El diálogo y la resurrección de la paz

Actualizado
  • 29/08/2020 00:00
Creado
  • 29/08/2020 00:00
En el Panamá de hoy, de modo muy diferente se viene jugando a la gallina ciega. El país político y social como que se mueve como una veleta sometida a los diversos vaivenes del viento que sopla o soplan. Sin embargo, existe un viento persistente de carácter opositor desde que Mireya Moscoso, mujer de raíces populares, logró el triunfo electoral.
El diálogo y la resurrección de la paz

El gobierno de Salvador Allende nunca contó con las simpatías del sector empresarial. Tampoco contó con mayoría en el Órgano Legislativo. A su vez, el Órgano Judicial, con sus sentencias, hizo más difícil la gestión administrativa de aquel gobierno. La crisis en Chile se fue acentuando y el sector empresarial tuvo un papel protagónico en la creación de la inestabilidad política. La clase obrera progresista tenía clara conciencia de su papel, pero a pesar de la creciente ofensiva empresarial, los trabajadores no se tomaban las calles en defensa de Allende. La distancia que existía entre la patronal y los trabajadores se mantenía atendiendo sus respectivos intereses de clases antagónicas. En los meses finales de aquel gobierno, los transportistas paralizaron sus vehículos en todo el país y la economía chilena entró en su peor crisis. Los dueños del transporte eran conscientes del poder estratégico de su gremio y en sucesivas olas de protestas, debidamente financiadas, crearon las condiciones para que los sectores del gran capital –nacional y foráneo– en franco contubernio con el ejército como brazo político de la derecha, dieran el golpe que sumió a Chile en las duras horas que aún no ha podido superar.

Lo que nunca logró el sector golpista fue confundir a la clase obrera, y esta nunca se identificó con las proclamas políticas patronales. De igual manera, los sectores obreros, muy conscientes de los difíciles momentos que vivía Chile, tuvieron siempre la conciencia despierta como para no dar caldo de cultivo a la conspiración en marcha.

En aquel tiempo, los trabajadores con mucha impaciencia acentuaron sus luchas por los objetivos reivindicadores. Unos eran satisfechos, otros no; pero las líneas sociales y políticas del Gobierno eran cada día más paralelas a las metas también planteadas por los empresarios. Y con líneas paralelas, en fin, las coincidencias, los puntos de convergencia, eran aparentemente imposibles y mucho más al iniciarse la rebelión civil de los transportistas.

Los episodios vividos en Chile durante el gobierno de Allende no se prestaban para la incertidumbre. Todos sabían lo que querían. El gobierno buscaba la consolidación del socialismo democrático, y la derecha opositora buscaba un golpe militar para dar una vuelta de carnero al régimen existente. Ambos sabían a dónde conducían sus luchas de modo inmediato.

En el Panamá de hoy, de modo muy diferente se viene jugando a la gallina ciega. El país político y social como que se mueve como una veleta sometida a los diversos vaivenes del viento que sopla o soplan. Sin embargo, existe un viento persistente de carácter opositor desde que Mireya Moscoso, mujer de raíces populares, logró el triunfo electoral. Desde entonces, ha enfrentado alegatos sociales, políticos y económicos de algunos empresarios y también de algunos obreros organizados. Los sectores empresariales además de no contar con el ejercicio propio del poder político, se sienten afectados por los problemas económicos del país, agudizados por la crisis mundial; los sectores obreros aspiran a una política gubernamental más próxima a sus intereses. Ambas posiciones como fines son compartidas o entendidas, pero los medios utilizados para encarar las dificultades, por ambos sectores, son de claro corte antigubernamental. Y en la apreciación de los medios existen discrepancias en la opinión pública y, sobre todo, porque en una democracia se dan confrontaciones no deseables, innecesarias y que lastiman la sensibilidad cívica de muchísimos panameños.

Diferente a lo que ocurría en Chile, donde, repito, cada bando en pugna sabía cuál sería su destino, entre nosotros tal vez no se ha previsto el fin de las luchas respectivas. Ahora la correlación de fuerzas y los liderazgos de crisis son diferentes. Hoy no existe un brazo armado del sector empresarial como antaño. Ni tampoco existe un jefe militar a quien hacer guiños en el sector político. Sin embargo, y he aquí el peligro, pueden existir infiltrados del antiguo régimen castrense en la policía nacional que podrían deslizar el desorden subversivo, como ocurrió en la manifestación del miércoles. Ese día, al llegar los manifestantes a la Catedral, los infiltrados hicieron el daño en la olla de leche, tan bonita y ejemplar que lucía a lo largo de la Avenida Central. De modo que estamos ante los peligros de los finales imprevistos o, al menos, no divulgados, como quien juega, repito, a la gallina ciega.

Creo que, en Puebla, la Iglesia pronosticó que la explosión social sucedería a la globalización. No hay que ser muy zahorí para comprender que así iba a ocurrir. En Panamá, desde hace rato la caldera social viene recibiendo el combustible propio para provocar una gran explosión. Son donantes totalitarios que sienten nostalgias por un pasado que no debe volver. Es posible que cierto sector político comprometido con la globalización sienta alguna felicidad por lo que viene ocurriendo; es decir, por las bombas de tiempo sembradas al aprobar la política neoliberal como conducta de Estado. Es posible que envíe mensajes telepáticos a otras fuerzas afines, pero cuando estalla la violencia y los negocios son objetivos del saqueo, los pescadores en río revuelto con intereses creados se angustian, y entonces llegan a comprender los peligros de la violencia. Y cuando las manifestaciones legítimas derivan en acciones no queridas, los rumbos tácticos o estratégicos quedan sometidos al querer de las fuerzas políticas, siempre en acecho, para repetir la historia en espiral. Prever esa posibilidad peligrosa y censurable debe estar dentro de los planes logísticos de toda acción de masas.

El pueblo no puede vivir en confrontación perpetua ni en las posibilidades perpetuas. En política no se debe seguir un proceso involutivo. El país no debe proyectar una imagen tan negativa, no porque la inversión se asuste, sino porque el panameño tiene el derecho a vivir como un ser civilizado que superó los instrumentos de la barbarie o de la violencia y que encontró en el diálogo la resurrección de la paz. Lamentablemente, Chile, en su hora de crisis, no encontró ese camino.

Publicado originalmente el 12 de mayo de 2001.
El diálogo y la resurrección de la paz
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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