En el día de la Patria, ¡salud!, Carlos Iván Zúñiga

Como si lo hubiera escrito hoy, hace 15 años la mente preclara de Carlos Iván Zúñiga describió en este artículo su idea de la Patria

Hoy es el día nacional. A todos nos congrega la celebración de esta fecha. Hace muchos años los 3 de noviembre enviaba a mis amigos mensajes de renovado afecto fraternal. En los primeros años de mi vida consideraba que no había fecha más importante y hermosa en el mundo. Tenía la mentalidad del humilde e ingenuo chileno que presenció en Nueva York un grandioso desfile el 4 de julio. Al terminar el acto expresó con la mayor candidez: ‘¡Cómo será aquí el desfile del 18 de septiembre!' , el día clásico de Chile.

En una ocasión fui abanderado del Instituto Nacional, en los tiempos de oro de la Rectoría del profesor Rafael E. Moscote, cuyo reciente fallecimiento cubrió de luto la cultura nacional. Desfilé por la Avenida Central como si mis pasos los diera en el aire. Era el orgullo de ser panameño y de ser portador de las insignias institutoras.

No soy de los que opinan que el patriotismo estudiantil de hoy no es igual al de ayer. Si ayer vestíamos ropa fresca el día de la patria, si muchos días antes de las festividades ya hacíamos de las prácticas una cotidiana celebración, hoy presenciamos el mismo espectáculo y la misma euforia. Ese constante repicar de tambores que se hace hasta abrumar la paciencia, semanas y meses anteriores a la fecha memorable, el estudiante lo siente como un preludio del gran acontecimiento y lo vive con gozo. Lo que sucede es que a nadie se le ocurre examinar el sentimiento íntimo y la voluntariedad puesta de manifiesto en esos actos preparativos.

Dentro de la línea planificada de comentar los sucesos sólo se da prioridad a los errores advertidos, a los que no pueden maltratar como sociedad. Si existen miles de estudiantes ocupando las calles el 3 de noviembre y un manifestante declara a un periodista que ignora qué se celebra en dicha fecha, el juicio crítico se generaliza con el crónico estribillo y se afirma que todos los estudiantes son unos ignorantes, que la escuela panameña es un fracaso y que los profesores de Historia patria son absolutamente deficientes. Es una generalización dañosa porque distorsiona la realidad.

A pesar de los sentimientos patrióticos de los estudiantes, siempre he pensado que lo más próximo a lo generalizado que existe en este país es la falta de nobleza para defender en todo momento el prestigio nacional. Ante las ofensas al decoro patrio solo algunas voces aisladas se hacen presentes. Ninguna nación ha sido tan denigrada como la nuestra y tan incesantemente.

A cada momento y desde hace centurias se hace del nombre Panamá una papilla de ultrajes. Ayer, por razón del fracaso del Canal francés, para los europeos Panamá era sinónimo de estafa. A los pocos días de los trágicos sucesos del 11 de septiembre en Nueva York, un periódico francés informó que las cuentas bancarias de Bin Laden se encontraban en los bancos de Panamá. ¿Por qué no se dijo que tales dineros se encontraban en los bancos franceses, o en los bancos donde sí estuvieron depositados los fondos de la narcodictadura panameña? Los periodistas interesados en vez de protestar se dedicaron a averiguar cuáles eran las sociedades anónimas que encubrían los tesoros de los terroristas y quiénes eran los panameños vinculados con las supuestas cuentas bancarias para fusilarlos sumariamente. Y también para decir, seguramente, que todos los abogados panameños son unos corruptos.

‘NO APRECIO LOS DESFILES COMO ALGARABÍAS TROPICALES SINO COMO UN ACTO DE HOMENAJE A LA PATRIA',

CARLOS IVÁN ZÚÑIGA.

En la misma línea de ofensas gratuitas, en estos días se quejaba un ex embajador de Argentina en Panamá de que el presidente Menem le había dicho que para demostrarle su desprecio lo había enviado a Panamá, ese país de m… Nadie en el país reaccionó ante el exabrupto de Menem. Se generalizó el silencio. Tal vez influyó la piedad que siempre se siente por los caídos. Como se sabe el ex presidente argentino se encuentra recluido en una residencia, como prisionero, acusado de corrupto por amar hasta la ilicitud ese detritus del diablo que recibe el nombre de dinero. ¿Qué autoridad tiene un amante del estiércol del diablo para calificar a Panamá tan irrespetuosamente?

Ante este doble escenario que contempla la patria, el de la difamación y el de la exaltación, veo en cada 3 de noviembre, el nacimiento de muchísimos actos de reafirmación nacional. No aprecio los desfiles como algarabías tropicales sino como un acto de honor en homenaje a la patria. Mientras ello ocurra, mientras en todos los pueblos de la República congreguen millares de panameños para rendir tributo a la patria, a su himno y a su bandera, la exaltación de lo nuestro sepultará siempre la difamación miserable y muchas veces pérfida.

Hoy, aquí en Boquete, en mi hogar ubicado a 4 mil 200 pies de altura, en un asta de pino fresco y aromático izo mi bandera y canto el himno con voz fuerte para que en la constelación de la eternidad me puedan escuchar los que me dieron patria, los que lucharon como los mártires de enero, para perfeccionarla como Estado y para mantenerla en el punto más alto de la dignidad.

En este día renovemos el anhelo que todo panameño sienta, como decía un pensador, que es pedazo de las entrañas de la patria y con esa particularidad sigamos luchando por la vigencia de los principios morales y por el imperio de la democracia, razones primordiales de la existencia de la República.

En este día de la Patria, ¡salud!

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