El riesgo, el desarrollo y la colonialidad

Actualizado
  • 04/02/2018 01:01
Creado
  • 04/02/2018 01:01
La inferiorización de los conocimientos de los pueblos  ha llevado a que las sociedades modernizadas se enfrenten a riesgos de desastres

El hecho de que múltiples comunidades habiten en condiciones de vulnerabilidad sus espacios está relacionado con la pérdida de conocimientos y saberes co-producidos en/con los ciclos vitales de la naturaleza, como consecuencia del epistemicidio causado por la expansión del pensamiento moderno/colonial en este vasto continente.

MISIÓN Y VISIÓN DE FLACSO

La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) es un organismo regional, instituido por la UNESCO para impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de las Ciencias Sociales.

El Programa FLACSO-Panamá busca dotar a la población de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

Es decir, la imposición de un conocimiento inicialmente cristiano y luego científico-planificado fragmentó las relaciones y/o cosmovisiones de diversos pueblos asociados a la memoria de los ríos (crecimiento y disminución), de los lagos, de las temporadas secas y lluviosas, del comportamiento de las montañas, el aumento de las especies animales y de los climas.

La pérdida de estos saberes y/o el desperdicio de experiencias (Boaventura, 2010), sólo fue posible a través de la instalación de los estados modernos, que basan su conocimiento sobre la matematización de los fenómenos de la naturaleza en los siglos pasados hasta la actualidad y de una forma de ocupación territorial basada en la producción de riesgos.

El epistemicidio, la continua inferiorización de los conocimientos de otro modo y el desprecio por otras formas de ocupación territorial, ha llevado a que las sociedades modernizadas en América Latina y el Caribe se enfrenten a diversos riesgos de desastres, es decir, a la probabilidad de ocurrencia de un evento calamitoso y del colapso de la vida. Ese es el precio que pagamos cuando intervenimos la tierra desde la modernización de los territorios.

EL DESASTRE COMO EXPRESIÓN DE UN RIESGO MAL MANEJADO

En los planes de desarrollo, de ordenamiento territorial y de gestión de riesgo, generalmente se reconoce que los desastres como inundaciones, relaves, movimientos en masa y explosiones químicas, entre otros, son manifestaciones de un riesgo mal gestionado. Me permito interpelar esta máxima de los planificadores de riesgo porque, precisamente, mantener el riesgo en condiciones óptimas, significa controlar en niveles aceptables la pobreza, la miseria y la humillación de pueblos, al encubrir sus verdaderas causas. Dicho de otra forma, las inundaciones, por ejemplo, no son manifestaciones ‘feroces' de la naturaleza que se ‘enseñorean' contra pueblos que viven en condiciones inseguras, sino una expresión directa de las causas históricas y estructurales moderno/coloniales producidas en los espacios periféricos-urbanos, rurales e indígenas como las áreas comarcales o mal llamadas ‘reservas indígenas'.

Curiosamente quienes habitan en condiciones inseguras en los territorios son los pueblos racializados y marginalizados como los afrodescendientes, desplazados, exiliados, indígenas y pescadores, etc. Solamente, con ver quiénes habitan las favelas en Río de Janeiro (Brasil), los asentamientos de población desplazada en la periferia-urbana de Medellín (Colombia) o algunos sectores de la ciudad de Colón (Panamá), observamos un rostro racial del riesgo, aspecto completamente encubierto en los discursos de planeación institucional. Insisto en esto porque precisamente la gestión del riesgo en el marco del sistema-mundo moderno/colonial es racista, donde se cuida la vida en la línea de lo humano y no humano (Grosfoguel, 2015).

Cuando buscamos en la historia la construcción de la vulnerabilidad territorial, nos damos cuenta de cómo se ha estructurado racialmente el riesgo en la ocupación territorial, o sea, algunas poblaciones tienen mayores probabilidades de sufrir un desastre para asegurar las condiciones de vida de otros. No es casual que cuando Martínez Alier (2005) estudia la localización de los desechos tóxicos de las plantas nucleares en los Estados Unidos hable de ‘racismo ambiental'.

EL DESARROLLO COMO PRODUCCIÓN DEL RIESGO

El conocimiento moderno ha producido intervenciones monumentales en los territorios como la construcción de grandes obras de infraestructura, megaminería, embalses y represas hidroeléctricas, oleoductos, gasoductos, monocultivos de café, caña, banano y soya, entre otras actividades, reduciendo la complejidad de los territorios y de los mundos alternativos no occidentales a través de la ampliación del riesgo inherente a la modernidad. Es decir, cuando hablamos de modernización de los territorios hacemos referencia a la ampliación de los riesgos, en sus diversas manifestaciones, que muchos de los pueblos tienen que padecer.

En ese sentido, el desarrollo no es más que un paradigma que gestiona la sociedad de riesgo que, como dijo Ulrich Beck (1999), significa la ‘confrontación de la modernidad con las consecuencias no deseadas de sus propias acciones', pero tales consecuencias no son solamente no deseadas sino propias de aquellos que no se quieren hacer cargo de sus actos (Bautista, 2015) en los espacios periféricos. En ese sentido, toda riqueza va acompañada por un progresivo aumento del riesgo localizado especialmente en los espacios subalternizados.

Si entendemos el desarrollo desde esta perspectiva podemos decir que no es más que la producción de pobreza, miseria y racialización de pueblos. La experiencia de estar en riesgo no es para todos, sino para la mayoría que participa en condiciones de inferiorización en el sistema-capitalista moderno/colonial. Esto contraria la tesis que sostiene que la sociedad de riesgo (Beck, 1999) es un pasaje de la sociedad industrial, sino que la forma correcta de ver la sociedad de riesgo es como un asunto inherente al sistema creado en 1492 con la invención de América.

LA PERMANENCIA DEL RIESGO COMO COLONIALIDAD

Si decimos que el riesgo fue creado en 1492, tendríamos que resignificar la historia del mismo, porque entonces el riesgo no se resume a una fase del desarrollo asociado al saber científico-técnico, sino a la transferencia de las condiciones de vulnerabilidad de los europeos a los diversos pueblos originarios por vía de la colonización y expropiación violenta de la naturaleza en este Continente. Cabe resaltar que antes de 1492, Europa era la periferia del centro asiático, donde la muerte y la guerra eran efectivamente el mayor riesgo al salir de las ciudades amuralladas.

Es decir, la fragilidad ambiental de la cultura (Maya, 1995) comienza desde esta fecha y se instaura como el momento inaugural del sistema actual, al desplazar la periferia y su vulnerabilidad europea a otros espacios para erigirse como centro del sistema. Lo propio, entonces, es leer el riesgo como algo inherente a la modernidad/colonial, y no como un daño colateral de un mal desarrollo planificado.

Ahora bien, la colonialidad ha permitido mantener el riesgo de diversos pueblos, porque aún continúan las estructuras de saber que privilegian un conocimiento por encima de otros, además de una forma de habitar, de ocupación territorial y de habitabilidad eurocéntrica como la más desarrollada.

Dice Escobar (2016) que hay ‘una crisis de habitabilidad terrestre, las ciudades contemporáneas no son completamente habitables, bueno, los ricos se centran muy bien en sus palacios, pero para el 60% de la población urbana del mundo las condiciones son muy precarias. El modelo antropocéntrico de ocupación terrestre dominante está contribuyendo muchísimo a generar cambio climático, a la devastación ambiental y a tragarse los recursos. Tenemos que aprender a vivir de otra forma'.

De acuerdo con lo anterior, puedo decir que la recuperación de la memoria y el conocimiento (experiencias) de aquellos mundos posibles, nos ayudará a reorientar el riesgo eurocéntrico hacia condiciones seguras de habitabilidad diversa, es decir, hacia una ‘gestión pluriversal del territorio', porque no podemos continuar con los genocidios producidos por una única forma de ocupación territorial que supera las pasadas guerras mundiales.

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