.

De los tiburones pasaron a los submarinos. En Salina Cruz, Oaxaca, se llevó a cabo el decomiso de un sumergible procedente de Colombia con un total de 22 toneladas de cocaína. Era un descubrimiento en el Pacífico. Por el Golfo de México –con trayectos más cortos– era toda una costumbre.

DONDE TERMINA UNA FRONTERA E INICIA OTRA

Ante el extenso litoral que se abre de Guatemala a Estados Unidos, la Secretaría de la Marina se ha centrado a custodiar las costas de los estados de Oaxaca –donde se han producido la mayor cantidad de decomisos–; el estado de Guerrero, donde abunda el narcomenudeo, y mantiene una base en el puerto de Manzanillo, aunque con menos lanchas rápidas y más buques guardacostas.

Es ahí, en el paso hacia el norte, donde la droga multiplica su precio, se cobra con sangre y atraviesa las venas abiertas de un país que la demanda de forma incesante. Se produce así la paradoja: el control más férreo es el último, en la frontera con Estados Unidos. Hasta entonces, la droga ha transitado a sus anchas, sin más cortapisa que las corrientes de mar y los tumbes policiales.

Así se cierra el círculo; droga que sube y dinero que baja.

PLATAFORMA PERIODÍSTICA

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