- 06/10/2022 00:00

El color rosa es la calma, es la paz. Es también la esperanza de un diagnóstico temprano que pueda combatir el cáncer de mama.
A los 41 años, cuando estaba en el mejor momento de su carrera profesional, a punto de convertirse en gerente regional de una empresa logística, Floribeth Campos de Finizo fue diagnotiscada con cáncer de mama.
La circunstancia, probablemente la más difícil de su vida, la hizo descubrir lo realmente importante: ella y su familia. Cuando le realizaron una mastectomía radical de la mama derecha con reconstrucción, lo físico pasó a un segundo plano. En medio de la dura enfermedad y la incertidumbre del futuro, encontró su misión en la vida: ayudar al prójimo.
Ahora se pasa parte de su vida, acompañada de otro grupo de sobrevivientes, remando en los mares en un bote de dragón, impactando con sus testimonios y sus obras sociales. El cáncer la cambió, la convirtió en una mejor persona, lo reconoce.
A diferencia de lo que muchas mujeres víctimas del cáncer de mama consideran, el remar en un bote de dragón también es una terapia para la movilidad de los brazos y como drenaje linfático natural para a quienes se le han extirpado ganglios axilares.
Floribeth no enfrentó el cáncer con temor: la palabra “no puedo” no existe en su vocabulario.
¡Sí! Desde 2016.
Salté la primera barrera, la de los cinco años. Ahora tengo seis años de diagnóstico. En mis últimos exámenes, salí limpia. Hay que estar al tanto para que no se disparen los marcadores tumorales. Pero si ocurre, es una señal de alerta. Soy muy respetuosa del cáncer. Yo estoy en observación, ¡digamos!
Para mí fue muy duro porque el médico que me realizó la biopsia me dio el resultado por teléfono, lo cual me impactó demasiado. Debió haber hecho las cosas diferentes. Obviamente, me cambié de doctor, pero algún día le diré.
Lo único que quieres es enfrentarlo (el cáncer), pensando que vamos a seguir adelante. Obviamente, pasa por tu mente si te vas a morir, si no vas a llegar a los 15 años de la niña, a la boda de mi hijo. Allí empiezas a pensar qué va a pasar en el futuro. Pero creo que todo es tan rápido que no tienes mucho chance para pensar. ¡Lo único que tienes que hacer es actuar! Lloras dos días. Sí, te vuelves un mar de lágrimas. Pero luego te preguntas qué hay qué hacer, ¿exámenes, operación, buscar un médico? Creo que a veces es mejor preguntarle a una persona que haya pasado por esto. Así puedes pensar qué harías y qué no.
¡Waooo! Cuando el cáncer te da a ti, les da a todos. Soy mujer, esposa y madre. Las mujeres somos el pilar del hogar. Tengo tres hijos de 13, 20 y 25 años. Cuando me diagnosticaron, mi hija tenía siete, el otro tenía 14 y el mayor 19. Me decía que los grandes no importaban tanto, me preocupaba más por la chiquita. Sin embargo, al adolescente le afectó mucho. Al final, esto es familiar. Hay cambios en toda la familia. La pareja es súper importante porque es tu sostén. Yo admiro mucho a las mujeres que pasan solas por este proceso. No es fácil ni siquiera cuando tienes una pareja, ahora imagínate sola.
Creo que de manera positiva. Siento que en el momento en que me diagnosticaron andaba muy acelerada. En la parte profesional, estaba en la cumbre. Era gerente de país de una empresa de logística y me estaban promoviendo a un puesto regional. En ese momento creía que podía con todo. Pero los planes llegaron hasta que me dijeron tienes cáncer. ¡Fue durísimo! Tienes como un horizonte y de repente tienes que hacer un aterrizaje de emergencia. Tienes que hacer un alto. Pero fíjate que siento que eso me hizo una mejor persona, porque me estaba desenfocando de lo que era realmente importante. Vivía un buen momento profesional, en el que quería crecer y hacer plata, y luego el cáncer te dice tu realidad es otra.
Que estaba enferma, que ahora tenía que pensar en mí. Obviamente pensar en uno es difícil, sobre todo cuando tienes hijos pequeños, que necesitan mucho de su mamá. Tú luchas y sales adelante por tus hijos, tu esposo y tu familia. Mi filosofía es que todo hay que intentarlo, ¡no te rindas! ¡El no puedo, no existe! Entonces fue eso: volcarme a mí familia, a mí. Otra cosa que hice fue meditar mucho. Cuando te operan y estás en casa tienes oportunidad de meditar mucho y acercarte a Dios.
A mí me detectaron cáncer un 11 de mayo. Terminé los tratamientos a mediados de diciembre de 2016. Fueron aproximadamente 7 meses... Tuve un lapso en el que quería dejar el mundo y no pensar en nada. Hice una pausa, me dediqué a leer, a ir a la iglesia, a hacer rosarios. Dije en mi trabajo tengo que salir de la planilla, en estos momentos soy una carga para ustedes. También pensé en la misión de mi vida.
Pasé tiempos muy duros. A mí me llegó el cáncer en la época lluviosa, me resfrié y quedé en el hospital. Estuve muy delgada. Físicamente estaba down (adormilada), totalmente decaída. Allí, en ese momento, es cuando te preguntas qué es lo importante en tu vida. Primero era yo, y después la familia.
Cuando empecé a mejorar sentía que me faltaba algo. Soy una mujer muy inteligente, muy capaz y yo creía que Dios tenía algo más para mí. Era ayudar al prójimo, a las demás personas. ¿Cómo? No lo sabía. Le dije a Dios pónme el camino a seguir. Ahora estoy en mi misión de vida.
En 2016, yo enfermé. A mí me encanta el deporte. Pero cuando comencé el tratamiento del cáncer no hice más ejercicios porque me daba pena ir sin pelo al gimnasio. Tres años después, en 2019, me enteré que estaban buscando armar un equipo de sobrevivientes de cáncer para remar en un bote de dragón. Entonces, decidí hacer deporte, remar con bote de dragón.
El problema era dónde conseguía a las sobrevivientes de cáncer de mama para hacer deporte. A mí me extirparon 17 ganglios y me decían no alces bolsas, no hagas esto ni lo otro. Te meten eso en la cabeza. Las sobrevivientes no se atrevían a remar con bote dragón. A mí me decían que no. Entonces, empecé a buscar estudios y descubrí que el bote dragón es una actividad que ayuda a las mujeres que han sufrido de cáncer de mama con la movilidad del brazo y como drenaje linfático natural para las que nos han extirpado ganglios axilares. Y compartí esos estudios y empezaron las mujeres a sumarse, en principio conseguí 5. Hoy, son 36. Empezamos a entrenar para un festival Rosa. Nos encantó: nuestros cuerpos cambiaron, nos veíamos mucho mejor, más activas, nos cambió la vida. Así que decidimos seguir.
Me ha llenado de enormes alegrías ya que en ese festival ganamos la medalla de oro en 200 metros y plata 500 y 1.000 metros. El remo en bote de dragón se ha convertido en una pasión que ha dado un nuevo sentido a mi vida. Me ha ayudado a apoyar a otras sobrevivientes luego de su diagnóstico, y es una manera positiva de rehabilitación integral.
Yo soy la capitana del equipo de remar en bote de dragón. Hicimos una junta directiva, soy la presidenta. Hemos ido creciendo no solo como equipo, sino también como organización dirigida por mujeres sobrevivientes de cáncer. Las fundadoras escogimos el nombre (Pink Warriors)
En el equipo, yo no tomo las decisiones, siempre lo sometemos a votación, mayormente de la junta directiva. Hemos hecho comités que se encargan de diferentes cosas. Las que les gusta el ejercicio están entrenando, las que son buenas organizando están en actividades, las que son abogadas están en los temas legales. Otras que son buenas en la tecnología están en las redes sociales. Y otras que les gusta el tema de la labor social.
Sí Dios quiere voy a Nueva Zelanda para aprender a organizar un festival Rosa. Esa es mi meta para la organización.
Calma y paz. Relájate que las cosas vienen, y van a venir bien. El color rosa es vivir un día a la vez. Eso le diría a una persona que está pasando por cáncer: toma las cosas con calma que todo va a pasar más rápido de lo que esperas. Busca una enseñanza en cada situación. Alimenta tu fe, únete con tu familia, y siempre sé positiva.
Es difícil, pero se puede.