Crónica de un día plagado de locura
PANAMÁ. ‘Señor Manuel Antonio Noriega, por favor presentarse en la puerta A64... Señor Manuel Antonio Noriega, por favor presentarse...’...
PANAMÁ. ‘Señor Manuel Antonio Noriega, por favor presentarse en la puerta A64... Señor Manuel Antonio Noriega, por favor presentarse...’. Las palabras de la azafata llamaron la atención de todos los presentes. Incluso de sus jefes, que la regañaron de inmediato: ellá jamás imaginó que el último pasajero que le faltaba a su avión para despegar era el ex hombre fuerte de Panamá, en proceso de extradición de Francia a Panamá.
Así se inició el último tramo de un viaje que duró 22 años.
Noriega viajó tranquilo. Vestía un saco negro, corbata roja, sombrero y gafas oscuras. Era casi irreconocible. Su calma sólo era interrumpida por los pasajeros curiosos que con la excusa de ir al baño pasaban a su lado para verlo. A diez mil metros de altura tampoco hay mucho para hacer,
El exgeneral parecía emocionado. Tanto, que apenas el vuelo atravesó espacio aéreo panameño, empezó a agitarse. Un médico que acompañó a la delegación panameña se levantó de su asiento para verificar su presión, debido a la emoción fuerte de la que estaba siendo presa. No hubo mayor problema.
A las 6:07 de la tarde el avión 6435 de Iberia aterrizó en la pista 3 y se dirigió directo a la zona destinada para los viajes de carga.
Una vez la nave llegó a esa zona, el exmilitar fue llevado hasta el área de la cocina del avión y salió por la puerta trasera. Nadie se dio cuenta de que estaba siendo trasladado a un helicóptero oficial en un busito de la compañía Skachess, esos que llevan la comida hasta los aviones de aerolíneas extranjeras. Una vez en suelo panameño, como no podía ser de otra forma, comenzaron las dudas.
SEÑUELOS, ENREDOS Y DISGUSTOS EN EL RENACER
En los predios de El Renacer, un contingente de periodistas nacionales e internacionales aguardaban la llegada de Noriega. Con ellos también estaban familiares de algunas de las víctimas de la dictadura. Esperaban para gritar consignas contra el exdictador panameño. ‘¡Perro desgraciado muere!, le gritó Susana Ortega, hija de Ismael Ortega, subteniente de la Cuarta Compañía Urracá, quien murió en la Masacre de Albrook.
Todos creían entonces que Noriega llegaba en helicóptero. Sin embargo, versiones que fueron tomando fuerza a lo largo de la noche, hablaban de otra cosa: que en realidad Noriega llegó a El Renacer en carro. Con un paseo bonito por el Corredor Sur y la Cinta Costera. Una actualización paisajística de la nueva Panamá.
Esto explicaría lo insólito: el ingreso falso de Noriega a El Renacer. Bajo la mirada del mundo, con 100 periodistas extranjeros en el campo, la fuerza de seguridad panameña realizó un operativo de distracción digno de una película. Hicieron ingresar un doble de Noriega al presidio. No es la primera vez que Noriega utiliza un doble. En el 89, para evitar el monitoreo del Comando Sur, el ex General hacía exactamente lo mismo.
Lo cierto es que la confusión en la llegada, sumado a la falta de imágenes pusieron hasta al presidente Martinelli en un corre corre. ‘Estoy pidiéndole a la Ministra que muestre a Noriega’, dijo en Twitter. Luego de la orden presidencial, el procurador Ayú Prado y la ministra Méndez se presentaron ante los medios. La primera en hablar fue la jefa de Gobierno y Justicia, con una explicación confusa que no convenció a los medios. Ayú, por su parte, seguía reacio a dejar ver al ex general desde el penal. Dicho esto, el procurador decidió dejar sola a la ministra que se enfrentaba a los medios al aire y los periodistas en la cárcel, que comenzaron a presionar.
Las explicaciones del ministro José Mulino de la escenificación de la entrada falsa fueron que el señuelo se dio por ‘seguridad de una persona que no se tenía certeza hasta qué punto podría ser peligroso’. Méndez, en cambio, dijo desconocer sobre esa estrategia. Cómo si la Policía hubiese tenido una autonomía exagerada. Los funcionarios civiles no sabían explicar lo sucedido.
Finalmente el director del Sistema Penitenciario, Ángel Calderón, accedió a que Noriega fuera fotografiado de cerca. Desde una oficina, sobre una silla de ruedas y vistiendo un suéter rojo con pantalón blanco y zapatillas, el ex general fue mostrado al mundo. Desde donde veían los periodistas, Noriega parecía mandar. Señalaba algo, sus ademanes no eran los de alguien ni temeroso ni maleable. En su rostro era visible la molestia y la incomodidad. Pero no el temor. Panamá pudo ver, después de 22 años al ex dictador que gobernó Panamá durante seis años.
(Con información de Nicanor Alvarado, Neir Carrasco y Carlos Cordero)
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