Mis experiencias periodísticas

Actualizado
  • 03/03/2018 01:01
Creado
  • 03/03/2018 01:01
A diferencia de lo que ocurre hoy —escribe Zúñiga Guardia en un artículo de la revista ‘Cumbre', 1997—, a los periodistas no se les permitía editorializar en las noticias

Al obtener mi primera cédula de identidad personal, en enero de 1947, tuve que dejar constancia de mi profesión. Dije que era periodista. Trabajaba entonces como ‘reporter' del Panamá América bajo la dirección del Dr. Harmodio Arias. Era jefe de redacción don Abraham Benedetti y los señores Luis E. González, Rubén Merel, Tito del Moral, Tulio Rivera, Guillermo Rolla padre, y otros eran del cuerpo redactor del periódico.

Mis experiencias en ese diario fueron muy útiles, sobre todo las emanadas del trato con el Dr. Harmodio Arias. En primer lugar, admiré la disciplina del doctor. Todos los días llegaba a la redacción un cuarto para las doce del día. No llegaba antes ni después. Era un cierto modo de reloj para todos.

Algunas circunstancias me sirvieron para advertir el profesionalismo del doctor en su ejercicio periodístico. El papel de informar era el primer deber de todos. A diferencia de lo que ocurre hoy, no se nos permitía editorializar en las noticias. La noticia debía ser objetiva, escueta, sin entrar en especulaciones o en interpretaciones o en juicios personales. Pero respetaba la esencia del informe que se traía a la mesa dirigida por Benedetti. Un día yo redactaba una noticia sobre un viaje que hacía el Dr. Demetrio A. Porras de Londres a Panamá. El Dr. Arias preguntó en qué me ocupaba. Le informé sobre lo que venía redactando. El doctor me dijo al rompe: dé la noticia, pero gásteme poca tinta en eso. Yo me sonreí y recordé la enemistad histórica que existía entre estos dos hombres públicos. La noticia desde luego salió, pero con poca tinta; es decir, abreviada.

La prensa adversa al doctor Arias le daba un trato despiadado y muy crispante. Un día publicaron una noticia irrespetuosa en contra de un familiar suyo. Al llegar el doctor Arias al periódico yo le tenía preparada una respuesta. El doctor la leyó y sin cambiar el ceño adusto que traía, me dijo:

—Gracias Carlos, pero esas ofensas no se contestan así. Ya habrá ocasión.

Yo quedé perplejo y visiblemente extrañado. Él lo advirtió y me agregó:

—Te doy un consejo para toda tu vida. Lo que no es bien vengado que sea bien disimulado. Ya habrá ocasión para dar la respuesta merecida.

Acto seguido me pidió que preparara un artículo elogiando la memoria de un antepasado del presunto autor de la iniquidad publicada.

En mi época de periodista en el Panamá América era a la vez Presidente de la Federación de Estudiantes. Durante los días duros del 12 de diciembre de 1947 yo me ausenté del trabajo desde el 11 de diciembre hasta el 23 de diciembre; es decir, hasta el día siguiente de la fecha en que se rechazó el Convenio de Bases. Tal vez por esa coincidencia se decía que el doctor Arias controlaba a los estudiantes y los manejaba en la lucha contra el Convenio. Yo que nunca recibí ni siquiera una insinuación sobre cuál debía ser la estrategia o líneas estudiantiles, entendí lo polémico y controvertido que resultaba la función política y periodística del Dr. Arias. Al regresar a mi trabajo esperaba una nota de despido, pero el doctor luego de mirarme muy fijamente me hizo un solo comentario: Entiendo que ahora tendremos que amarrarnos los cinturones. Temía el expresidente alguna escalada de represalias de parte de los Estados Unidos.

Como dueño y director del diario, el Dr. Arias en más de una oportunidad se vio obligado a preparar la defensa física de las instalaciones del periódico ante las amenazas de los llamados ‘pie de guerra'. Yo lo vi colocado en una ventana en el diario ‘en atifa' del movimiento de sus adversarios.

Una vez dijo a un amigo que él tenía tres actividades que constituían su gran pasión: la abogacía que le daba dinero, la ganadería que le daba satisfacciones y el periodismo que le daba problemas. Y efectivamente el periodismo es fuente de dolores de cabeza. Los espacios que he dedicado en mi vida al periodismo registran algunos sinsabores. Recuerdo que en 1952 con motivo del lanzamiento de la candidatura presidencial del Coronel Remón dije con alguna ligereza o dureza en mi columna ‘Camino Abierto', publicada en el diario La Hora , que la vida de Remón estaba consagrada a la violencia y que su biografía bien podría escribirse en el casco de un caballo. En la noche del día que apareció la glosa fui al Jardín El Rancho a buscar a un escritor chileno de tránsito por Panamá. Al salir del jardín recibí un golpe de cachiporra en la cabeza que produjo alguna inconciencia transitoria.

Antes, en 1951, era codirector del radio-periódico La Libertad que se transmitía en la red Panamericana. El otro director era el escritor Ramón H. Jurado. Nos dedicamos a denunciar ciertos negociados con la importación del cigarrillo Chesterfield. La respuesta oficial fue encarcelar a Jurado durante quince días en la Cárcel Modelo y a mí anular la licencia de comentarista por ‘falta de ética'.

El periodismo me causó otro dolor de cabeza el 1 de marzo de 1988. En represalias por mis diarias emisiones de comentarista y por la política opositora de Radio Mundial , la emisora fue destruida y clausurada por tercera vez. Ese día mi hijo Carlos Iván, propietario de la emisora, fue brutalmente golpeado al igual que otros distinguidos compatriotas como Milciades Cerrud y Mauro Zúñiga, o damas groseramente insultadas como la doctora Doris de Mata y mi esposa, y yo fui literal y violentamente sacado del escenario de Avenida Argentina y lanzado desde un carro en marcha por los predios del barrio de Hollywood, en compañía de las secretarias de la emisora. Por último no puedo olvidar la denuncia que en mi contra interpuso el ministro de Gobierno, Rodolfo Chiari. Me acusó de sedicioso y de rebelión en perjuicio de la seguridad del Estado. Ese mismo día clausuró Radio Mundia l, una vez más. El Fiscal Superior, Lcdo. Silverio Rodríguez, exalumno mío, tomó la indagatoria.

Estos dolores de cabeza no han sido citados en ningún libro para dejar constancia de las luchas contra la Dictadura porque en este país, como decía Santiago Anguizola, ‘cada pico hala para su gallote'.

Y ya que he recordado mis experiencias en el Panamá América bajo tan docta dirección, debo decir que posteriormente ingresé al equipo de columnistas del diario La Hora entonces al cuidado de Manuel María Valdés. Allí escribí la columna Camino Abierto con el pseudónimo de Juan Cristóbal. Al nacer mi cuarto hijo, en homenaje a aquellas jornadas memorables para mí le di el nombre de mi pseudónimo. Mis recuerdos en La Hora son imborrables. En una temporada Don Diógenes de la Rosa y yo escribíamos los editoriales y nos pagaban cinco balboas por cada editorial. En algunas semanas el ilustre intelectual me pedía que le dejara escribir cuatro editoriales para mitigar sus penurias. En otras ocasiones lo pedía yo. En Mundo Gráfico escribía con el pseudónimo de Cáriva. Luego escribí en Crítica , en el Día , en Ecos del Valle , en la época de Giovani Carlucci y podría decir que en el semanario El Nacional , de Aquilino Boyd están mis artículos más cuidadosos, reflexivos e inspirados con los que cerré una etapa medio turbulenta de mi vida periodística. Todas estas actuaciones en el mundo de las letras de molde fueron influyendo en mi comportamiento social humano. Inclinado a la polémica desde muy joven, al mundo de la controversia, del cuestionamiento, del debate público, mi carácter se fue comprometiendo con la cuestión social. Porque considero que sin compromiso social el periodismo es una ficción. La arcilla espiritual del ‘reporter', del columnista, del radio comentarista transmuta a plenitud —hueso y carnadura—, y lleva, como a mí, con mayor naturalidad a los enfrentamientos parlamentarios, a las Salas de Jurado, a los diálogos docentes del aula, a las pasiones esenciales de la vida.

‘(El Dr. Harmodio Arias) tenía tres actividades que constituían su gran pasión: la abogacía que le daba dinero; la ganadería que le daba satisfacciones; y el periodismo que le daba problemas'.

FICHA

La Ley 17 de 2010 declara Benemérito Patriota al Dr. Carlos I. Zúñiga G. y el 14 de noviembre como Día del Patriota

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia

Nacimiento: 1 de enero de 1926 en Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de Bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Recibió la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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