Gabo: cazador de mariposas e incertidumbres

Actualizado
  • 04/05/2014 02:00
Creado
  • 04/05/2014 02:00
Un breve recorrido por la vida del maestro. Su infancia, familia, estudios y su vida profesional. El origen de sus obras literarias

Gabriel García Márquez nació el 6 de marzo de 1927. Vivió exactamente 87 años, un mes, once días y unas cuantas horas. Se describió a sí mismo como uno de los 16 hijos del telegrafista —además de violinista y ‘serenatero’ de Aracataca—.

Sus biógrafos, sin embargo, lo identifican como el mayor de once hermanos: siete varones y cuatro mujeres. Estas cifras contradictorias hacen suponer que don Gabriel Eligio García, su padre, era un señor muy travieso. —Aquí, entre nosotros, en realidad tuvo 2 hijos antes y 3 después, fuera del matrimonio—.

LOS PRIMEROS PASOS

¿En qué ambiente dio sus primeros pasos el futuro escritor? Aracataca era y sigue siendo una villa de perfil bananero ubicada en las costas del Caribe, a 625 kilómetros de Bogotá. No es exagerado si se la compara con Changuinola [un lugar de Panamá]: mismo paisaje, mismas colisiones étnicas y culturales, mismos patrones de supervivencia, mismo tren, mismos andenes y terminales portuarias, mismas flora y fauna: despojos, prosperidad y tribulaciones perpetrados al amparo del sello de la United Fruit Co.

Ambas ciudadelas tienen, hoy, alrededor de 40,000 habitantes. Idéntico sol las abraza y las abrasa (con zeta y con ese) al mismo tiempo.

EN FAMILIA

Al pequeño Gabriel lo llamaban ‘Gabito’ para distinguirlo del padre. Si le hubieran clavado ‘el júnior’, como acostumbran por acá, tal vez la historia hubiese sido otra. Vivió con sus abuelos maternos y tres tías —la tía Pa, la tía Nana y la tía Mama— en una casa de sólo dos habitaciones hasta cumplir los 9 años.

No es necesario ser muy suspicaces para saber la razón. Nicolás Ricardo Márquez Mejía, un empobrecido coronel retirado —excombatiente de la Guerra de los Mil Días— y Tranquilina Iguarán Cotes, una cuentacuentos instintiva, dieron la cara por su hija, Luisa Santiaga, cuando Gabriel Eligio disputaba con otros jóvenes el título de mayor ‘preñador’ de Aracataca.

‘Mándeme para acá al Gabito, mija, que para eso están sus mercedes’, le habrían dicho a la madre ambos abuelos en el súmmum de la abuelazón.

MACONDO

Es cosa sabida: la personalidad se forja durante los primeros seis años de vida, y en consecuencia poca originalidad tiene a estas alturas deducir cómo el entorno social y familiar forjó el carácter y sensibilidad de Gabriel García Márquez, lo que originaría con el correr de los años no sólo la compleja fábula macondiana sino una conciencia humanista única, lúcida y paradigmática.

‘Macondo’, cuyo significado en uno de los dialectos africanos significa ‘banana’, existe en realidad. Además de identificar una especie de bingo primitivo jugado en las bananeras, era el nombre de la finca recorrida una y otra vez por este niño solitario, cazador de mariposas e incertidumbres. El mismo Gabo lo reconoce. ‘A veces pienso que todo lo que he escrito ha sido sobre la experiencia del tiempo que pasé con mis abuelos’, ha dicho en repetidas ocasiones.

EL PERIODISTA

Después de terminar secundaria matricula Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Bogotá. Pero muy pronto abandona la aventura académica e inicia la carrera de periodismo. ¿La razón? Lo obsesiona el poder de la palabra. A los 18 años ya es redactor en El Universal de Cartagena, empieza a escribir una novela titulada ‘La casa’ y publica sus primeros cuentos: ‘La tercera resignación’, ‘Eva está dentro de su gato, ‘Turbal-Caín forja una estrella’, ‘La otra costilla de la muerte’. En 1955 publica su primera novela: ‘La hojarasca’. Ese mismo año viaja a Ginebra como corresponsal de El Espectador .

EL EXILIO. CIEN AÑOS DE SOLEDAD

En 1958 se casa con Mercedes Barcha y tienen dos hijos, Rodrigo y Gonzalo. Vive en el exilio entre 1960 y 1970, durante las dictaduras de Laureano Gómez y Gustavo Rojas Pinilla. Entre 1959 y 1961 trabaja como corresponsal de Prensa Latina.

En 1961 publica ‘Los funerales de la Mamá Grande’.

En enero de 1965 deja a Mercedes en casa de su familia y se encierra durante 18 meses en una habitación de su apartamento de México —a la que llama ‘La cueva de la mafia’— con el objeto de terminar de escribir ‘Cien años de soledad’. Lo curioso es que durante ese periodo, atragantado de cigarrillos y deudas, vende carro, muebles, tostadoras, cubiertos de cocina y quien sabe cuántas cosas más, hasta quedar en las latas.

Por esta obra percibió un anticipo de 500 dólares. La edición de 8,000 ejemplares se agotó en 15 días. Al margen de las ediciones brujas, en 30 millones se calculan los ejemplares editados de esta novela. Lo demás es historia conocida.

LA MAGIA DEL SUBDESARROLLO

La obra de García Márquez es una metáfora de la condición humana, vinculante a una utopía tercermundista. Es realista y al mismo tiempo mágica porque, luego de perseguir mariposas y escuchar historias de abuelos, de alguna manera García Márquez quiso desentrañar la lógica del subdesarrollo y darle sentido y coherencia a través del sortilegio.

Por eso, muy particularmente en su caso, lo mágico viene acompañado de una propuesta de vida útil a quienes en vez de optar por construir la bomba atómica cada día se ven en la imperiosa necesidad de inventar uno y mil modos de esquivarla.

Lo bueno del universo garciamarquiano —en la diversidad de áreas de su incursión creadora— es que no construye sobre sustentos maniqueos ni moralistas sino vitales, humanos, y en ocasiones mucho más realistas que la misma realidad. ‘La historia de Colombia es la historia del coronel que no tiene quien le escriba’ reconoció uno de sus hermanos, llamado Jaime.

MACONDO ES NUESTRA AMÉRICA

Sensatos y lúcidos seríamos hoy si estuviésemos en capacidad de percibir detrás de todo cuanto ocurre en el continente las huellas proféticas y premonitorias de Macondo. Piensen ustedes en Argentina, Venezuela, Colombia, México o Panamá y estarían de acuerdo conmigo. Macondo es cada vez más la realidad.

Gabo, en su rol utopista, no tuvo más remedio que simpatizar con el socialismo. Prudente, sin embargo, optó por mantener su independencia de criterio y desdeñar el sectarismo. Eso le permitió acercarse creativamente a los esfuerzos utopistas más sensatos del continente: a Cuba, al Chile de Allende, al Panamá de Omar Torrijos.

AUTODEFINICIÓN

Nadie se ha definido mejor a sí mismo que Gabo. Estas, a continuación, serían sus propias palabras, según una traducción libre: ‘Lo peor que le puede suceder a un hombre que no tiene vocación para el éxito literario, o en un continente que no está acostumbrado a tener escritores de éxito, es publicar una novela que se venda como salchichas. Ese es mi caso. Me he negado a convertirme en un espectáculo, detesto la televisión, los congresos literarios, las conferencias y la vida intelectual’.

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