El trasfondo histórico de la creación del Estado panameño

Actualizado
  • 11/12/2016 01:00
Creado
  • 11/12/2016 01:00
La independencia, como acto de voluntad y libre, fue el 28 de noviembre de 1821. La unión a Colombia fue un acto de voluntad

Siempre me ha llamado la atención, y hasta preocupado, la intensidad que adquiere la discusión en torno al tema de la leyenda negra y la leyenda rosa de la independencia en 1903. Un ejemplo fue el libro de Ovidio Díaz, el cual creo que merece otro tipo de discusión histórica y no las reacciones emocionales que suscitó cuando salió.

LAS DOS LEYENDAS

Para unos, su argumento principal continúa la tesis de la leyenda negra según la cual la independencia fue un acto fraguado por los intereses norteamericanos con sede en la famosa calle de la pared, o Wall Street. Para muchos, Wall Street es el símbolo del capitalismo y el capitalismo un reflejo de todo lo negativo que puede haber en la naturaleza humana, con su egoísmo y sus prácticas depredadoras. Para otros, es precisamente el motor del progreso de la humanidad que ahora tiene una capital, Nueva York. Para los que atacan esta tesis, o para los que defienden la leyenda rosa , no es que se niegue la intervención norteamericana, pues su participación nadie la puede desconocer.

Pero su papel en la independencia fue un resultado secundario o aleatorio que coincidió con otros procesos de gestación y desarrollo de un anhelo de independencia frente al centralismo colombiano y que obstaculizaba las posibilidades de desarrollo del país, a raíz del rechazo del tratado Herran-Hay.

Una solución la propuso en su momento Diógenes de la Rosa cuando formuló la tesis que afirma la coincidencia de dos procesos históricos, la emergencia del imperialismo norteamericano con el nacionalismo de los panameños. Su argumento tenía un trasfondo marxista, pero fue aceptada probablemente porque convenía.

EL VERDADERO TRASFONDO

¿Qué es lo que hay de fondo en estas manifestaciones a veces extremas y poco científicas o ahistóricas, si se quiere? Si la verdad fuera que el país fue inventado por los norteamericanos, se echaría por tierra todas los argumentos de una sociedad formada ya y con conciencia de nación, un prerrequisito de la formación del Estado, tal como se puede afirmar en el canon de la teoría sociopolítica del siglo XIX: los estados solo pueden existir si tienen una nación que los respalde, y la nación constituye el espíritu que le da vida al esqueleto del Estado.

El estado a su vez, según una famosa definición breve, es la nación organizada políticamente, con lo cual la nación sería un ente disforme que demanda su estructura.

Pero también hay una teoría que afirma la posibilidad de formar estados sin nación, casi de la nada, como fue el caso de Liberia, creada por los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX. Y los muchos estados africanos y del Medio Oriente, una de cuyas secuelas actuales es las luchas étnicas entre pueblos distintos, cuyos antecedentes tribales fueron, en apariencia, una consideración de las metrópolis coloniales, de los años cincuenta y sesenta para garantizar la ingobernabilidad de esos nuevos Estados, cosa que estamos viendo ahora como si fuera la mera incapacidad de esas sociedades para autogobernarse.

NACIÓN-ESTADO

Lo que pienso de esto es que partimos en la discusión de premisas falsas, como aquella que precisamente afirma que el Estado debe ser antecedido por la nación, o que los próceres de la independencia debían ser por definición altruistas y comprometidos con principios excelsos vinculados a la construcción o puesta en práctica de una idea acumulada en el tiempo, la nación.

MISIÓN Y VISIÓN DE FLACSO

La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) es un organismo regional, instituido por la UNESCO para impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de las Ciencias Sociales.

El Programa FLACSO-Panamá busca dotar a la población de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

Son premisas falsas porque lo que se discute es el resultado de procesos culturales que no tienen que ser necesariamente iguales en todos los tiempos ni lugares, y por ser procesos culturales, están sujetos a variables circunstanciales que pueden ser distintas de lugar en lugar con resultados distintos. La pretensión de convertir estas variables en sinónimos de leyes históricas, es probablemente una de las razones del fracaso de entender nuestros procesos sociopolíticos y la vana discusión en torno a la legitimidad de la independencia.

Pero recordemos que aún así, el estado en un fenómeno sociopolítico y cultural que depende también de condiciones mínimas para su estructuración.. Hay muchas definiciones del Estado, como aquella que les gusta a nuestros políticos, el de la capacidad coercitiva legitimada, o el de la nación jurídicamente constituida, Debemos también entender que la historia nos enseña que los estados surgen, se desarrollan y desaparecen en el tiempo, dependiendo de los factores que entran en la ecuación. Su argamasa y estructura no son inmutables. Si vemos los mapas de Europa entre el siglo XIX y el actual, veremos cuán dependientes han sido de los fenómenos geopolíticos y cambiantes ideologías.

ACTUACIÓN DE LOS PRÓCERES

En términos de la legitimidad de la actuación de los próceres, la discusión ha estado centrada en si su conducta no estaba signada por un deseo acendrado de poder como de intereses económicos bastardos. Y es que en este punto, la gente dejó de leer a Maquiavelo para asumir una lectura de Thomas Moro, como si la realidad panameña fuera distinta a la de otras sociedades. Y lo que es peor, que fuera de nuestras costas, la opinión generalizada fue la de convertir nuestra independencia en un acto risible de un país que ya empezaba a ser bananero, en los términos norteamericanos. Así que gran parte de la discusión ha estado dirigida a salvar cara frente a extraños e internos. Ciertamente, se ha descuidado el aspecto de clase implícito en esta discusión así como en la legitimidad de un grupo prócer frente a otro grupo prócer. Allí radica gran parte de la tinta que se ha gastado para legitimar los actos independentistas.

EL 3 Y EL 28 DE NOVIEMBRE

Una de esas discusiones, que en algún momento pareció estéril hasta cuando R.J. Alfaro sentenció que tanto jurídicamente como políticamente, la independencia sólo puede ser aquella que establece las condiciones para una vida jurídica plena como Estado. Y eso ocurrió en 1903, un tres de noviembre. Pero la discusión pareció centrarse entre aquellos que añoraban las celebraciones del 28 de noviembre, como un acto más legítimo y aquellos que defendían, como igualmente legítimo, pero manchado por el papel que jugara los Estados Unidos el tres de noviembre y Buneau Varilla, a quien endosamos la culpa de un tratado que ningún panameño firmó.

De aquí la oposición entre independencia y separación. Para los primeros, la verdadera independencia, como acto de voluntad y libre, fue el 28 de noviembre de 1821. La unión a Colombia fue igualmente un acto de voluntad que implicaba el derecho a reclamar la independencia plena. Mientras que lo del tres de noviembre, fue fraguada por intereses extranjeros y no panameños. Para ellos entonces, fue un mero acto de separación pues no puede haber dos independencias. Este planteamiento fue hecho y defendido por líderes como Belisario Porras y sus seguidores, muchos de los cuales eran igualmente personajes de la vieja generación pre independentista. Recordemos a Eusebio A Morales en su famoso discurso sobre la nación en 1916 y a Diógenes de la Rosa sobre el conflicto de lealtades, pensando en Porras y a Oscar Terán. Algunos dirán que Porras actuaba inducido por la coincidencia histórica entre su fecha de nacimiento y la fecha de la independencia el 28. Porras, efectivamente, celebraba la independencia como coincidiendo con su cumpleaños. En la realidad, Porras había nacido el 27 de noviembre. Lo importante aquí es que durante casi cincuenta años el debate en torno a la verdadera independencia oscureció los factores en juego. Aún en el marco de una sublimación de los propios actos, la realidad no podía ser otra que los intereses económicos en juego y la oportunidad para lograrlo. El reconocimiento de este hecho, de fondo, ha contribuido a una afirmación nacional debilitada por falta de parámetros sociopolíticos más cercanos a la realidad.

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