Refundar la Patria cada 5 años

Actualizado
  • 02/04/2009 02:00
Creado
  • 02/04/2009 02:00
E l presidente Martin Torrijos se quejaba en una entrevista con Debate Abierto ( Canal 4 ) de que no se está juzgando su administración ...

E l presidente Martin Torrijos se quejaba en una entrevista con Debate Abierto ( Canal 4 ) de que no se está juzgando su administración en su justa dimensión. Lo mismo sintió hace cinco años la presidenta Mireya Moscoso, al igual que su colega Ernesto Pérez Balladares hace dos lustros.

Tiempos y actores distintos, una misma situación que revela cómo cada cinco años los panameños nos embarcamos en una suerte de total refundación de la Patria, que en realidad no es otra cosa que un mecanismo de los aspirantes a la Presidencia para acceder al poder sin medir las consecuencias que ello tiene en el país, e incluso en sus propios gobiernos –en caso de ser electos.

Se ha hecho costumbre en las campañas presidenciales de Panamá que, para poder triunfar, es necesario derribar todo lo que está al frente. Lo hizo Pérez Balladares contra Endara; lo hizo Moscoso contra Pérez Balladares y Torrijos contra Moscoso; y ahora Martinelli, puntero en las encuestas, lo está haciendo contra Torrijos. De manera que Torrijos está cosechando lo que sembró hace cinco años. Y es posible que lo mismo le ocurra a Martinelli, o a Balbina Herrera, de ser electos en mayo.

Esto nos lleva a ver a muchos políticos quejándose de que la oposición “promete, dice y hace lo que sea para llegar al poder”. Esto es totalmente cierto, pero lo es también que ellos mismos estuvieron hace cinco años “prometiendo, diciendo y haciendo lo que fuera para llegar al poder”.

Esta refundación de la Patria cada quinquenio no solo confunde a los ciudadanos, sino que desconoce los méritos del gobierno saliente (cualquiera que sea), los avances del país, y prepara el terreno para que al presidente entrante le pase exactamente lo mismo. Es decir, dentro de cinco años vamos a ver a Martinelli o a Herrera quejarse con amargura de que nadie comprende su gestión en su justa dimensión. Los panameños van a volver a creer que el país está en cenizas y, bueno, votaremos por un nuevo presidente. Es como caminar en círculos.

Peor aún, existe una dimensión práctica de este Armagedón electoral que provoca profundas heridas a nuestras posibilidades reales de desarrollo: cada nuevo Presidente inaugura una novedosísima política económica, reinventa nuestras relaciones internacionales, replantea el papel del Estado en la salud, en el medio ambiente, en la seguridad. Se destituyen a miles de funcionarios, muchos de los cuales habían sido capacitados en sus especialidades. Se eliminan o minimizan a la nada programas porque fueron iniciativa del Gobierno pasado o porque al nuevo ministro no le parece. Dos ejemplos: el primero: un Ministro de Salud que rehusaba distribuir condones basado en sus convicciones religiosas. Segundo: en los últimos 15 años, el Ministerio de Educación se ha llamado ME, MEDUC y MEDUCA. Mucho cambio de logo, de slogan, de membrete, cientos de autos pintados nuevamente, pero ¿y la calidad de la educación? Allí los cambios han sido imperceptibles.

Por supuesto que, además de las electorales, existen otras razones detrás de esta refundación de la Patria cada tanto. Una de ellas es que el país carece de indicadores serios (más allá de los powerpoint de los ministros) que nos permitan evaluar con precisión en donde vinimos y en donde estamos. La discusión entonces en meramente emocional, fundada en este artefacto de precisión quirúrgica tan panameño conocido como “el olfatómetro”.

Así que, cada cinco años, los panameños estamos condenados a comprobar cómo el Gobierno que se va no sirvió para nada y a pronosticar que la nueva administración lo resolverá todo. En fin, hay en todo esto un síntoma de una profunda inmadurez política del que todos, en alguna medida, somos protagonistas.

Políticamente, esto sigue hiriendo sin remedio la credibilidad hacia la clase dirigente. Nuestros líderes políticos deberían saber que ningún beneficio le genera al país hacerle creer al electorado que el país fracasa cada lustro. Sin duda necesitamos de una fuerte fiscalización entre los partidos políticos. Todos estamos de acuerdo. Ahora nos falta trabajar en que esa auditoría sea sobre la base de intereses permanentes del país y no de los humores temporales que impone una campaña presidencial.

Los países que han alcanzado el desarrollo o están muy cerca de él han logrado avanzar no solamente en lo material (salud, transporte, etc.) sino también en lo intangible, en la memoria, en la capacidad para aceptar (unos) que el adversario tuvo éxitos y (otros) que el copartidario cometió errores.

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