Casos de violencia doméstica aumentan en más de mil

Actualizado
  • 04/11/2019 00:00
Creado
  • 04/11/2019 00:00
En los primeros nueve meses de este año, se han presentado en el Ministerio Público 12,926 de violencia intrafamiliar. Los niños y las mujeres, en riesgo social, son los más vulnerables, espeecialistas consideran que se ha dado un 'destape' de este fenómeno social

Patricia dejó su natal Venezuela para venir a Panamá en busca de un trabajo que le permitiera mandarle dólares a su madre para ayudar a mantener a su pequeña hija. Pero, meses después de haber llegado al Istmo se enamoró un panameño y se embarazó. Al principio, y como suele suceder en estos casos, todo era amor y más amor. Pero, con los días, la pareja de la venezolana se fue quitando el disfraz y mostró su lado oscuro. Le impidió trabajar y, posteriormente, la golpeó varias veces. Y, como la mujer no tiene papeles en regla, ni a quien recurrir, no se atreve a denunciarlo. Ella quiere regresar a su país, pero no tiene pasaporte y teme que su pareja no quiera otorgarle el permiso para que su hijo viaje junto a ella. “Los hombres maltratadores cuando encuentran la debilidad de su víctima no la sueltan”, dice A. M, quien dirige una fundación que surgió por la necesidad de tender puentes para ayudar a los migrantes venezolanos, y que conoció la historia de Patricia e intenta ayudarla, pero aún no consigue los fondos para hacerlo.

Casos en aumento

La violencia intrafamiliar, se ha convertido en uno de los principales problemas sociales. En Panamá, todos los meses se reportan más de mil denuncias. Entre enero y septiembre de 2019 se registraron 12,926 casos en el Ministerio Público. Las estadísticas marcan un incremento de 1,200 casos más que el año pasado en el mismo periodo de tiempo.

El Instituto Nacional de la Mujer (Inamu), ente gubernamental que atiende el tema, define el concepto de violencia intrafamiliar como la acción u omisión física, verbal o psicológica, que se ejerce en contra de la mujer o de algún miembro de la familia. Analisse Dutary, magister en terapia familiar, explicó que toda acción física, emocional o patrimonial que amenaza a otro miembro, que lo hace sentirse inseguro, puede interpretarse como violencia intrafamiliar.

Los números no son más que un registro frío de una cultura social. Dutary plantea que el aumento de los casos puede deberse a que las personas están tomando más conciencia, por que existe una mayor divulgación del fenómeno social, y se atreveb a interponer las denuncias. Hay, sin embargo, otras situaciones que podrían incidir en el incremento de los casos, como el alcoholismo, la música y los juegos violentos, agregó la terapeuta familiar.

Los eslabones más vulnerables de la violencia intrafamiliar son los niños y las mujeres en riesgo social, que no tienen educación, ni trabajo. Aunque, este fenómeno no es exclusivo de una clase social, se produce en todos los estratos de la sociedad, expresó Dutary.

Pero lo más delicado es que muchas víctimas se resisten a denunciar los casos por diversas razones. La dependencia económica no les permite dar este paso tan arriesgado, mientras que muchas mujeres se aferran al sueño de ofrecerles a los hijos una familia estable. Otras, en lapsos muy cortos de tiempos, no continúan con el proceso o se niegan a participar de las diligencias.

Una situación a la que hay que prestar especial atención es cuando la violencia se mira como un acto normal, lo que puede convertirse en un patrón de conducta que pasa de generación en generación. Por ejemplo, cuando un padre disciplina a un hijo con una bofetada, dijo Dutary. Cuando el hijo crezca y tenga su familia probablemente repita la acción. Ese es el ciclo de la violencia, explicó Dutary.

El laberinto

En el caso de las mujeres, este ciclo se inicia con la luna de miel, la tensión, las agresiones y nuevamente la reconciliación. Las víctimas no se percatan del laberinto sin salida en el que se encuentran, viven esperanzadas en que la pareja va a cambiar hasta que en casos extremos se llega a la muerte.

Muchas de las víctimas mantienen vínculos con el agresor, sienten temor o pánico, a los estigmas sociales, por ejemplo, o tienen sentimientos encontrados: no les gusta ser agredida, pero cree que han provocado el maltrato.

Según el sociólogo Marco Gandásegui, la violencia doméstica se asocia a un tema cultural que viene de nuestros antepasados y que aún está muy arraigado en nuestra sociedad.

Para el también catedrático de la Universidad de Panamá, este flagelo está vinculado a la postura dominante del hombre sobre la mujer. Según el especialista, en una familia de la sociedad panameña la mujer es el 'ama de casa' y el hombre, 'el jefe del hogar', concepto que proviene de las sociedades campesinas que se han trasladado a la ciudad con sus doctrinas.

Gandásegui cree que se está dando un 'destape' de este fenómeno. 'Antes a las mujeres no se les hubiera ocurrido ir a denunciar a su pareja, ellas se aguantaban cualquier tipo de maltrato', apunta el catedrático.

Los agresores a través de actos violentos buscan mantener el control y dominio sobre otros miembros de la familia o de la pareja. Entre los factores que inciden para desencadenar actos de violencia en el ámbito familiar y en las relaciones de pareja están que el agresor provenga de hogares violentos y que repitan la conducta, que tenga dificultad para manejar sus emociones y controlar sus impulsos, que tengan deficiencias en la comunicación interpersonal, que sea incapaces de resolver sus problemas, sin uso de la violencia, celos, enfermedades mentales, autoritarismo de género y factores psicosociales que generan estrés (desempleo y falta de vivienda). Esa es la radiografía que realiza el Ministerio Público sobre el perfil de los agresores.

Las penas
Sanción del código penal

El artículo 200 del Código Penal establece que los actos de violencia doméstica se sancionan con una pena de prisión de 5 a 8 años y tratamiento terapéutico multidisciplinario.

Si las lesiones físicas producen una incapacidad superior a los 30 días, y que no exceda los 60 días, las penas aumentan de 6 a 9 años, y ante lesiones que superen esta incapacidad o produzca deformación del cuerpo o señal visible y permanente en el rostro, la pena puede aumentar hasta 15 años.

Como Pena Accesoria el juez puede disponer la prohibición del agresor de residir en la residencia de la victima.

Cuando las víctimas de las violencia son mujeres, la pena mínima es de 5 a 8 años, según la Ley 82 de 2013, pero si resulta en un feminicidio, es de 25 a 30 años.

Si la violencia es contra el hombre, la pena mínima es de tres años, según la Ley 38 de 2001.

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