A principios de semana, aún bajo conmoción por los ataques de El Paso y Ohio, en Estados Unidos, escribí un texto en Facebook sobre inclusión y convivencia. Los comentarios recibidos muestran una diversidad de opiniones sobre cómo respetarnos y vivir sin odio. Estoy de acuerdo con algunos, y discrepo respetuosamente de otros. En ambos casos admiro la disposición a encontrar salidas, proponer soluciones y animar a las familias y a las instituciones educativas a ser claves en la cultura del amor.
Un tercer sector, en cambio, prefiere conformarse, lamer las heridas de la tragedia y mirar hacia otro lado porque, según dicen, ya no hay nada que hacer. Consideran que hablar de convivencia y conciencia del ser humano es simplemente una ‘utopía'. O que nuestros buenos deseos ‘nunca pasarán en la Tierra, porque Dios estableció un principio y un fin'.
Yo, que creo en Dios, no acepto la teoría del castigo para los que supuestamente se han alejado de él. Dios siempre es amor. Y creyentes, agnósticos y ateos tenemos algo en común: somos seres humanos que podemos cambiar y transformar el mundo. Siempre desde el amor, y no desde el miedo. Por eso coincido con esta idea genial de San Agustín: ‘Dios nos ama a cada uno de nosotros como si solo existiera uno de nosotros'.
En cuanto a las recientes tragedias en Estados Unidos, el debate sobre el acceso a las armas es solo una parte del problema. La otra está relacionada con los discursos de odio que cotidianamente profieren autoridades políticas y supuestos líderes. Ambos asuntos tienen el mismo nivel de relevancia, y cualquier solución pasa por actuar en los dos sentidos.
La actual guerra contra los humanos de diferentes colores de piel o idiomas, deja estragos como los que estamos sufriendo. Siempre que una ideología o sistema político ha experimentado con tales prácticas, la humanidad ha padecido una hecatombe. ¿De verdad queremos repetir los errores del pasado?
Todavía hay quienes piensan que la solución a los tiroteos es ¡ir armados para defenderse! En vez de llevar pistolas en la cintura para sentirnos seguros, deberíamos descargarnos una app de meditación en el celular. Con muchas mentes equilibradas, desaparecerían los escáneres de las puertas de los colegios. Y nadie tendría que ir a un centro comercial con chaleco antibalas, valga la exageración para llamar la atención sobre el trágico problema.
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