La vida perdurable de las víctimas de los Poncio Pilato

Actualizado
  • 03/04/2021 00:00
Creado
  • 03/04/2021 00:00
La Pasión de Jesús, el sufrimiento de Jesús, la sangre de Jesús, es el dolor, el sufrimiento y la sangre que jamás se arrancarán del corazón del hombre. Están allí como un faro para guiar a la humanidad a los puertos de su propia depuración y redención.
La vida perdurable de las víctimas de los Poncio Pilato

Las torturas sufridas por Jesús, así como todas las maldades de los intolerantes encuentran su asiento en los orígenes de la humanidad. Los suplicios son tan viejos como el homicidio y los vicios de la carne. Uno de los esqueletos más antiguos encontrados en alguna sepultura de los primitivos tenía un hacha hendida en el cráneo. Otro escombro humano, víctima de la traición, tan remoto como el otro, tenía una flecha alojada en su espalda.

La tortura no solo es un medio del crimen, es, sobre todo, un refinado goce de sujetos cobardes porque ella no se produce en disputa entre iguales, sino entre quienes cuentan con la protección del poder y quienes indefensos son víctimas de la sevicia. A Jesús, no lo torturó individualmente Poncio Pilato. A Jesús lo torturaron los esbirros de los totalitarios de la época y de todas las épocas. En su perjuicio se perfeccionó un crimen que solo se entendería si se conociera la biografía lobuna del ser humano. Y desde entonces, en la era cristiana y desde antes, en las edades del hombre, suman millones los torturados y militares, los Poncio Pilato.

Los Poncio Pilato son los mayores responsables de los tormentos porque ellos, por ser dueños del poder, llegan al crimen por acción o por omisión. Pilato creó la figura penal que se conoce como la comisión por omisión. Es el que deja hacer lo que debe hacer para que se produzca un resultado dañoso. El que tiene poder, cuando se lava las manos es porque ya las tiene salpicadas de sangre. Las manos no sólo se manchan de sangre porque ellas directamente causaron las heridas, también se salpican cuando, pudiendo impedir las lesiones, no lo hicieron. Al crimen cotidiano o simple se llega porque se quiso, pero los verdugos políticos en la mayoría de los casos también llegan al delito porque lo inspiraron, porque lo sugirieron, porque sus sicarios inmersos en la misma pasión satánica y servil pensaban que así se adecuaban a los deseos del déspota. Los Poncio Pilato de la historia llegan al crimen insinuando, expresando deseos abstractos, tangenciales y periféricos.

El dictador venezolano Juan Vicente Gómez decía a sus subalternos: “No deseo versitos, los hacedores de versos son más peligrosos que los que hablan. Los versitos se pegan…”. En aquellos tiempos casi todos los poetas adversaban a los Poncio Pilato.

Otro día Juan Vicente Gómez preguntó a su interlocutor anterior: “¿Y dónde está el poeta Andrés Eloy Blanco, el de los versitos pegajosos?”. En su domicilio, contestó su sicario de turno. “¿No le dije que no deseo versitos? ¿Por qué no sabe aún interpretar mis deseos? ¿No sabe todavía que mis deseos son órdenes? ¡Arréstelo!”. Fue la sentencia del tirano.

Aquel poeta de la palabra hermosa, y del versito pegajoso, murió en el exilio durante otra dictadura y por tanto nunca más respiró el aire venezolano.

En Panamá hemos tenido muchos Poncio Pilato y muchas víctimas que en momentos de profundo dolor, desasosiego y sufrimiento exclamaron como el gran redentor: ¡Señor, por qué me has abandonado!

A Jesús vivo lo torturaron horriblemente, con saña, con ferocidad, con lujo de males. A Floyd Britton, vivo, unos caballos lo arrastraron por las playas de Coiba hasta morir.

A Hugo Spadafora, vivo le cercenaron su cabeza y perdió conciencia cuando todavía registraba la cruel cirugía del crimen.

No existe irreverencia en la comparación o en las semejanzas porque el dolor de todos los justos y de todas las víctimas es el dolor de Jesús. Es la lección de solidaridad y de amor que legó a la humanidad.

La Pasión de Jesús, el sufrimiento de Jesús, la sangre de Jesús, es el dolor, el sufrimiento y la sangre que jamás se arrancarán del corazón del hombre. Están allí como un faro para guiar a la humanidad a los puertos de su propia depuración y redención.

A su vez el dolor, el sufrimiento y la sangre de las víctimas de los Poncio Pilato panameños, es el dolor, el sufrimiento y la sangre que no debemos olvidar porque por olvidarlo algún día reencarnarían en cuerpos maléficos. El peligro se torna inminente cuando los pueblos sufren de omisión espiritual lo que para Salvagno Campos, tratadista uruguayo, hace que la indiferencia se apodere hasta de los tuétanos de la gente, convirtiendo la columna vertebral de la sociedad en una gelatina obsequiosa y de mil colores, como si fuera un infeliz camaleón de humanísimos poderes miméticos.

En este Sábado de Gloria, día de salutación amable y de fe por excelencia, con los ojos clavados en el Jesús Eterno celebremos su resurrección y también formulemos votos por la vida perdurable, en nuestros corazones, de quienes gimieron o murieron bajo la férula cobarde de los Poncio Pilato nativos.

Que la Gloria de Jesús cubra con su manto de piedad a tantos que perdieron en sus días de poder el respeto y el amor a la vida ajena o hendieron en el cráneo del adversario el hacha asesina de la intolerancia. ¡Qué así sea!

Artículo publicado originalmente el 26 de marzo de 2005.
La vida perdurable de las víctimas de los Poncio Pilato

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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