Claves y desafíos de la coyuntura política 2014

Actualizado
  • 12/01/2014 01:00
Creado
  • 12/01/2014 01:00
La sociología ha acuñado el término ‘imaginario social’ para describir la manera como imaginamos el orden social, y a él se remiten en p...

La sociología ha acuñado el término ‘imaginario social’ para describir la manera como imaginamos el orden social, y a él se remiten en parte las explicaciones teóricas de las acciones sociales tanto individuales como colectivas. Es otra manera de hablar de ideología. En este sentido, cada sociedad elabora un conjunto de concepciones, creencias o definiciones que reflejan orientaciones y acciones que la instituyen como colectivo social.

La política y su cultura pueden ser consideradas como parte de ese imaginario social. Descifrar las claves de nuestro imaginario político –esto es, de la ideología dominante—, nos permitiría entendernos como una sociedad cuyas instituciones modelan una forma particular de subjetividad en temas de poder y democracia.

Cuatro son posiblemente las claves que a manera de valores o comportamientos distinguen el actual imaginario político de nuestro país y que con sus generalizadas prácticas socavan de manera sistemática un conjunto de valores afirmativos como los de solidaridad, justicia y autorrespeto que caracterizan en una comunidad nacional, vitalidad y cohesión.

CUATRO CLAVES

Primero: La política como mercado (‘dame, pero también pónme donde hay’), cultivada y ampliada casi sin límites por nuestra ‘clase política’, es la otra forma mundana en que se expresa ese ideal empresarial criollo de la economía neoliberal de mercado tan extendido (‘qué hay pa’ mí’).

Segundo: La democracia electoral y con ella el régimen presidencialista de gobierno, es considerada por amplios sectores de la política criolla como el paraíso realizado en nuestro país, de todos los mundos políticamente concebibles.

Tercero: La mejor forma de integración política es la que se hace por medio del clientelismo y la prebenda. Todo está sujeto a transacción, todos tienen un precio y la mercantilización de la política no es otra cosa que la continuación de ese otro paraíso, ‘Hub de las Américas’, ‘Panamá Centro de Compras’.

Cuarto: La ausencia de compromisos políticos no es dañina ni conlleva un problema ético. Al contrario, el transfuguismo sería la forma posmoderna mediante la cual la globalización se expresa localmente a través de la política. Pareciera que con todo lo anterior somos más que modernos, pero en realidad esos son nuestros más serios problemas.

EL CONSUMISMO

El crecimiento económico es un supuesto del desarrollo. No obstante, en nuestro país poco se problematiza sobre el tipo de crecimiento que tenemos, su calidad, qué tipo de empleos genera, qué salarios produce, qué sector de la economía fortalece, y qué tipo de consumo favorece.

Documentada está la precariedad del empleo, salarios mermados por la inflación y la creciente especulación y lo poco o nada que promueve la política pública al sector de producción de alimentos.

Sin embargo, pese a la desigualdad y la marginación social somos una sociedad de consumidores donde el mercado totaliza nuestras existencias, instalando toda una cultura del consumismo y de la simulación que interioriza ese absurdo que nos permite reducir la experiencia existencial de la felicidad, a la adquisición de un ‘objeto’ o mercancía.

Esta lógica de la simulación se extiende también a la política, mercantilizando y desdibujando el espacio público a través de la manipulación permanente de la apariencia.

La clientela, la prebenda, la transacción y la cooptación por medio de bienes públicos, se constituyen en los medios que permiten construir las imágenes o apariencias de la inclusión política en la sociedad panameña del ‘consumo y del bienestar’. Es en este espacio donde surgen los autodenominados ‘analistas políticos’, que no son más que ‘técnicos en el mercadeo de la política electoral’ y que configuran ese nuevo espécimen mercantil que se agrega ahora al escenario local.

Estos expertos en mercadeo político traen al espacio público todas las estrategias de venta de los productos comerciales, transformando al ciudadano en un consumidor de creativos publicitarios, convirtiendo a la democracia en un gran mercado político.

DEMOCRACIA E INTEGRACIÓN

Para el sociólogo alemán J. Habermas, la relación entre la capacidad de una sociedad de problematizar sus necesidades y su facultad de procesarlas públicamente define distintos tipos de democracia y como tal, es una cuestión que afecta a todos los ciudadanos. En ese sentido, el espesor o robustez de una sociedad en particular debe expresarse más allá de las formas de gobierno, ya que implica una modalidad de cultura y la presencia de ciudadanos orientados por la reflexión. A este tipo de democracia, Habermas la llamó deliberativa. Lo opuesto es la democracia delegativa, donde el soberano cede sus derechos de ciudadano entregando un cheque en blanco cada cinco años. (O’Donnell).

Es usual que en la teoría política se establezcan criterios para definir modalidades de democracia y por lo tanto de participación ciudadana. Sin embargo, en nuestro país este debate está bloqueado como resultado de la construcción ideológica que sobre este régimen presidencialista han elaborado nuestras élites políticas y que han elevado casi al rango de democracia ‘ateniense’, esta modalidad institucional de gobierno. La funcionalidad de esta hegemonía ideológica ha garantizado— desde la fundación de la república—, la perpetuación de relaciones oligarquizantes de poder, dado su carácter autoritario por ser concentrador, y excluyente por limitar la participación ciudadana al componente electoral del mismo. Todo lo anterior lubricado por el clientelismo y la prebenda.

ÉTICA Y PODER

Lo que usualmente se denomina ‘eticidad’ en una sociedad, no sería otra cosa que ese conjunto de reglas que practica una colectividad en la consecución de valores comunes.

En ese sentido, la política que es definida en el espacio público por las relaciones institucionales del poder, establece la naturaleza del político (partidos e individuos) orientado fundamentalmente a la consecución del bienestar general. Resulta obvio que una acción política que carezca de una justificación ética es una acción vacía que se ve reducida al poder burdo y simple. Un político que en este contexto, busca satisfacer propósitos individuales o mercantiles constituye una distorsión de la actuación pública. Con todo, uno de los aportes de la política criolla es la simulación en el espacio público que se orienta en esa conocida directiva no escrita de que no interesa tanto ser honesto, lo que importa es parecerlo.

LOS DESAFÍOS

La promoción de valores y prácticas democráticas desde la institucionalidad presidencialista y sus actores políticos, muestran en el país severos agotamientos para el procesamiento de las crecientes demandas sociales. También se advierten incapacidades institucionales para consolidar una cultura política que cimente un clima de responsabilidad pública, y que estimule una participación incluyente desde la sociedad civil.

Hay que revisar el andamiaje de una institucionalidad política de naturaleza verticalista, que bloquea las posibilidades de comunicación y concertación entre sociedad civil y Estado, y que tiende a favorecer prácticas ‘clientelistas’ cuya funcionalidad cimenta una cultura política de naturaleza dirigista y autoritaria. El acusado rasgo presidencialista del sistema político panameño, cargado de dispositivos de cooptación y clientelismo, acentúa una gobernabilidad instrumental fundada en el poder como fin en sí mismo y no en una participación ciudadana ampliada e inclusiva.

Parafraseando a Edmund Burke podemos decir hoy que ‘para que prevalezca la manipulación y la chabacanería en política, solo es necesario que los decentes se excluyan de ella’.

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