La juventud, entre el freno y el estímulo

Actualizado
  • 26/01/2019 01:00
Creado
  • 26/01/2019 01:00
‘Los frenos no responden a ningún principio pedagógico moderno y, si ellos juegan algún papel, deben guardar relación con el comportamiento irregular, excepcional, del estudiante', escribió el doctor Carlos Iván Zúñiga ‘El Patriota', en una columna con fecha del 6 de julio de 2002

En una ocasión, Miguel Mejía Dutary, notable educador panameño, expresó que la juventud no necesitaba frenos sino estímulos. Se refería el profesor a una juventud en proceso de formación necesitada de los buenos ejemplos y de la libertad indispensable para que la imaginación se desarrollara plenamente.

Los frenos no responden a ningún principio pedagógico moderno y, si ellos juegan algún papel, deben guardar relación con el comportamiento irregular, excepcional, del estudiante. El freno es explicable sólo cuando por haberse perdido en la escuela la autoridad del principio, no tiene jerarquía el principio de autoridad, o cuando por error o imprevisión se da cabida en el aula a quienes deben pasar primero por una correccional. No pueden ser compañeros de banca el delincuente de tuerca y tornillo, y el estudiante de arcilla incontaminada. El freno nunca podría entenderse como método habitual en un proyecto normal de enseñanza-aprendizaje.

Interpreto el juicio de Mejía Dutary como un intento de colocar la vida del joven en un mundo de apertura y de ilusiones. Es dotarlo también de un poder espiritual superior que lo aleje del utilitarismo y lo torne esencialmente solidario. No se debe ignorar que el estímulo como medio va en pos de un fin generoso, altruista, porque incita a obrar de conformidad con los valores existentes, bien para vigorizarlos o transformarlos si son deficientes.

‘El estímulo significa no dar la espalda a la tragedia de la juventud traumatizada, sino canalizarla, entregando al estudiante las herramientas culturales que le permitan comprender las estructuras globales y las del país'.

Miguel Mejía Dutary fue un educador inspirado, democrático y humanista. Su frase, por tanto, posee idénticas cualidades. Como son muchos los factores comprometidos en la formación de la juventud, sólo el maestro con vocación puede entender su misión de perpetuo alfarero de estímulos. El viejo maestro de la palmeta, el que creía que la ‘letra con sangre entra' pudo impartir conocimientos, pero frenó el desarrollo libre, sin traumas, de la personalidad del estudiante porque incorporó factores intimidatorios que afectaron el juego libre de la imaginación. El conocimiento en libertad es el estímulo fecundo a la imaginación; al fin y al cabo el papel de la educación es suministrar instrumentos culturales que estimulen al joven a crear y recrear su entorno.

El maestro del Libertador, don Simón Rodríguez, reclamaba para la América una educación propia, transformadora, científica. América no debe imitar, debe crear, decía. Es el sueño que proyecta el buen estímulo, es el conocimiento de la realidad que abre horizontes o que invita a vivir al estudiante en el arco iris de la naturaleza.

El estímulo para Mejía Dutary tiene una dirección. Si el joven debe tenerlo, ese estímulo debe estar dirigido específicamente a amar y comprender el contenido de la filosofía de la educación panameña. La filosofía que hace al hombre más humano, más libre, más culto, más solidario y más democrático.

El día que el maestro Méndez Pereira, ante la amenaza de Estados Unidos de abrir un nuevo Canal por Nicaragua, dijo en Los Santos ‘que se lleven el Canal, comeremos dignidad', concibió una frase que no fue un freno a los ideales nacionalistas sino un estímulo estupendo en bien del decoro nacional y máxime si su protagonista era la figura primerísima de la cultura superior. La dignidad adquirió la categoría de pan espiritual.

En la hora actual, hora de pocos estímulos y de ejemplos malsanos, muchos maestros han olvidado a Miguel Mejía Dutary y pretenden que la juventud en general tenga frenos. En estas horas confusas todos debemos sincronizarnos con el reloj nacional. Es el reloj que reclama decencia, optimismo y democracia. Es el reloj de los anticuerpos que rechaza las influencias negativas. Se debe tener conciencia colectiva de la gran tarea. La primera conciencia es la que debe anidar en el alma del maestro. Si no se anida allí, los jóvenes del Artes y Oficios, tan salidos del tiesto, por ejemplo, no se enderezarían ni con frenos ni con estímulos, porque estarían huérfanos de guías, de brújulas rectificadoras. ¿Qué se enseña en el campo espiritual en el Artes y Oficios y en todos los colegios públicos y privados del país? ¿Cuáles son los apostolados, los idearios cívicos, las raíces y las alas vinculadas a los principios de los maestros de hoy? Es misión del Ministerio de Educación fomentar esta tarea nobilísima del magisterio.

Mi generación contó con caracterizados forjadores de estímulos que suscitaban ilusiones para perfeccionar la independencia nacional y para adquirir una educación humanista, comprometida con la democracia y con los derechos humanos. Y por esas ilusiones, institutores y artesanos marchaban abrazados, estimulados por todos los ideales adquiridos en el aula.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político.

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

Las primeras generaciones republicanas se enfrentaron al reto que yacía en la irónica frase del general Pedro Nel Ospina, colombiano distinguido, expresada a los pocos días de la independencia de 1903. El decía: ‘como no sé inglés no podré amar a Panamá, porque con su independencia habrá que quererla en inglés'. Esa frase amarga estimuló a las primeras generaciones republicanas para amar en español a Panamá. Amor demostrado a lo largo de la historia patria.

Hay que entender y aceptar que las aulas de América son hoy laboratorios de una compleja química social. El estudiante lleva a ella el elemento o ingrediente de su personal infortunio. Es aquí, en el encuentro o choque del alma agobiada del estudiante con el estatuto disciplinario, donde entra en juego la frase de Mejía Dutary. El estímulo significa no dar la espalda a la tragedia de la juventud traumatizada, sino canalizarla, entregando al estudiante las herramientas culturales que le permitan comprender las estructuras globales y las del país, y prepararlo para la acción transformadora. El mejor estímulo que puede darse al joven atormentado por las contradicciones sociales y por la incultura que predomina en su formación, es desarmarlo espiritualmente y señalarle en forma didáctica las avenidas civilizadas que ofrece la educación.

Se impone un magisterio social. Sólo este magisterio garantizará la permuta de la piedra y de la bala por las ideas, una vez el estudiante lleve su caso al seno de la sociedad.

Miguel Mejía Dutary supo dejar a la posteridad una frase sencilla y sabia que debe ser esculpida en el vestíbulo de la educación panameña, en el alma de los maestros y en la conciencia de todos los padres.

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