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- 12/01/2014 01:00
Después que los integrantes de la banda de música del Colegio Moisés Castillo Ocaña de La Chorrera regresaron de las presentaciones de Guatemala (campeonato de bandas, en 2010) y de México, (fiesta del bicentenario, en 2010) comenzaron a pensar en cruzar el charco.
‘Ahora qué hacemos’, se preguntaba Ameth Shreeves, director de la agrupación. Mientras llegaba la oportunidad, los muchachos continuaron con las presentaciones domésticas, entre seis y ocho al año, en distintos puntos del país.
Un día, que el profesor Shreeves no recuerda, un exintegrante de la banda se comunicó vía correo electrónico con los organizadores del desfile de Londres, Inglaterra. Para el músico no fue difícil que los londinenses conocieran el talento de los muchachos.
La respuesta llegó pronto, después de enviar los enlaces de la banda que están flotando en YouTube y en las redes sociales.
Lo siguiente, y fue tal vez la tarea más titánica, era dibujar un plan para recaudar la inversión para cubrir los gastos de 220 personas, entre estudiantes, padres de familia y docentes.
Adicional a lo anterior, tenían que tener otros aspectos en cuenta: la ropa para la cortina de frío que cubría la capital británica.
Comprar ropa caliente para las dos presentaciones sería elevar aún más la inversión que les había enviado la organización.
El profesor Shreeves pensó que podrían llevar los mismos vestidos que lucían en las presentaciones panameñas, pero agregándoles algunas capas para el frío. Este plan funcionó, solo hubo que comprar bufandas, guantes y abrigos. Así fue que 165 alumnos, padres y cuatro docentes partieron el pasado 26 de la terminal aérea de Tocumen, en tres aerolíneas distintas y con diferentes caminos que los llevarían a Londres.
El estudiante Carlos
Montenegro es de los que nunca (el 95 % no tenía esta experiencia) había abordado un avión. Conocía de este sistema de transporte por la televisión y por el internet.
Carlos pensó, que como lo había visto en las filmaciones, apenas se sentaría en la aeronave el sueño lo dominaría y cuando despertaría estaría en Londres. Pero no fue así.
Mientras los demás dormían, quizás con la ayuda de algún fármaco, como lo hacen los viajeros frecuentes, la mirada de Carlos no se despegaba de la pantalla que traza la ruta del avión.
Así paso la noche, cuenta el estudiante que toca el clarinete y que estudiará Música en el Conservatorio del Instituto Nacional de Cultura apenas termine el bachillerato.
Pero Carlos aún estaba en el principio del viaje. Vendrían muchas cosas por experimentar. Una de estas fue exigirle al cuerpo que se olvidara del clima caluroso de La Chorrera y que se adaptara al frío londinese: esto lo logró al cuarto día.
Pedro Castillo es uno de los estudiantes más jóvenes que viajó a Londres. Tiene 12 años.
‘Mi sueño era irme lejos’, relata. Pedro, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, había dormido en hoteles, ‘’pero no tan lujosos como el de allá’.
Apenas le informaron que la banda se preparaba para viajar a Europa, Pedro se fue al internet en busca de aquel país que llaman Londres.
En el avión Pedro pensaba, durante las horas que no pudo conciliar el sueño, que tal vez no regresaría a La Chorrera porque ese país estaba muy lejos.
Unos días después, el chico orgulloso cuenta aquellos días en Londres. Relata que tocaron unos 25 minutos y que lo más bonito del hotel lujoso donde se hospedó era el balcón.
Para Abdiel Martínez el viaje no fue color de rosa. Era la primera que vez que abordaba un avión y apenas llegó la temperatura lo resfrió y le trajo fiebre.
Dice que días antes se había preparado mentalmente para contrarrestar el frío. Algunos deportistas que nadan en aguas frías aseguran que pueden aclimatarse a las bajas temperaturas con la mente. Este recurso a Abdiel no le funcionó.
El estudiante, que quiere estudiar Turismo en la universidad, relata que el frío le congeló los dedos. Otro de los contratiempos comunes cuando se viaja a un país que habla un idioma distinto al nuestro es cómo comunicarse con el personal o en las calles.
Abdiel dice que tuvo tropiezos para hablar, pero le pidió ayuda a los compañeros que dominaban más el inglés.
Luris Herrera pudo dormir en su primer viaje en avión, pero antes pasó muchas horas pensando, cuenta con una voz baja y pausada como si recitara un poema.
La alumna, que aún no sabe qué carrera estudiará en la universidad, recuerda que cuando le dijo a sus padres del viaje ellos estaban dudosos si le daban el permiso para ir.
La estudiante ríe cuando se le pregunta por la comida de esos días. Dice que el arroz tenía un sabor diferente. En esto los cuatro músicos están de acuerdo.
Para ella el inglés no fue un impedimento. Con lo aprendido en sus años de estudio en el Moisés Castillo dice que pudo comunicarse de forma fluida cuando no necesitó, para pedir papas en vez de arroz, por ejemplo.
A Luris le pasó algo similar a lo vivido por Abdiel. No logró aclimatarse en los días previos a la presentación y durante el desfile se le entumecieron los dedos con que toca el clarinete. Lo anterior, aunque la banda hizo ensayos de 20 minutos en ropa de estar en la habitación días antes de los desfiles.
DESPUÉS DE LONDRES, LLUEVEN LAS OFERTAS DE VIAJES
El profesor Shreevers ingresó a la banda al ingresar al Colegio Moisés Castillo. Interpretaba el clarinete en ese entonces. Luego de graduarse de bachiller ingresó a la Universidad de Panamá, a estudiar Finanzas. Paralelo hizo estudios en el Conservatorio del INAC.
Muchos artistas piensan como Shreevers: estudian una carrera universitaria por si el arte no les da para vivir decorosamente.
Por unos años se alejó de la banda. Regresó como asistente del director y desde el 2010 dirige la agrupación y enseña Música. ‘Trabajé un tiempo con los números, pero lo mío era la música’, comparte desde una de las mesas de la biblioteca del plantel donde reposa un centenar de trofeos, muchos de estos, ganados por la banda, menciona.
HAY ARROZ, PERO NO COMO EL PANAMEÑO
El docente, que también extrañó el arroz el periodo que estuvo en Londres, cuenta que la banda siempre ha sido numerosa: tiene unos 180 integrantes, estudiantes de primaria, premedia y media y egresados que tengan hasta 19 años.
Sobre el repertorio de la banda, el maestro detalla que mezclan temas tradicionales panameños con ritmos ‘pegados de moda’.
Las prácticas de esta banda varía en función de las presentaciones que realizan y de la época del año. ‘Nosotros hacemos un curso para quienes aspiren a ingresar a la banda y el año pasado se inscribieron 200 alumnos’. Este caudal de chicos interesados en la música es una bendición y un inconveniente para el profesor Shreevers: no hay instrumentos para todos y los alumnos tienen que esperar hasta el año siguiente para ingresar.
Por lo pronto, una de las inversiones que demanda la banda del Moisés Castillo Ocaña (MCO), como la llaman los estudiantes, es un aula con capacidad para todos los integrantes de la banda.
El director —que ha dejado a un lado las finanzas para dedicarse de lleno a la música— expresa que luego del regreso de Londres, el 2 de enero, les han ofrecido diez presentaciones en el extranjero.
‘No hemos contestado a estas propuestas’, cuenta el profesor, que revela que el viaje de los 165 chorreranos costó unos $700 mil.
El costo fue este porque algunos estudiantes no pudieron viajar. ‘Algunos alumnos viven con padres separados y les fue imposible conseguir la autorización de ellos. Vemos que la fragmentación familiar tiene consecuencias muy negativas para los muchachos’.
Sobre las versiones que publicaron los algunos medios, que informaron que un grupo de estudiantes se quedaron en Londres, el músico explica que a esos alumnos no les coincidía el nombre del documento de viaje con el que estaba en el pasaje. Esto se repitió con un alumno que viajó por Francia.
‘No es cierto que los dejamos abandonados. Ellos se quedaron con uno de los cuatro profesores que viajamos. A esos estudiantes, mientras les resolvían ese problema, los organizadores los llevaron a conocer otros lugares’, agrega.
Pero esta no ha sido la única piedra lanzada a la banda luego del regreso de Londres.
‘Hay un periodista que me está pidiendo un informe de los gastos y me cita para entrevistarme a las nueve de la noche en un restaurante. Le doy las entrevistas que quiera, pero que venga a la escuela’, concluye el profesor, quien agradece el apoyo del Meduca, que hizo realidad esta aventura que aún está fría en las mentes de los integrantes de la banda del MCO, los músicos del presente y del futuro de la nueva provincia que duerme en el papel que la hizo ley.