Solo perdura lo que es libre

Actualizado
  • 08/08/2020 00:00
Creado
  • 08/08/2020 00:00
He de expresar que todo lo que era contrario a las características de un Estado soberano, el panameño en su hora lo combatió y más temprano que tarde fueron derrotadas muchísimas de esas lesiones inferidas a la dignidad nacional. La década de 1920 es rica en episodios amargos y también en ejecutorias que enaltecen al istmeño. Hay una guirnalda a lo largo de la historia de sol y sombras
Solo perdura lo que es libre

Algunos desconocedores del comportamiento patriótico de los hijos del istmo han afirmado que poco o nada se hizo en el pasado para fortalecer la identidad nacional. En otros artículos me he ocupado de diversos episodios del pasado, protagonizados por dirigentes políticos y por el pueblo, que enaltecieron la personalidad del Estado panameño.

Hoy deseo repasar ciertos hechos ocurridos en la década de 1920 que confirman que el panameño, en su afán de ser siempre un pueblo libre, ha sido en esa línea tan persistente como ejemplar. Lo que me he propuesto es demostrar que lo acontecido en los últimos 50 años se identifica con los actos patrióticos desarrollados en los primeros 50 años de vida republicana.

He de expresar que todo lo que era contrario a las características de un Estado soberano, el panameño en su hora lo combatió y más temprano que tarde fueron derrotadas muchísimas de esas lesiones inferidas a la dignidad nacional.

La década de 1920 es rica en episodios amargos y también en ejecutorias que enaltecen al istmeño. Hay una guirnalda a lo largo de la historia de sol y sombras.

El 28 de junio de 1918, el ejército de Estados Unidos ocupó diversos sitios del territorio nacional. Hasta el 16 de agosto de 1920 se mantuvo la ocupación de la provincia de Chiriquí. A lo largo de aquellos meses, Panamá padeció la humillación que conlleva toda gestión interventora. Pero el Gobierno Nacional nunca consintió tal ultraje. Protestó permanentemente, y el pueblo chiricano, concretamente, se opuso a la presencia extranjera.

Fueron incontables los atropellos cometidos por los militares y se registraron muchas tragedias. La más trascendental fue la violenta muerte del gobernador de Chiriquí, Saturnino Perigault, primo hermano del presidente Belisario Porras. Esa muerte ocurrida en 1920 fue consecuencia de los controvertidos episodios que propició la ocupación.

Al terminar la intervención estadounidense, el Departamento de Estado ya estaba saturado de mensajes que recogían las protestas panameñas.

Otro episodio amargo lo vivió Panamá cuando los gobiernos de Colombia y de Estados Unidos firmaron el convenio Urrutia-Thompson, el 6 de abril de 1914. Estados Unidos tuvo la osadía de pactar con Colombia la fijación de límites del territorio de la nueva República. Ya en 1909, Panamá y Colombia habían celebrado el tratado Arosemena-Cortez, que daba por terminadas las diferencias entre ambos países; sin embargo, el Senado de Colombia no aprobó dicho texto, aun cuando la Asamblea Nacional de Panamá sí lo aprobó mediante la Ley 21 de 1909.

Panamá rechazó el Urrutia-Thompson por la vía diplomática muy enfáticamente. En la Memoria de Relaciones Exteriores de 1924, aparece una de las tantas airadas protestas elevadas a la Casa Blanca. Se dijo “...el Gobierno de Panamá considera deber suyo el reiterar las protestas y reservas que ha hecho al Departamento de Estado, a efecto de que la inclusión en ese tratado de una cláusula que fija los límites de Panamá con Colombia, es un procedimiento que no cuenta con el consentimiento ni la aprobación de Panamá”.

La firma y aprobación del Urrutia-Thompson fue en su hora una ofensa al país. Pero gracias a la tenacidad dignificante de Panamá, se obtuvo posteriormente el tratado Victoria-Véliz, del 20 de agosto de 1924, suscrito por los representantes de Panamá y Colombia, consagrándose en dicho texto los límites definitivos de ambas Repúblicas.

Estos son los claroscuros de la historia que vivió la República y que aún se viven para perfeccionar el ser perdurable del panameño.

El Dr. José Pezet Arosemena, ilustre y olvidado panameño (como secretario de Educación firmó con el presidente Harmodio Arias el decreto que creaba la Universidad de Panamá), pronunció el 2 de enero de 1947 un discurso fundamental de la nacionalidad que recoge difíciles prácticas enfrentadas por nuestra patria. Es cierto que en la década de 1920 aún se vivía en el alba de la República, pero en el timón administrativo existían muchos capitanes extranjeros con poder de mando, como lazarillos burocráticos. El doctor Pezet recuerda la presencia de Edison T. Ruan, como interventor fiscal; de Albert Lamb, como instructor de la Policía Nacional; de R.K. West, como árbitro en Obras Públicas; de Frederick E. Libby, como inspector general de Enseñanza; de Edwin G. Dexter, como rector del Instituto Nacional; de Charles L. Stockelberg, como director de la Escuela de Artes y Oficios; de Agnes Brown, como directora de la Escuela Normal de Institutoras; de Richard Prescott, como jefe máximo de los telégrafos del país, y de Édgar A. Bockoc, como superintendente del hospital Santo Tomás.

Seguramente, los historiadores dirán si la gestión de estos ilustres expertos fue positiva, inocente o altruista, pero esa presencia tan estratégica pudo incomodar el alma patriótica de muchísimos panameños. Lo importante es que la dinámica cívica de los estadistas de la época y el pueblo fue modificando la realidad oficial y esos cargos pronto fueron ocupados por nacionales, igualmente expertos en el manejo de la cosa pública.

En la década de 1920 se presentó a la consideración del país el tratado firmado en Washington el 28 de julio de 1926. Se suscitó un debate nacional sin precedentes. Nadie dejó de dar su opinión. Ya destaqué en estos días el mensaje del padre Alfredo Vieto Guardia tan admonitorio. Pero el 14 de enero de 1927, mujeres chiricanas pertenecientes a todos los estratos sociales enviaron a la Asamblea Nacional un comunicado mediante el cual se oponían al tratado.

Es un documento excepcional que marca la altivez de la mujer panameña y su celo profundo en resguardo de los valores patrios. Es un largo petitorio que al final recoge el sentimiento de la época: “No somos juristas, dicen, pero tenemos en nuestro sentimiento la conciencia del peligro que amenaza la libertad de la patria, sin la cual esta no podrá perdurar, porque solo perdura lo que es libre”.

He allí el mensaje del pasado, de la década de 1920, pulcro, sin sordinas serviles. He allí la estrella polar de nuestra dignidad: “¡Ser libres para perdurar, porque solo perdura lo que es libre!”. Ser libre, no solo ante el yugo extranjero, sino serlo para rechazar toda opresión totalitaria.

Publicado originalmente el 26 de mayo de 2001.

Solo perdura lo que es libre
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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